Por Alberto Ángel “El Cuervo”*
Yo tendría alrededor de cinco años… Pero pareciera que sucedió hace unos días por lo grabado que tengo esa ocasión… Todo era distinto en el México de entonces… Incluso el clima era distinto… Por las calles se podía transitar con gran libertad y las noches no eran tan inseguras como pudieran resultar en la actualidad… Era la primera vez que iríamos a la ceremonia de “El Grito”… Yo fantaseaba de mil maneras acerca de ello… ¿Por qué alguien tendría que gritar para celebrar a México y con mayor razón el Presidente…? Y cómo gritaría… ¿Diría algo así como “ay” o alguna otra interjección de dolor? Y luego, según me contaban mis padres, tocaban la “campana de dolores”… No, pues si la campana era de dolores, entonces seguramente algo le debían hacer al Presidente para que gritara… No cabía la menor duda, la ceremonia de “El Grito” tenía que ser alguna situación de tortura para celebrar la independencia… Pero ¿por qué lo torturaban? ¿Sería tal vez en remembranza de lo que habían sufrido Hidalgo y los demás personajes…? Mi Maestro Don Carmito, de primero de primaria, me había hablado de los héroes de independencia, pero no me había dicho nada de ningún grito… Después, me contaba mi padre, iríamos a comer buñuelos y antojitos… Pero yo no sabía lo que eran los buñuelos… Era la primera vez que escuchaba la palabra tan común en el centro del país y más que algo delicioso, como me contaban, me sonaba a una especie de moño para adornar un regalo… Por otro lado, los antojitos para mi niñez y como digno hijo de quien había nacido en Mérida, no eran otra cosa más que comida yucateca… ¿Por qué celebraba todo México con algo que se comía en Yucatán…? Finalmente, recorrimos las calles del centro de la ciudad capital, para ver el alumbrado que con motivos de las fiestas se había puesto de manera especial… Verdaderamente fascinado, volvía la vista a diestra y siniestra mientras recibía comentarios y explicaciones de mis padres… Tanto estímulo, el horario infantil y tanta caminata en la verbena popular que se hacía en el bosque de Chapultepec, me rindieron… Y sólo recuerdo las palabras de mi madre intentando despertarme del sueño profundísimo en sus brazos: “¡Ahí va el grito, hijito, despierta… Va el grito…!” Pero el cansancio me impidió observarlo, por lo que pasarían muchos años para saber que la ceremonia del grito de independencia, era algo totalmente distinto a lo que habían imaginado mis cinco años… Y ahora, estaba a punto de entrar a cantar de nueva cuenta en el festejo previo a la famosa ceremonia del grito… Sólo que la fascinación que en mi infancia tenía todo esto, ahora se presentaba de forma muy distinta en la emoción… El sabor de boca no era muy grato… Algo hubo en la atmósfera que nos llenaba de desazón… Protestas, prepotencia, disparidad, temor, carestía, sensación apocalíptica… Y una percepción de coraje contenido o ya sin contener en muchos… Todo eso se vivió convirtiendo el grito en muchas intenciones que fueron muy distintas del “¡Viva México!” de siempre… La lluvia tal vez… Las mareas solares… El deshielo o el cinismo… No lo sé, pero fue distinto, muy distinto… Y al día siguiente, mientras se daba el desfile, el locutor de algún canal de televisión que narraba el evento, cuando el contingente de las dos agrupaciones charras participantes, Federación de Charros y Asociación Nacional de Charros cerraba el desfile, preguntó dos cosas: “¿Por qué desfilan los charros en una parada militar?” y la otra pregunta fue: Cuál era la diferencia entre charro y mariachi… La primer pregunta, fue respondida a medias… Cuando el pueblo fue convocado durante la segunda guerra para ofrecerse voluntariamente a defender la soberanía y seguridad nacionales, los charros fueron los primeros en llegar. Lo cierto es que Los Charros, como tales, ya desde mucho antes, tuvieron participación relevante en muchas situaciones beligerantes… Incluso, de una u otra manera constituyeron una especie de ejército o agrupación armada para garantizar la seguridad en el campo de nuestro país. Esta agrupación fue conocida como “Los Rurales” y fueron sumamente respetados por su convicción de servir y su honestidad proba. Durante la gestión del Presidente Manuel Ávila Camacho, Los Charros fueron nombrados por decreto, “Primera reserva del ejército mexicano”. Por esa razón, aquellos que pertenecemos a alguna asociación federada o a la Asociación Nacional, podemos desfilar con los registros pertinentes. La segunda pregunta que el locutor hizo, de plano quedó en el aire y a raíz de ello, muchas personas me han pedido les aclare dicha cuestión. Ya he hablado aquí acerca de ello. El Charro, surge en el campo, desarrollando las labores propias del “ranchero”, que fue como se llamó primeramente… El término charro, fue acuñado cuando los rancheros comienzan a adornar sus trajes que surgen exclusivamente de las necesidades de su labor y con diseño propio, de manera demasiado recargada, abigarrada, cayendo en el mal gusto… Por esto comienza a llamárseles payos o charros, porque algunos españoles decían que les recordaban en su exceso a los aldeanos de Salamanca, España. Pero si observamos los trajes, son completamente distintos de tal forma que sólo el nombre surge de allende el mar, sólo el nombre. Con el tiempo, el traje de charro, se oficializaría y sería considerado como “atuendo nacional mexicano” con todas sus reglas que deben respetarse si se quiere portarlo como debe ser… ¿Cuál sería entonces la diferencia con el traje que utiliza el mariachi? Veamos: En tanto que esos nuestros afamados músicos mexicanos tienen su origen primeramente en épocas prehispánicas y ya como mestizos formando parte de las comunidades de la región que ahora comprende parte de Jalisco, Nayarit y Colima básicamente, sus trajes eran similares ya que el origen es el mismo… Pero, cuando la separación profesional exige diferentes rubros en uno y otro, es cuando la diferencia se vuelve tajante: El Charro, necesita que su sombrero de ala ancha, sea un casco protector y así existen sólo dos tipos de sombrero: Pachuca, de ala anterior plana o el San Luis Moderado de ala anterior ligeramente levantada. El tercer tipo de sombrero, el Cocula, lleva las dos alas levantadas y no brinda la protección que el charro requiere, ese sombrero es propio del mariachi. El Charro lleva arma, para salvaguardar su familia y sus propiedades, el mariachi no. El charro lleva en sus botonaduras de plata, formas que recuerdan su labor como herraduras, reatas de lazar o sus iniciales. El mariachi generalmente lleva figuras que recuerdan su labor maravillosa en la música. Las hebillas del cinturón del charro, deben ser elegantes, pero del tamaño justo para que no incomode su labor. El mariachi lleva hebillas lujosas muy grandes y muy adornadas. La corbata del charro, debe ser de las llamadas “de hacer” de 1:47 de largo por 13 de ancho y hechas de seda o de artisela, pueden servir como vendaje, torniquete o cabestrillo o incluso riendas. Las corbatas del mariachi pueden ser costuradas y muy adornadas que finalmente son para el espectáculo. Lo mismo sucede con los colores que se manejan en el atuendo charro y el del mariachi. Y desde luego, otros detalles que se aúnan cuando el charro monta, como las espuelas que en ningún caso lleva el mariachi. Mismo origen, distinta labor, distintas necesidades, por lo que la diferencia entre charro y mariachi se da per se…
En una necesaria reflexión acerca de este grito…
*Cantante, compositor y escritor.
Que maravilla conocer la diferencia entre dos símbolos nuestros. Admirados y respetados, Felicidades por el articulo.