Por Oscar Lara Salazar*
El caballo es el mas hermoso de los animales. Desde la conquista hasta nuestros dias ha jugado un importante papel en la vida de Mexico. El caballo se ha clasificado como un amigo, –y aliado diria yo–, del hombre. Pero no solo eso, el caballo ha sido factor importante y en ocasiones, hasta decisivo, en los grandes movimientos sociales de nuestra nacion. Asi se acredito en las revoluciones, tanto de Independencia de 1810, como la mexicana de 1910, solo por citar los dos casos mas importantes.
En los tiempos del Mexico moderno; en la medida que el pais se aleja de la vida rural para vivir su realidad urbana, el caballo ha pasado de ser un sujeto de trabajo a un objeto de elegancia y distincion. Los artistas que han abordado el tema del caballo, siempre han unido a el hombre al caballo, cuando quieren representar la energia, el valor, el heroismo o la gallardia. Pero mas alla de ello, existe un placer especial en la gran mayoria de los mexicanos en la monta del caballo, y lo que es mas, muchos, que con verdadera destreza de talento para el manejo de las rienda del corcel, hacen de esta practica, un verdadero arte.
Para todos aquellos que nos apasiona la practica de la montura y el tema de los caballos, me parece de interes compartir la riqueza en aprendizaje que contiene el libro “Conceptos Ecuestres”, escrito por el mayor de caballeria y profesor de equitacion, Jose I. Lepe, publicado en 1946. Lepe, quien dedico su vida a la ensenanza de este deporte, pero tambien, a la lectura de muchisimos libros que abordaban esta materia, de los cuales fue seleccionando lo que de ellos le parecia mas importante y con ese material escribio el libro citado, el cual es para disfrutarlo, no solo por las lecciones y los consejos que nos trasmite para entender la equitacion, sino que, sus sentencias constituyen en mas de un sentido, verdaderas lecciones para la vida.
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Piensa en la mujer cuando trates de llevar un corcel a tu casa; no es suficiente con que puedas mantenerlo, es preciso que sepas también montarlo.
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Hay hombres de a caballo que no sabiendo montar, pretenden convertirse en profesores y tratan de enseñar a los demás, lo que nunca pudieron hacer ellos mismos.
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Dime que clase de caballo te gusta montar y te diré que clase de charro eres.
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Por fortuna, para los malos cabalgadores, hay muchos malos caballos a quienes echarles la culpa.
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Para llegar a ser un hábil jinete, tres cosas nos son necesarias: naturaleza, estudio y práctica.
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Hay caballistas mediocres que se toman a veces más trabajos para aparecer como hábiles, que los esfuerzos que necesitarían para serlo en verdad.
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La fortaleza física asegura al hombre la permanencia sobre el caballo; la inteligencia, el control, y la decisión nos proporciona el éxito.
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¡Mal haya el caballero que mal las espuelas calza! ¡Mal haya el caballista que mal de las espuelas se sirve!
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Al cuaco propio como al ajeno, la silla después del freno.
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El oro se prueba con el fuego; la mujer con el oro; el hombre con la mujer y el caballo con el freno.
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Los cabalgadores tienen cuatro enemigos: la ignorancia, la inercia, el poder de la costumbre y las opiniones de los demás. Solamente montando y meditando se pueden librar de ellas.
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No hay buenos o malos corceles, lo que existen son caballerías mal o bien aprovechadas.
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Se le preguntó a un corcel que era lo que más le pesaba sobre el dorso; la silla, un jinete gordo, uno flaco, uno alto o uno chaparro?, el animal contestó: un tonto.
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Indomable es una palabra que sólo se encuentra en el diccionario de los caballistas ineptos.
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Entre los caballistas no son tantos los que se caen, como los que tienen miedo a caerse.
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Es preferible ser jinete sobre un asno, que pelele sobre un pura sangre.
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En un caballo manso, vas seguro; en uno nervioso, vas a prisa; en un bien adiestrado, vas contento; y en uno resabiado, vas al sepulcro.
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A los caballos se les juzga como a las mujeres: cuando son hermosos se les disimula los defectos, cuando son feos se les hacen resaltar.
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Los jinetes que montan caballos muy chicos dan la impresión de viejos verdes enamorando colegialas.
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Los caballos hacen a veces cosas muy interesantes y bellas viudas:
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El hombre de a caballo que es capaz de recibir un consejo, casi siempre es superior al que se atreve a darlo. Si no hubiese paseos públicos a donde ir alardear de jinetes, muchos caballeros nunca montaran a caballo.
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El que no sabe gozar cuando monta a caballo, no debe quejarse cuando se baje. La jineteada debe de ser como la mujer: debe de ser recatada.
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El orgullo del buen jinete consiste en hablar bien de su cuaco; el placer del jinete torpe, es hablar bien de si mismo.
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Muchos de los hombres de a caballo que quieren ser hábiles, se conforman con que les digan que lo son. No prestes vuestro caballo a un amigo que no sea jinete, pues corréis el riesgo de quedarse sin amigo y sin caballo.
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No hay cabalgaduras tan incomodas como aquellas que tienen mucho brío y poca educación. El verdadero hombre de a caballo debe de ser racional y prudente en el método, pero resuelto y enérgico en la acción.
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Al caballo como al amigo, antes de necesitarlo, pruébalo. Los cuacos malos ponen de manifiesto a los montadores buenos. Los corceles buenos descubren a los jinetes malos.
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Coleccionar caballos es tan absurdo como el coleccionar mujeres, aun teniendo dinero para mantenerlos.
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A un sólo hombre le es físicamente imposible cabalgar más de dos o tres corceles, sin contar que no siempre se tiene tiempo o se está de humor para ello, de donde resulta que, los coleccionistas mantienen sus cuadras para que otros los monten.
*Cronista de Badiraguato.