Por Miguel Angel Aviles*
Desde los trece años se fue de mojado con un tío y luego de entrar por Tijuana, subieron a Los Ángeles.
Vuelo 141, Aerocalifornia la compañía, Michoacán el destino. Luis Miguel Cervantes, 17 anos, vuelve a su tierra Tangamandapio después de llevar viviendo tres anos en los Ángeles California.
Los Ángeles, Tucson, Hermosillo, La Paz y Guadalajara será su recorrido en este viaje.
“Quien iba a pensar que yo iba a andar otra vez por aquí”, dice, y cuenta que desde los trece años se fue de mojado con un tío y luego de entrar por Tijuana, subieron a Los Ángeles.
Se acomoda el cinturón de seguridad y charole: “es mi matricula consular… con esto ya no me sacan tan fácil” afirma.
Desde el asiento 8C pegado a la ventanilla, con cuerpo de galgo oscuro, El Cancro, como presume que le apodan, comparte la curiosidad que trae con él: “es un gusto llegar y ver la tierra, pero no sé donde esta mi casa…”
“Mi tío me dijo donde vivía mi familia ahora, pero ahora a ver si doy”, apuesta a decir esperanzado, mientras observa, curioso, los cerros que se pierden, las nubes que se agigantan.
“¿Cual es la carretera que va para Michoacán?“ Pregunta desesperado, cuando apenas el avión va dejando suelo hermosillense. Retoma sus recuerdos y le cuenta a su acompañante o a si mismo: “trabajo desde los nueve anos, fui soldador allá en Tangamandapio. Acá en Los Ángeles trabajo en la construcción, en eso de las casas, haciéndole arreglo a las descomposturas.”
“Me pagan a nueve dólares la hora y trabajo ocho horas diarias”, afirma, y su mirada se pierde en algún punto de los que apenas se divisan, de los que ya son más que colchones de neblina.
Habla casi para él, voltea y es como si platicara con el ala del avión: “vivo en la ciudad de Comex, allá esta también un hermano, es tres ano menor que yo”. La verdad yo me imaginaba quelotrolado era diferente, pero es igual que México, nomas que acá no tienes a tu familia.
“Uno sale de la chamba y se va a cotorrear con la raza. Ahí donde vivo hay un resto de mexicanos. Salimos en bola, porque solo esta cabron. Hay veces que hacemos la pachanguita ahí entre todos. O vamos a cantar por ahí…”
“La cotorreo hasta la madrugada y luego me voy a dormir… vivo solo… bueno, vivo con una morrita que conocí en la escuela”, dice con presunción.
“Al principio no quería pero ahora ya se vino a vivir conmigo… se llama Isabel… Isabel”, repite como llamándola, como si la trajera ahí con el…
“¿Cual es la carretera que va para Michoacán?”, vuelve a preguntar y retoma la plática al tiempo que inclina su cuerpo como queriendo sacar la cabeza por la ventanilla.
“De vez en cuando nos contratan y vamos a echar la cantada… que de Lupillo Rivera… que de Chalino Sanchez”.
Al Cancro también le alcanza para reflexionar: “agarramos buena lana y sabiendo ahorrar si vale la pena ir para alla, pero si vas a los vicios mejor ni vayas…”
Y confiesa los suyos: “le he puesto a la coca, a la piedra, a la mota”, declara casi con orgullo, casi renegando, casi en la ficción…
¿Esa si es la carretera que va para Michoacán? Pregunta con ansia en el primer divisar de tierra. “¿Quien iba a pensar que yo iba a andar por aca?. Apenas ahora en la madrugada andaba en San Diego, llegue barrido al Aeropuerto… hasta el boleto se me quedo en el tablero del taxi, tuve que comprar otro”
Habla de su momentánea bonanza guardada para el viaje, confiesa jactancioso que sus bolsas no las trae vacías. Para sus hermanos trae juguetes, para dona Juventina y Don Pablo, sus padres, promete sorpresas: “voy a llegar en la madrugada al pueblo pero manana los voy a llevar a que se compren algo. No saben que vengo, ni se imaginan que voy para alla.”
El Cancro se apura el café, pide un jugo, unas galletas, cualquier cosa que le quite el hambre que dice traer… la azafata lo consuela con unas frituras que El Cancro deja a medias… ”no saben a nada” reniega pero la azafata en cambio le hace palpitar su hebilla.
Para oreja y escucha al capitán que anuncia la llegada a la ciudad de La Paz. “Diez minutos y estaremos aterrizando en…” se escucha y El Cancro insiste en que tiene hambre…
¿Esa si es la carretera que va para Michoacán? Pregunta otra vez al tiempo que pega su nariz en la ventanilla y divisa desde ahi el suelo lo que alcanza a ver del suelo sudcaliforniano.
El Cancro insiste: “traigo hambre y la quiere engañar con una coyota que ya la ha mordido a la mitad. No sabe cuando a ciencia cierta cuándo regresara a Los Ángeles: “No sé, voy a estar unos días… si me gusta a lo mejor me quedo un año.
Se pone las manos entrelazas en su vientre y se recuesta en el asiento en espera de que el avión otra vez despegue para seguir rastreando el camino que lo lleve a Michoacán.
*Abogado y escritor.