Por Juan Cervera Sanchis*
Vive León Felipe en la calle Miguel Schultz. 73-3°. Colonia San Rafael, Ciudad de México. Vive al cuidado de Trinidad Corona, Trini, una mujer sencilla que se desvive por atenderlo. León la tiene en un alto aprecio. Ella siempre está alerta a la voz del poeta y en cuanto este exclama:
-!Trini! Esta Trini de todos los ángeles, que es una exquisita cocinera, aparece presta a obedecer sus órdenes.
La casa de León es en realidad un pequeño departamento de aspecto humilde. Lo único destacable en su interior son los muchos y desordenados libros que hay por todas partes y que, algunas de las personas que visitan al poeta, se los llevan a hurtadillas, por lo que León nos comenta, cuando busca determinado titulo y no lo encuentra:
-No sé donde esta ese libro. Todo se lo llevan.
Pero a León no le dura el enfado un minuto. El vive como un místico, por lo que carece de apegos y no considera nada material suyo. Suyo, lo que se dice suyo, solamente es su alma y su poesía.
León Felipe, casi siempre, está sentado en un mullido sillón en el lugar más silencioso de la casa. Ahí mismo tiene su cama, una mesita pequeña para escribir y otra mas grande para amontonar papeles, cartas y más libros. Su cama nos recuerda la de las celdas de los reos. En la pared, por encima de la cama, cuelga una cruz sencilla de madera, una reproducción de “El Guernica” de Picasso y otra de “El retrato de un desconocido” de El Greco. A un lado podemos ver una fotografía de Dona Valentina, la madre del poeta, así como otra de Berta Gamboa, quien fuera su esposa. En la pared de enfrente hay otros retratos. Estos son de Carlos Arruza, el gran torero, quien era su sobrino. En uno de ellos está entrando a matar a un toro. En otro vemos a Arruza con su hijo pequeño y hay otro mas donde lo vemos con un sombrero vaquero, sonriendo y en plenitud de vida. En otra de las paredes hay colgado un pequeño violín y un retrato al oleo de Berta Gamboa.
La manta que cubre la cama de León es verde y sirve la cama de sofá para que se sienten o se echen a descansar algunos de los amigos que lo visitamos. Siempre se está en casa de León Felipe y junto a él como si fuésemos viejos y entrañables amigos. No hay protocolos frente a él. León es un poeta. El poeta y, los poetas de verdad, como lo es el, son hombres generosos y sencillos. No ha olvidado León Felipe, por más que ahora está en la cúspide de su gloria literaria y sus admiradores lo tratan como si fuera una especie de santón, que un día “comió en rancho de castigo con ladrones y asesinos”, ni tampoco olvida “que viajo en las bodegas de los barcos”. León sigue siendo un hombre, un poeta, el poeta, el hombre. No hay más que decir.
*Poeta y periodista andaluz.