Por Oscar Lara Salazar*
En estas últimas semanas en Sinaloa mucho se ha debatido el tema de la mujer. Este es un asunto de debate permanente en estos tiempos. No es ocioso que abundemos un poco en la participación de la mujer en los grandes movimientos sociales de México. En esta ocasión, por su cercanía con el mes de la Independencia, bien vale la pena conocer el papel que las mujeres jugaron en esta gesta y el nombre de algunas que más sobresalieron por su decidida participación.
Por aquellos años, la mujer estaba excluida de la población activa del país. Durante el tiempo de la Colonia estuvo prohibido al sexo femenino dedicarse al trabajo del comercio. El Virrey Josef de Azanza, permitió, previo permiso real, “a las mujeres ocuparse en cualquier de las labores compatibles con el derecho y fuerzas de su sexo” según la ordenanza de fecha 19 de noviembre de 1799.
Las niñas escolares, en la época, cuando pertenecían a las clases ricas pasaban una vida estéril. Para educarse les bastaba rumiar el catecismo, leer corrido y mal escribir, bordar con chaquiras y mal saber modales de etiqueta culinaria, vestir la moda de las cortes de Madrid o Lima, bailar y tocar un poco algún instrumento musical. Respecto a las niñas pobres, puede asegurarse que carecían de educación por falta de escuelas públicas. Esta era la situación de la mujer cuando se desata la guerra por la independencia de México. Aun en esa situación, destacan valientes y patrióticas mujeres que fueron ejemplo de entrega a la causa de la liberación del yugo extranjero. He aquí algunos ejemplos:
Doña Josefa Ortiz de Domínguez
Es sin duda, doña Josefa Ortiz de Domínguez, la primera dama que destaca en la lucha por la independencia, ya que fue ella precisamente, la que envió el aviso al cura Hidalgo de que la conspiración había sido descubierta y que apresurara el movimiento ya que era inminente la persecución.
Este mensaje se puede traducir en las bellísimas palabras de don Ignacio Ramírez “El Nigromante”: En pos de estas letras van la prisión y la muerte; mañana serás un héroe o un ajusticiado; en esta revolución está la pérdida de mi libertad; pero este sacrificio no será estéril, porque se que me mandarán en contestación el grito de independencia”
Doña Antonia Nava y Doña Catalina González
Debemos recordar las famosas acciones de las heroínas doña Antonia Nava y doña Catalina González, quienes al ver que Don Nicolás Bravo, en el sitio que sufrió en Xicala, se encontraba desesperado y sus tropas desanimadas por el hambre que sufrían, se presentaron ante el general, y la primera, con voz resuelta dijo: “venimos porque hemos hallado la manera de ser útiles a la patria. No podemos pelear, pero podemos servir de alimento. He aquí nuestros cuerpos que pueden repartirse como ración a los soldados”. Al terminar sacó un puñal para herirse, pero los soldados, emocionados, se lo arrancaron de las manos y el desaliento huyó de ellos.
No satisfecha la heroína, a quien llamaban La Generala, con aquella grandiosa acción, algún tiempo después, cuando contempló ensangrentado el cadáver de uno de sus deudos que asesinado por los realistas había sido llevado a la presencia del gran Morelos, y cuando este intentaba consolarla, manifestándole que por la patria aún mayores sacrificios debían hacerse; Antonia Nava, con voz entera y ahogando su dolor, dirigió a Morelos estas sencillas pero elocuentes palabras:
—“No vengo a llorar, no vengo a lamentar la muerte de este hombre; se que cumplió con su deber; vengo a traer cuatro hijos: tres pueden servir como soldados y el otro que está chico será tambor y reemplazará al muerto”.
Doña María Tomasa Estévez
Los insurgentes nunca fusilaron a mujer alguna del partido realista pero en cambio este manchó sus armas con sangre del bello sexo.
En agosto de 1814, una partida de realistas sostenía reñida acción con grupo de independientes; durando la acción desde las ocho y media de la noche hasta las siete y media de la mañana del día siguiente, cayendo prisionero los patriotas Miguel Yánez, José Esquivel y Eustaquio Hernández.
Mandó Iturbide que los pasaran por las armas en Villa de Salamanca el mismo mes de agosto de 1814. “Se fusiló al mismo tiempo –agrega Iturbide- a María Tomasa Estévez, comisionada para seducir a la tropa, y habría sacado mucho fruto por su bella figura, a no ser tan acendrado el patriotismo de estos soldados”.
