Por Faustino López Osuna*
Desde que la inolvidable maestra María Gertrudis Sam Ble, cuyo nombre rescata un plantel de COBAES en La Cruz de Elota, nos emocionaba con su clase de Geografía en la Escuela Prevocacional en Culiacán, me apasioné de todo lo que tuviera que ver con nuestro planeta, el tercero del Sistema Solar. A ella debo el aprendizaje temprano de la maravilla, para mí, de la herramienta del pensamiento científico que es el método dialéctico, cuando me explicó por qué, en la relación tierra-sol, si se acercaba ésta al sol se enfriaba y si se alejaba se calentaba, fenómenos conocidos como afelio y perihelio.
Al despertárseme la curiosidad por y a través del estudio y con elementos de las cuatro ciencias básicas: física, química, matemáticas y biología, emprendí la más extraordinaria aventura de que era capaz mi imaginación, hurgando y extrayendo con emoción cuanta información alcanzaba a procesar de cielo, mar y tierra. Me convertí, pues, en un admirado estudioso de la naturaleza, con atisbos al prodigioso mundo extraterrestre del que da cuenta la formidable tecnología actual, bajo el silencio atroz de las estrellas.
Cuando me enteré que el volcán Paricutín había hecho erupción en febrero de 1943, el mismo mes y año en que yo nací, sentí, sinceramente, una suerte de agrado por la coincidencia. Consideré privilegiado que mi nacimiento estuviera marcado por un fenómeno cósmico, más allá de lo que en la antigua Grecia se tomara como presagio o premonición, propios del mito. Quise conocer la fecha exacta para saber cuántos días de diferencia teníamos de edad, pero hasta el Larousse la omite. Solamente consultando la Wikipedia en Internet, encontré que el Paricutín nació el día 20 de febrero de 1943. Yo nací cinco días antes, el 15, justo en la mitad del único mes incompleto del calendario. Y deduje que, a la inversa del nacimiento de los prohombres en la antigüedad, que según las pitonisas era anunciado por un cataclismo o el avistamiento escandaloso de algún meteorito espectacular, mi nacimiento vino a anunciar, modestia aparte, el nacimiento del Paricutín, el más joven de los volcanes de México. Claro que ni mi madre ni don Fructuoso Arroyo, juez de Aguacaliente de Gárate, fueron avisados del explosivo acontecimiento telúrico en tierras michoacanas, ensombrecidos como estaban entonces, igual que el país, por los racionamientos de alimentos que obligaba la Segunda Guerra Mundial a la que fuimos arrastrados.
De acuerdo al tema en cuestión, los ocho volcanes de la república mexicana, con sus respectivas altitudes, de manera descendente, son: El Pico de Orizaba o Citlaltépet, ubicado en los límites de Puebla y Veracruz, es el volcán y la montaña más alta de México, con 5715 metros sobre el nivel del mar. También es el tercero entre las montañas más altas de América del Norte, tan sólo superado por el Monte McKinley, en Alaska, con 6145 metros sobre el nivel del mar y el Monte Logan en el territorio del Yukón, en Canadá, con 5958 metros sobre el nivel del mar. El Popocatépetl, ubicado en los límites territoriales de los estados de Morelos, Puebla y México, está unido por la parte norte con el Iztaccíhuatl mediante un paso montañoso conocido como Paso de Cortés, con 5452 metros sobre el nivel del mar. Los estudios paleomagnéticos que se le han hecho, indican que tiene una edad de aproximadamente 730 mil años.
El Iztaccíhuatl, unido al Popocatépetl, es la tercera montaña más alta del país, con 5284 metros sobre el nivel del mar. El Nevado de Toluca o Xinantécatl, en el estado de México, tiene una altitud de 4680 metros sobre el nivel del mar. La Malinche o Malintzin, en el estado de Tlaxcala, tiene una altura de 4420 metros sobre el nivel del mar. Se considera que comenzó a formarse a mediados del periodo Terciario, hace unos 30 millones de años. Su última actividad volcánica tuvo lugar hace 3000 años. El Nevado de Colima, tiene una altura de 4260 metros sobre el nivel del mar. A pesar de que tiene el nombre “El Colima”, el nevado está localizado en el estado de Jalisco, mas no en Colima. El Paricutín o Parícutin en purépecha, en el estado de Michoacán. Altitud: 2800 metro sobre el nivel del mar. La duración de su actividad fue de 9 años, hasta 1952. Y El Ceboruco, situado en el estado de Nayarit, tiene una altitud de 2280 metros sobre el nivel del mar. La erupción más fuerte registrada por El Ceboruco, fue en 1870.
Apartándonos de lo científicamente medible y comprobable, agregaré que si el filósofo y matemático griego, Pitágoras, en filosofía afirmó, alrededor del año 500, que el número es el principio de todas las cosas, tanto el Paricutín como yo tenemos relación con el número siete: los dígitos del año en que nacimos, 43, suman siete; nueve años hizo erupción el Paricutín, concluyendo en 1952, cuyos dos últimos dígitos también suman siete; y, de los 8 volcanes de México, el Paricutín, en altitud, es el número 7. ¿Cimas y simas?
*Economista y compositor.
Les comparto el siguiente poema, destinado a conmemorar los 70 años del nacimiento del bellísimo coloso purépecha:
PARICUTIN
“¡Ay, Señor de los Milagros, . . . soy uno de tus milagros!”
Se reventaron las tripas
de la tierra incandescente,
se nos tiznaron las milpas,
Volcán, coloso inmanente.
De natura fue el encono,
fragor de pirekua, tono,
nació un cono muy humeante,
¡P’urhépecha, rey vibrante!
No hubo pena, ni castigo,
déjenme, les cuento y digo:
Tata Dionisio Pulido,
te lo juro, yo no olvido.
Que tú asististe a mi parto,
de la mente no te aparto,
¡si temblaste junto a mí,
si viste como surgí!
Con mis fumarolas prietas,
huaraches pisaron grietas,
sobre un anafre, . . . se sufre,
percibiste olor a azufre.
Espanté tus sentimientos,
¿recuerdas mil novecientos?,
año del cuarenta y tres,
del mundo fui el interés.
Convoqué a muchos famosos,
fotógrafos y curiosos,
vulcanólogos, pintores,
poetas de mis amores.
De Angahuan, hijo adoptivo,
grandioso, superlativo,
michoacano por derecho,
Meseta, mi dulce lecho.
En geología soy hazaña,
magma, piedra de obsidiana,
mineral, vapor, ardiente,
un fantasma gris latente.
He suavizado el carácter,
exhalo por ancho cráter,
sigo activo, visitado,
mi lava no se ha acabado.
Soy turismo, panorama,
de económica derrama,
nunca quedaré a la zaga,
soy cirio que no se apaga.
San Juan Viejo, iluminado,
¡milagroso Dios, amado!,
enterrado oficias misas,
a ti brindo mis cenizas.
Por joven, sigo creciendo,
Nana Cueráperi, entiendo,
¡soy tu entraña, soy tu herencia,
corazón, fuego, . . . tu esencia!
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
México, D. F., 20 de febrero del 2013
Dedicado a Don Guadalupe Trigo (QEPD)
Reg. SEP Indautor No. 03-2013-051712171201-14