Por Fidencio López Beltrán*
El agua es vida, reza el sentido popular. El agua tiene distintas manifestaciones simbólicas y por tanto culturales, que trasciende a su objetividad material y por tanto a su nomenclatura científica. Inclusive, hoy en día ha tomado, socialmente, el lugar de las disputas de las tierras, al menos en lo que otrora fuese su conflictividad en su reparto.
Ciertamente la idea del agua, es tan amplia como los mares, ríos y arroyos por los que circula. Su tamaño alcanza a comprender, como sucede en el sector educativo en la sociedad postmoderna, al menos tres cuartas partes del globo terráqueo. Pero el agua también nos remite a su contraparte: a la sed, a la sequía, el estiaje y hasta los desiertos que para muchos son muy bellos y para otros son la muerte, el peligro y el terror. Así, el agua también es un espejo social que nos refleja las brechas entre los que tienen mucho y los que escasamente sobreviven; para otros siguen sirviendo, sólo para reflejarse así mismo, como en la mitología griega le sucedió a Narciso, que llegó al extremo de ahogarse…
El agua, como literatura y psicología cotidiana, ha sido desde los tiempos más remotos, pretexto para contemplar la existencia misma, como hoy les sucede a nuestros indígenas en la sierra Tarahumara al pasarse horas y horas observando la belleza del correr del agua, sus sonidos y chasquidos hermosos que nos transportan a mil y una ideas y sentimientos, que han permitido elaborar poesía, monografías y hasta inspirarse en diversas mitologías y por supuesto, producir los mejores tratados científicos de la ingeniería del agua y la ambiental.
Así el agua como cultura, nos conduce a tantos y cuantos caminos que nos imaginemos; también implica poder, no solo por su simbolismo onírico, por aquello de lo que acontece en los subterráneos de la mente humana (y clara manifestación de vida), sino en las estructuras y grupos sociales y familiares: el agua, cuando se utiliza para el aseo personal, para uso doméstico, uso industrial y no se diga para el uso agrícola, ocasiona formas de poder jerárquico y distintos ritos según cultura particular de la que se trate; el agua como organización social, lleva a depender a unos de otros, tanto que contar con agua, mínima, suficiente o bastante, sea para ahorrarla y preservarla en calidad y cantidad con tal o cual tecnología, genera las grandes disputas y controversias entre el más humilde campesino, hasta el agricultor más potente, o entre los empresarios y los gobiernos, entre los partidos, grupos políticos y económicos que se implican en sus costes o formas de control que se vienen utilizando en los distintos contextos culturales de los que se trate.
Pensar y re-flexionar sobre el agua, su eficiencia, su eficacia, su calidad, sus alcances y repercusiones sociales en tanto el desarrollo y crecimiento económico, has sido desde los árabes, hasta los anglosajones, latinos, americanos, asiáticos y no se diga hoy con los africanos, tema controversial y de largas luchas en el sentido amplio: pues de ella depende la productividad y su condición económica, depende la salud; en una palabra, depende la vida misma. Hace aproximadamente 60 años la Universidad de Harvard, creo el primer programa de especialidad cuyo objeto era formar a los cuadros técnicos con competencias psicosociales para dirimir y mediar en los conflictos que ocasiona el agua uso y gestión del agua.
Hoy, las universidades y los gobiernos, grupos sociales no gubernamentales y los organismos internacionales, siguen dándole prioridad a este tema, más allá de la tierra misma; para el lector común que desee profundizar, es cosa de revisar en la web use palabras claves como gobernanza del agua ó tecnología del agua en los artículos científicos, monografías, ensayos y reportes de desarrollo institucional que sobre el tema se han producido en cantidades muy significativa en lo que va de este siglo.
La ciencia y la tecnología, más allá de ser una herencia cultural y educacional decisiva para nuestra sociedad, a diario nos presenta nuevos dispositivos de innovación tecnológica para lograr preservar este liquido, que es algo más que un producto material y que ha entrado al debate de las políticas públicas y por tanto a recuperar, trans e interdisplinariamente sus posibles soluciones. Desde la formación de los nuevos profesionales que deben atender sus problemas fundamentales, hasta el conocimiento de la cultura del agua, son tareas inaplazables para los gobiernos del mundo que quieran estar a la cabeza de los grandes problemas internacionales.
Es decir, quien controle el agua, controlará al mundo. Por ello, los grupos de poder habrán de buscar dominar, ya no arrebatando con la fuerza bruta, los ríos, canales, los conductos y mecanismos hidráulicos o cualesquier dispositivos de tratamiento o almacenamiento de agua, sino que esperemos, su talento, esté basado más que en la astucia en la inteligencia humana, para que se remitan a los estudiosos y a los lideres en el tema, para buscar solucionar (en grupos y colectivos más amplios, acompañados de sus gobiernos) y en su caso, generar los recursos humanos competentes y las condiciones estructurales (planes, programas, proyectos) y su correspondiente infraestructura y equipamiento de punta, para producir las innovaciones y estrategias que permitan afrontar sus grandes problemas y retos que se tienen con el uso, manejo, distribución y en general, para el logro de una gestión eficiente y eficaz del agua…El agua también es cultura…
*Doctor en Pedagogía/UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.