Por Jaime Irizar López*
Tiene este mes para muchos de nosotros, un nostálgico encanto que invita obligadamente a la reflexión y al análisis.
En sustitución de la tradicional tarjeta navideña, cada día más en desuso, y con el apoyo de algunos pensamientos profundos de Bertrand Russell, quiero hoy aprovechar este gran conducto para expresarles lo que me hace pensar y sentir este marco de fiestas decembrinas.
Tengo por cierto que con la navidad, tradicionalmente se conmemora el nacimiento de la fe y la esperanza, misma que ayuda a fortalecer el alma para poder enfrentar con nuevos bríos el reto de un año nuevo, que por mas difícil que se nos presente, debemos proponernos vivirlo con la intensidad y el entusiasmo con que lo haríamos si tuviéramos la certeza de que es el último.
Estas fechas, son tiempos de hablar de paz, armonía, y de felicidad. También para evocar el recuerdo cariñoso de los que ya no están con nosotros. Días de reencontrarnos con los distantes que regresan en busca de su ombligo y de los afectos que genera la tierra, la sangre y las más sinceras de las amistades construidas en las etapas tempranas. Son días de ver con alma de niño, la emoción que despierta en los aún inocentes la creencia en un gordo de barba blanca y barrigón que cumple algunos deseos. Es la época mas propicia para mirar hacia adentro con honestidad, y evaluar avances, logros y metas no cumplidas, pero también de mirar hacia afuera, no para compararse con los que tienen más, por que ello despierta con frecuencia sentimientos negativos, sino para observar solidariamente a aquellos que viven en la enfermedad o en la pobreza, igual que con los que están atravesando una etapa difícil en sus vidas, y concluir con este ejercicio, que no es tan poco lo que en realidad tenemos, e intentemos aprender a gozar lo que con nuestro propio esfuerzo hemos adquirido, y de esta manera desterrar de nuestra mente a la envidia, enemiga mortal de la felicidad.
Es tiempo también, para recordar que en este complejo mundo humano, nadie nace dichoso, hay que aprender a ser feliz. Hay que abrevar de las múltiples fuentes de felicidad que nos da la vida: la reunión con los amigos y la familia, una buena charla, el trabajo que te gusta, los deportes, los buenos libros, coleccionar algo o tener cualesquier hobby, ir de pesca, o a cazar, etc.., etc. Pero sobre todo es siempre importante el mantener vigente un interés genuino y amistoso sobre las personas y las cosas.
La conclusión y el principio de un año, es ocasión muy propicia para hacernos nuevos propósitos de vida. Prudente seria que en tiempos venideros, pudiéramos ser mas tolerantes, entender que ser diferente no es sinónimo de malo, que no somos, como a veces solemos creer, el centro del universo, ni tampoco que somos en todo momento dueño de todas las verdades. Otro gran propósito seria, luchar con denuedo para desterrar de tu mente los fantasmas que viven encarnados en tus miedos y temores, mismos que te esclavizan y limitan para ser feliz como es tu derecho.
Son tiempos de recordar que para ser feliz se requiere principalmente de fe; llena tu vida de ella y las cosas las verás diferente. Nadie consigue nada importante sin fe y optimismo; sin fe, no es posible el amor, y sin amor no vale la pena vivir.
No olvidar que en estos tiempos de crisis los pesimistas proliferan por todas partes, pero tan solo los optimistas y entusiastas modifican, a través del trabajo y el talento, realmente su situación y salen avante de todo embrollo.
Establecer como otro nuevo propósito del 2013, el evitar que las cosas y las personas negativas contagien tu vida. De ellas solo puedes obtener cosas o sentimientos que te producirán culpa, vergüenza y soledad; las tres son factores de ansiedad y obstáculos seguros para alcanzar momentos de felicidad.
Aprende a vivir y a gozar el día tras día, no finques todo en lo que lograras al final del camino. Valora los procesos y toda etapa de tu vida. No olvides que si el todo es bueno, también lo deben ser las partes.
Un buen consejo seria procurar lo necesario y disfrutarlo, pero principalmente mantener vivo el deseo de lograr más. Pero no vivir exclusivamente para construir el porvenir.
Sobre todos los estados de ánimo importantes, mantén muy vivo el entusiasmo, pues este es el signo más universal y contagiante que distingue a los hombres felices.
No dejes de amar, porque el amor es fuente de placer, ausencia de dolor y acrecenta los mejores placeres de la vida.
Todo lo que hagas en el resto del camino que te queda por recorrer, hazlo pensando en el cariño de las personas que quieres y te quieren, y con apego estricto al respeto de la sociedad en que vivimos.
A partir de hoy, anímate a ser feliz. Es tu derecho generacional. No construyas tan sólo un final feliz en la historia de tu vida, mejor escribe varios renglones y capítulos pletóricos de felicidad, armonía y paz. Vive plenamente todos los días de tu vida.
Son mis mejores deseos para ti y los tuyos en estas fiestas decembrinas.
*Doctor y escritor.