Nacional

¿Un Desafío Educativo y Cultural?

Por domingo 23 de septiembre de 2012 Sin Comentarios

Por Fidencio López Beltrán*

La Ciencia por gusto, una invitación a la cultura científica, escrito por el químico farmacobiólogo y comunicador de la ciencia, Martín Bonfil Olivera (Ed. Paidós Mexicana), es una obra que vale la pena releer, pues sirve de pretexto que ayuda a comprender, al menos a reflexionar, hasta dónde la ciencia se hace por gusto o por encargo, aun cuando se le califique de hedonista, o de utilitaria, respectivamente.

El mundo de la ciencia, sin duda es muy complejo, no solo por sus posicionamientos-debates epistemológicos y teórico-metodológicos que aborda y que no todo mundo entiende, sino también por los mitos que encierra de que es algo inalcanzable y que solamente un reducido número de personas la practican. Aspectos que bien podemos superar, divulgándola, metiéndonos a sus comunidades y haciéndola más amigable a todos.

Nadie dudaría de que la ciencia hay que hacerla por gusto, por el placer de conocer, construir algo interesante y por ende, compartirla al menos, a los niños, jóvenes, estudiantes y a las personas que se interesen por ella; pero lamentablemente, el asunto de la ciencia por gusto se agota cuando nos damos cuenta que la demanda social enfatiza en una ciencia que debe servir para resolver algo, que sus aplicaciones, conjuntamente con la tecnología, deben de contribuir a la innovación y al desarrollo social-humano de las personas, grupos y comunidades; el desarrollo científico y tecnológico acumulado desde mediados del siglo pasado así lo demuestra y es la gran demanda de la sociedad postmoderna.

Cuando se tiene enfrente a los grandes problemas de la sociedad, en particular los de la educación, reconocemos que los esfuerzos realizados por los gobiernos son escasos y a ratos propios de los rituales de simulación de la política utilitarista. Un tanto sorprendidos nos preguntamos: ¿cuál sería una nueva salida a estos viejos problemas que las políticas tradicionales no han sabido responder eficazmente? Y en nuestro contexto cultural: ¿qué pensarán los hombres y mujeres dedicados a la ciencia? ¿desde su disciplina científica, qué proponen para resolver y mejorar creativamente la calidad de vida de los ciudadanos en tanto sus procesos, productos y las relaciones interpersonales de bienestar, salud, paz, seguridad y productividad que tanto aspiramos lograr?

Si la educación recibida en toda época corresponde, de manera multidireccionada y no con menos contradicciones, al modelo de sociedad e individuos que la conforman, entonces en nuestros días requerimos formar hombres y mujeres ya no para la guerra, ya no para la abnegación social ni tampoco para alcanzar simplemente la buena ciudadanía, sino que se requiere formar ciudadanos productivos, competentes laboralmente y con valores orientados a la felicidad, al amor y al bienestar humano. Pero, esa educación que promovemos contrasta con las acciones reales del poder, que en su lucha por mantener o legitimar “un poder dominante”, promueven soluciones “políticas” poco científicas, que conducen a al fracaso de las estrategias y soluciones de intervención social, alejándose del desarrollo y metas imaginadas por los mismos científicos y educadores.

La ciencia, al igual que nuestra educación formal, desde su divulgación y promoción cultural, debe servir a crear mentes abiertas, flexibles y creativas, con capacidad de interrogarse y contribuir permanentemente a conformar equipos de trabajo, grupos cooperativos y colaborativos desde el nivel básico del sistema educativo, hasta el nivel universitario.

La ciencia, debe multiplicarse y ser alcanzable como las bellas artes y el deporte, siendo el espacio propio de una cultura que debemos cotidianamente enaltecer y hacer sentir y sentirnos altamente comprometidos e implicados en su realización dentro de las aulas, en los centros de cómputo, talleres y laboratorios de todo tipo, en los pasillos escolares y universitarios, en los medios telemáticos e impresos, en las redes sociales y en nuestras casas, como en todos aquellos espacios que podamos mostrar que si se puede hacer ciencia y educación dignas.

Por lo tanto, el desafío fundamental sería que nuestra mente y toda nuestra vida misma, se caracterice por un perfil de una política de divulgación cultural al servicio de los demás y que los recursos y resultados logrados hasta ahora se sumen como un gran equipo, a las motivaciones individuales y colectivas para la edificación del modelo científico y educativo deseado en esta sociedad y en este tiempo.

*Doctor en Pedagogía/UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

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