El Virrey Juan Ruiz de Apodaca, Conde del Venadito, nombro al oficial realista Agustín de Iturbide comandante del ejercito del sur, para combatir a los insurrectos; lejos de hacerlo este, lanzo el Plan de Iguala declarando a México país independiente y católico; sostenía en dicha proclama que Nueva España era por igual, “el hogar” de criollos, peninsulares, negros e indios. Unidas las tropas de Guerrero e Iturbide, convertidas en el Ejército Trigarante, tomaron el control de México, enviando a España al Virrey Ruiz de Apodaca. De manera emergente la Corona envió a Juan de O´ Donoju, para firmar los tratados de Córdova, aceptando así, la independencia del nuevo orbe. El Ejercito Trigarante, arribo a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, fecha en que se reconoce la consumación de la independencia. Para 1822, con la oposición de los viejos insurgentes, Iturbide se proclamo emperador de México (Agustín I), provocando otra rebelión. Don Vicente Guerrero en principio acepto la coronación de Iturbide como emperador, pero después lo combatió junto con Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo, dado los excesos cometidos por don Agustín. Derrocado el imperio y redactada la Constitución de 1824, el nuevo país, entro en una grave crisis social, política y económica; ninguno de los grupos encontraba la forma de consolidar la incipiente nación. Vicente Guerrero se opuso a la rebelión de Nicolás Bravo, contra el presidente electo Guadalupe Victoria (1824-29), derrotándolo en Tulancigo, obligándolo a exiliarse por más de cinco anos. En esa terrible confusión, masones del rito de York y escocés, federalistas y centralistas o liberales y conservadores se disputaban el control político. Las elecciones se realizaban pero no se respetaban; el nuevo gobernante era derrocado por otro grupo y la única forma de acceder al poder era a través de las armas. La situación era caótica en las tres primeras décadas de la nueva republica, que tan solo en ese lapso tuvo más de 30 presidentes y tres constituciones: 1824, 1836 y 1843; el ejercito absorbía la mayor parte del gasto y se deterioro la economía, la agricultura así como la explotación de las y la industria detuvieron su crecimiento. Antonio López de Santa Anna, sin duda es el personaje que describe muy bien esa etapa de la incipiente republica. Ante la ausencia de liderazgos las logias masónicas asumieron el rol de partidos políticos. El rito de York, hizo suyas las ideas liberales; por su parte los escoceses apoyaron el orden heredado por la Corona. Hubo un intento por parte del Dr. Valentín Gómez Farías en 1833, de introducir reformas liberales, pero la lucha era feroz y encarnizada. Antonio López de Santa Anna y Anastasio Bustamante, simpatizantes del centralismo y el conservadurismo, ocupaban la presidencia de México de manera alternada durante el periodo 1835-1844. Este último ano cuando los liberales intentaron un cuartelazo, para tomar el poder, ya se veía venir la invasión norteamericana. Ese mismo año de 1884, México tiene nuevo presidente en la persona del veracruzano José Joaquín de Herrera, que viene a sustituir a Valentín Canalizo. Como es sabido, los norteamericanos ambicionaron desde siempre el territorio de la nueva nación mexicana, intentaron comprarlo en diferentes momentos y por distintos medios y ante la negativa del gobierno mexicano, invadieron de nuevo al país en 1846, para obtener por medio de la fuerza aquello que no habían podido comprar. Con los tratados de Guadalupe-Hidalgo, la Nueva Nación perdía de manera irremediable más de tres cuartas partes de su territorio original, debido en gran parte a la falta de estabilidad política y social, motivada por las ansias de poder de grupos carentes de conciencia nacional, que no encontraron la mejor manera de gobernar al país que había logrado independizarse de uno de los reinos más poderoso del mundo. A partir de entonces, esa conciencia nacional, empezaría a forjarse de manera paulatina pero ininterrumpida, en la mayoría de los mexicanos.
La Promesa, Eldorado, Sinaloa, septiembre de 2012.
*Locutor e historiador.