Alrededor de 3 mil personas se reunieron en la Avenida
Revolución para disfrutar de un concierto gratuito que
fue el cierre del Festival Tijuana Interzona 2012.
Por Jaime Cháidez Bonilla*
“Ustedes son mi milagro, bendita tú: Tijuana” gritó la cantante Lila Downs en la noche de clausura del Festival Interzona 2012, debajo de un gran reloj que no marca las horas en plena Avenida Revolución.
Alrededor de 3 mil personas se aprietan en la calle, cuerpo a cuerpo y con la brisa de octubre brincan, bailan, cantan y se dejan llevar por la chamana Ana Lilia Downs, aka Lila Downs, mujer que está en plena madurez musical con 44 años cumpliditos.
A lo largo del concierto Lila cambia de vestuario y de piel, colorida y bailadora, hasta rendirle un homenaje a la que califica como una “fronteriza de espíritu”: Chavela Vargas. Se oye la voz de Chavela en la voz de Lila: La barca en que me iré, lleva una cruz de olvido, lleva un cruz de amor, y en esa cruz sin ti, me moriré de astío…
“Me da tanto gusto ver que Tijuana se está renovando” dice al micrófono la cantante mientras que, entre público, un gringo turista saborea un vaso con nieve de limón. Al concierto han llegado jóvenes, adultos, personas de edad mayor, son asistentes vario pinto. En efecto, es como si la Revolución volviera a ser la calle de hace una década, de hace 20 años, o la que provocó el nacimiento de Tijuana Brass y su padre Herb Alpert.
Cuentan que en Oaxaca se toma el mezcal con café dice en una de sus canciones Lila y la gente baila la cumbia como queriéndose comer la noche sabatina. El sonido es espléndido, suena desde la calle Primera hasta la Segunda, toda una cuadra donde se ha vuelto tradicional un concierto de clausura en años anteriores. En algún momento, Lila Downs reconoce el esfuerzo de este tipo de festivales hechos por la comunidad, el espíritu independiente que permite a cualquier persona disfrutar de un concierto gratuito (hace apenas unos meses, en el Jai Alai, muchos se quedaron con las ganas de ver a Lila con sus “Pecados y milagros”, por el alto costo de los boletos).
La Martiniana, Cucurrucucú Paloma, Vamonos, Dios nunca muere… Una a una, las canciones se continúan y la artista se da tiempo de recibir flores de entre el público. Hacía tiempo que no se daba este encuentro directo entre los tijuanenses y esta mujer que ofreció sus primeros conciertos en Tijuana en noviembre de 1998 ( http://youtu.be/xvO6jARLVcA ). Hace 5 años el Centro Cultural Tijuana también la presentó gratuitamente a propósito de los 25 años de la institución.
Se despide con la cumbia del mole pero la gente le grita que regrese, otra-otra-otra, y Lila retorna con una clásica de sus primero discos, Naila, una suave balada llena de amargo dolor (Ya me embriagué con otro hombre, ya no soy Naila para ti). Y después se pone un rebozo morado para interpretar otra clásica, “La llorona”.
De nuevo desaparece la cantante y sus músicos. Parece un final definitivo. Parte del público se comienza a marchar satisfecho. Sin embargo, otro sector pide más y más y Lila Downs regresa para ofrecer otro par de temas, La cucaracha y El corrido de Tacha La Teibolera.
Ahora sí, satisfechos, los presentes aceptan la despedida y comienzan el éxodo rumbo a otros lugares. La calle está viva, la avenida Revolución ha salido de su eutanasia y los caminantes quieren cenar rebanadas de luna después de una noche sabatina musical.
*Periodista cultural.