Por Alberto Ángel ‘‘El Cuervo’’*
Después de la misa, tendría que dirigirme hacia San Juan Totoltepec… El sólo nombre, ya me sonaba a lejano, pero a las nueve de la noche el tránsito de la ciudad de México disminuye ostensiblemente… Me llamaba la atención que la misa era dicha por el sacerdote en dos idiomas; una vez en español y la segunda en Swiss German… ¿Por qué no encontramos un lenguaje universal…? Al fijarme en las características del novio, recordé que me habían dicho que era Suizo…. Llegó el turno de cantar el Ave María de Shubbert y el Panis Angelicus de Franck. De ahí saldría rumbo a San Juan… Llegamos con tiempo de sobra para sustituir el smoking por el traje de charro. Siempre es condición ineludible el sentirme nerviosísimo antes de entrar al escenario… Y esta vez no fue la excepción. La gente estaba muy lejos… La pista para bailar los separaba del escenario, ya era tarde y las copas comenzaban a nublar conciencias y voluntades, el mariachi tenía más miedo que un conejo lampareado dado que la mayoría era totalmente carente de experiencia… En fin, salí a brindar mi emoción por medio del canto… La gente lo agradeció y de inmediato se produjo la comunicación… No importó el pésimo sonido, el mariachi malo o en el mejor de los casos en la medianía… Solamente se dejaron llevar por la emoción del canto y las canciones… La música, pensé, definitivamente es uno de los idiomas universales más emotivos y por lo tanto de mayor impacto entre los hombres… Pero en este caso, se trata de canciones y el idioma era algo que se convertía en limitante para juzgarlo como un lenguaje universal… La música es el elemento que tiene que enviar el mensaje en su totalidad, solamente la música… Claro, hay otras artes como la pintura, la danza o la escultura, cuya capacidad de comunicación emocional, también debe ser considerada como universal porque trasciende barreras idiomáticas y culturales… Todo eso pensaba al despertarme hoy, domingo (hace ocho días para ustedes, lectores) mientras esperaba la tan anunciada clausura como algo que sería majestuoso, un mensaje del espíritu olímpico, de Londres para el mundo. Sería fuera de serie… No en vano se habían excedido en el presupuesto y gastado algo así como 40 mil millones de dólares… Recordé otras clausuras en donde por medio de la dramatización y la música como auxiliares, se hacía una elegía al deporte, en tanto que la fiesta por antonomasia para el mismo… Pensé que con ese presupuesto, la clausura sería verdaderamente maravillosa en ese sentido… Preparado con todo lo que implica disfrutar algo así, me dispuse a disfrutar lo prometido por los ingleses organizadores del evento. Comenzó de manera muy interesante, haciendo uso de la técnica histriónica para poner de manifiesto la gran cultura que Inglaterra hereda… Inglaterra es poseedora de una tradición teatral desde muchos años ha… Y la manera de dramatizar la vida del Londres contemporáneo, se antojaba excelente… Todo iba muy bien… La vida cotidiana, algunos pasajes históricos incluido desde luego el célebre Winston Churchill de quien no se entendieron las palabras por el sonido lejano de la televisora, pero ni falta hacía… Hasta ese momento, se mantenía la comunicación en un lenguaje universal en el que la semántica sale sobrando… El señorío tradicional londinense, se ponía de manifiesto en cada imagen, cada escena combinado con lo cotidiano actual. Pero de pronto, comenzó un extraño desfile de ancianos jugando a la pubertad… Cada uno jugaba a ser o a intentar ser más extravagante en sus ropajes, en sus peinados “de bebé con fijapelo” (gel, para los jóvenes)… La elegía al deporte, no llegaba… Canciones que para mucha gente de mi generación tiene un significado nostálgico tal vez, pero que jamás podrá ser considerado un lenguaje universal simplemente porque ni todos gustan de ellas ni todos entienden el inglés para vibrar con una de esas letras… En fin, que de pronto parecía recordarme a aquella afamadísima “Caravana de la Corona Extra” donde cada quién salía, cantaba dos o tres canciones y así una papeleta que cubría de dos a tres horas de espectáculo… Ya comenzaba a cabecear, cuando la voz de alguno de los sapientísimos comentaristas televisivos, dijo: “¡Esto es la Olimpiada, señoras y señores… Estos son los verdaderos juegos olímpicos… Qué manera de cerrar las competencias!” al escuchar eso, pensé que me había perdido de alguna dramatización que simbolizara los Juegos Olímpicos en su historia, en su ideología, etc. Pero no, el grito.
*Cantante, compositor y escritor.
Mi querido Godoy, por una rara vez en la vida, me declaro incompetente. Jajaja. No entendí el final de tu colaboración. Llevaba una secuencia clásica en tí, pero… Así es el final que le diste? » Pero no, el grito. » … Mis neuronas no alcanzaron para esta conclusión (?). Luego lo platicamos .Un beso.