Doña Rafaela López Aguado de Rayón
Doña Rafaela ofrenda a sus hijos a la patria y los anima a luchar por la independencia. En trance difícil, cuando el más joven de sus hijos es condenado a muerte, y el aprehensor le ofrece esa vida a cambio su influencia para que sus otros cuatro hijos se separen de los independentistas, ella, tentada en tal forma, opta por el sacrificio de su hijo en aras de la patria. Ejemplo de mayor patriotismo ya no puede existir en una mexicana.
Doña Manuela Herrera
Huérfana de madre, quemó su hacienda para no proporcionar recursos a sus enemigos. Fue ella la que alojó al inmortal Mina en el Rancho del Venadito, donde cayó prisionera con su ilustre huésped y perseguida después, robada, insultada por una soldadesca incapaz de respetar el heroísmo. Tuvo que vivir en medio de los bosques, desnuda y hambrienta, como una ermitaña consagrada a la soledad.
Doña María Fermina Rivera
Nació en Tlaltizapán, fue viuda del coronel de caballería don José María Rivera y tuvo que luchar con hombres terribles, caminos fragosos, climas ingratos y cuanto mal padecieron sus compañeros de armas.
Tomando un fusil de uno de los muertos o heridos, sostenía el fuego al lado de su marido y con el mismo denuedo y bizarría que pudiera un soldado veterano.
Murió en la acción de Chichihualco, defendiéndose valerosamente al lado de Vicente Guerrero en febrero de 1821.
Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín
Era la noche del Lunes Santo de 1811, en la casa de los Lazarín se hallaban distinguidas personalidades en amena convivencia. De pronto un repique de campanas a las 8 y media de la noche y una salva de artillería pusieron en alerta a los reunidos, ya que se supo que lo que anunciaba era la prisión de Hidalgo y un puñado de sus correligionarios.
En la casa de Lazarín, la noticia aquella cayó como rayo, ya que algunos de los reunidos eran abiertamente partidarios de la causa independentista. La confusión parecía imponerse, cuando una mujer con aplomo patriótico se levantó en medio de todos para decirles:
— ¿Qué es esto señores? ¡Qué! ¿Ya no hay hombres en América?
Los cobardes, confusos aunque reanimados preguntaron:
— ¿Pues qué hacer?
— ¡Libertar a los prisioneros!
— ¿Pero cómo?
—De la manera más sencilla: ¡Apoderarse del Virrey en el paseo y ahorcarlo!
Esa noche nació la conjura conocida en nuestra historia por la conspiración del 11, que si bien fracasó si le acarreó grandes repercusiones al gobierno virreinal ya que en ella participaron distinguidos hombres de letras, de ciencia y de la Iglesia.
Doña Leona Vicario
Esta mujer corona el heroísmo de la lucha por la Independencia. María Soledad Leona Camila, que era su verdadero nombre, nació el día 10 de abril de 1789. Siendo su origen de clase alta, a edad temprana se declaró partidaria de la independencia. Casó en segundas nupcias con don Andrés Quintana Roo. De sus bienes particulares apoyaba la lucha, se deshizo de sus joyas y demás objetos personales para la causa, sufrió la persecución y finalmente fue llevad a prisión. El juez, señor Berazueta, llegó hasta tratar de atemorizar a Leona para obligarla a que delatase a sus cómplices, pero nada pudo vencer la firme resolución de esta ejemplar mujer. Sostuvo correspondencia y trató personalmente con el generalísimo Morelos.
Después de salir de prisión
anduvo a salto de mata. Fue mujer de instrucción, polémica y polemista, jamás desmayó su espíritu encendido y fue fiel a su causa hasta que el 21 de agosto de 1842 a las nueve de la noche muere en su casa de los sepulcros en Santo Domingo. En su lápida aparece el siguiente epígrafe “Yacen aquí los restos venerados de doña leona Vicario de Quintana . Cooperadora en la vida y eficaz en la Independencia de su patria; por cuya libertad sacrificó sus bienes, y renunció a los atractivos de su juventud, en sus más bellos días. Murió el 21 de agosto de 1842 ¡Séale la tierra leve!
Posteriormente sus restos fueron trasladados a la rotonda de los hombres ilustres en el cementerio de Dolores.
Don Luis González de Obregón, quien escribió Episodios de la Guerra de Independencia, apunta en sus relatos, que se puede decir para elogiar dignamente a nuestras heroínas, las palabras son pocas, las frases pálidas: los mismos hechos pregonan su grandeza. “Solamente los poetas,- dice González Obregón- con liras de marfil y cuerdas de oro son dignos de cantarlas; nuestra prosa es débil, imponente; desalumbrados por los resplandores de tanta gloria, nos contentamos con depositar humildes laureles, símbolo de nuestra gratitud sin límites, sobre las tumbas ignoradas de las madres de nuestra madre La Patria.”
*Cronista de Badiraguato.
que chido
Gracias desde Canadá.