Alvarado fue uno de los militares revolucionarios más cultos. En La reconstrucción de México (3 tomos), publicada en 1919, diagnóstica puntualmente la situación económica, social y política de un país destrozado por la guerra fratricida. En este extenso trabajo, Alvarado criticó, pero también estableció lo que a su juicio, podía resolver o encausar las dificultades por las que atravesaba México.
Después de su experiencia como responsable del gobierno en Yucatán, que terminó en 1918, cumplió de manera efímera la encomienda de Carranza como jefe de operaciones militares en Veracruz y Oaxaca.
Posteriormente se concentró en la ciudad de México, dedicándose a leer y escribir, pero también a la política. No obstante que las elecciones presidenciales serían un año después, el mundo político y militar estaba expectante, deseaban saber quién sería el próximo candidato.
Ambicionaban la presidencia del país, sin duda Álvaro Obregón Salido, que de manera estratégica se había retirado a Huatabampo a sembrar garbanzo y trigo, esperando los acontecimientos. Su fino olfato político y experiencia militar le permitían una visión amplia de lo que vendría. Tenía los hilos de la información de todas y cada una de las regiones militares del país, así como de las intrigas tejidas en el gabinete carrancista, al cual había pertenecido en el pasado reciente como Secretario de Guerra; un buen equipo lo respaldaba en la divulgación de sus aspiraciones de todos conocidas. Era hombre práctico, en contraste con Salvador Alvarado, que era estudioso, reflexivo y conciliador. En la jugada política también aparecía el Gral. Pablo Gonzáles, militar dispuesto a jugarse el todo por el todo en sus pretensiones. Tenía serias diferencias con Obregón, era intransigente y según informes en poder de Obregón, un pacto con él, llegado el momento, era imposible. Tal situación enrarecía aun más el ambiente y se percibía un nuevo estallido social. Por otra parte, se hablaba de una eventualmente postulación de Adolfo de la Huerta, a la sazón, gobernador de Sonora.
Corría el año 1919 y en la capital, el Gral. Alvarado había fundado el periódico El Heraldo de México; en los círculos intelectuales se comentaba que tal vez a través de este diario, Alvarado soportaría sus aspiraciones presidenciables, cosa que Alvarado siempre negó. Pero cómo podía explicarse que, desde su llegada a la ciudad desarrollara una gran actividad entre antiguos compañeros de armas, intelectuales, periodistas, escritores, políticos y gente del gabinete presidencial.
El escenario nacional presentaba una serie de organizaciones políticas regionales, pero a juicio de Alvarado, faltaba una de carácter nacional, que no dejara la elección presidencial sólo a la voluntad de los participantes. De manera tardía (15 de agosto de 1919), hizo circular en El Heraldo de México, un documento que poco antes había enviado a Obregón y Pablo González; ambos militares tal vez, interpretaron este documento, no sólo como un pre destape, sino como una plataforma de campaña, pues en dicho escrito, Alvarado analizaba la situación del país y una posible intervención norteamericana; destacaba algunas propuestas para la reconstrucción nacional, por lo que convocaba a una convención nacional, de donde surgiera un candidato que no fuera Gral. de División; todo esto sucedía cuando ya Obregón había lanzando su candidatura mes y medio antes (1 de julio de 1919), previendo siempre cualquier madruguete, con los resultados de sobra conocidos. Las manifestaciones a favor de Álvaro Obregón se multiplicaban un día sí y otro también, claro, sin el visto bueno de Carranza, pero que se abstuvo de romper públicamente con Obregón. Militares, partidos regionales, diputados y personajes de la política nacional se inclinaban a favor de Obregón. Alvarado se empecinó contra las candidaturas personalistas, y sus escritos no gustaron ni a Obregón ni a González. Salvador Alvarado no percibió que con su postura firmaba su sentencia de muerte, cuando en referencia a Obregón y a González, señaló que con ese tipo de candidaturas: ‘‘…se conformaría en México el sistema de las dictaduras militares, que no tienen otra finalidad que perpetuarse en el poder, porque está en su propia naturaleza; para lo que acuden a toda clase de medios, incluyendo en ellos la corrupción, el despilfarro de los fondos públicos, el favoritismo, persecuciones y el asesinato. Salvador Alvarado instó al presidente Carranza a dicha convocatoria de donde surgiría un gran partido y por consiguiente un candidato único, Carranza dio esperanzas al Gral. Alvarado en la convocatoria nacional, porque temía que con la llegada de cualquiera de los dos militares (Obregón o González), el país entrara en otra etapa de guerra, por lo que alentó la candidatura del ingeniero Ignacio Bonillas, entonces embajador de México en la Unión Americana, oficializando su candidatura en 1920, apoyado por organismos políticos creados a propósito, pero sin ninguna posibilidad de triunfo, cuando ya de la maquinaria obregonista que había recorrido un gran trecho, sólo se veía el polvo. Para entonces la suerte de Carranza estaba echada y Salvador Alvarado no caminaría mucho por el tiempo para constatar en carne propia la verdad de sus propias aseveraciones; el 10 de junio de 1924, en el rancho El Hormiguero, Tabasco, encontró la muerte, enviada por Álvaro Obregón en las balas asesinas del Gral. Federico Aparicio, comandante de la tropa.
En su afán estabilizador Alvarado no alcanzó al vislumbrar, no sólo la traición de Carranza, sino la perversidad de Álvaro Obregón; confianza, ingenuidad o buena fe (como don Francisco I. Madero), guardadas las proporciones, lo cierto es que su muerte se sumó a la de todos aquellos que se opusieron a las desmedidas ambiciones de poder del Gral. Álvaro Obregón. El fin justificó los medios en la carrera del caudillo; pero también su fin, fue producto de los medios empleados para llegar, por segunda vez al poder y perpetuarse en él, tal y como lo vaticinó Alvarado cinco años antes.
Bibliografía:
• Salvador Alvarado, Othón Herrera y Cairo, Gobierno del
Estado de Sinaloa, imprenta Once Ríos, 2004.
• Los orígenes del Nuevo Estado Mexicano,
Francisco José Paoli Bolio, Ediciones ERA.
• Gral. Salvador Alvarado José Alejandro Sánchez Flores,
Ed. Historia Herencia Mexicana, Tuxtla Gutiérrez, 2012.
• Mis Sueño, Salvador Alvarado, Secretaría de
Divulgación del CEN-PRI. 2º edición, 1980.
• El genio de la raza, La concepción ética de la Revolución
Mexicana, biografía del Gral. Salvador Alvarado, Gustavo
Abel Hernández Enríquez. Conaculta, Isic, Gobierno del
Estado de Sinaloa, Ayuntamiento de Salvador Alvarado,
Comisión Estatal para las conmemoraciones de 2010, Sinaloa.
*Locutor e historiador.