Por Fidencio López Beltrán*
La ciencia es sin duda un legado cultural de la humanidad que se le puede distinguir bien del resto de los saberes. Los saberes que portamos hablan de nuestra cultura y en su caso, del dominio científico que se tiene en la comprensión/ explicación de algún fenómeno que nos ocupe. La cultura no es ciencia, a pesar de que se le identifica en amplias y diversas manifestaciones del quehacer humano, entre las que destaca la misma ciencia. Pero la ciencia si es parte importante de la cultura. Ésta a pesar de no ser ciencia, la comprende y la puede integrar al resto de los saberes, incluyendo al sentido común.
Cuando se pone en la mesa de la discusión, al conocimiento, inclusive a los saberes en general, mucho se debate, sobre qué es lo científico y qué es lo común; también qué otro tipo de conocimiento existe si es que ya lo existe. Ambos tienen límites y alcances, pero hay momentos en los que sus fronteras desaparecen y se piensa en la emergencia de un nuevo conocimiento; asimismo, se reconoce que son tantas sus afinidades y sus contradicciones, que pareciera infinito su análisis e imposible el acuerdo común: de qué es conocimiento científico y qué conocimiento común o cotidiano, o qué otro conocimiento aparece en la literatura.
Lo científico es un conocimiento producido por herramientas teórico-metodológicas, con fundamentos de las estructuras, mecanismos, unidades de significación de discurso coherente claro y preciso, o de las variables que constituyen al objeto en cuestión y obviamente, dando cuenta sistemática del objeto de estudio, sus métodos, técnicas, instrumentos y niveles de análisis e interpretación del que se trate. Tan así es que siempre se parte del supuesto, que es un conocimiento académico válido, cuya evidencia empírica es producida por el método experimental, o la menos con métodos rigurosos que establecen control, predicción y análisis objetivo con alcances que trascienden a contextos particulares. Además a este conocimiento y a sus portadores, casi siempre se les ubica en la más alta jerarquía del saber y por la información que poseen, se vuele un poder valioso frente al conocimiento común.
Mientras que el conocimiento común, o conocimiento cotidiano, es propio de análisis particular de algo que se liga más a la experiencia personal (de grupos específicos) que a leyes universales, cuyos leguajes-discursos casi siempre son restringidos a una localidad y/o a problemas singulares y que aunque se reconozca que siguen siendo conocimientos tan válidos como los científicos, suelen tener sus propio métodos y técnicas, frecuentemente negados por las comunidades científicas que se sustentan en el método experimental, para estudiar-analizar el objeto del que se trate. Por ello, el conocimiento cotidiano no es enmarcado en los paradigmas científicos dominantes, y polemizan con los que están respaldados por grupos de científicos altamente acreditados y reconocidos por sus pares. A pesar de su importancia, muchos suelen minimizarlo, frente a lo que produce la ciencia.
Estas aproximaciones a los elementos que distinguen a ambos conocimientos, nos llevan a advertir que ambos tipos de conocimientos ni son los únicos ni tampoco antagónicos, pues todavía hay quienes, además de ignorar los conocimiento emergentes que pueden trascender a la ciencia y al conocimiento cotidiano, han traducido estas polémicas a enfrentamientos irreconciliables en los últimos siglos tanto en la ciencia como en la literatura en general, de tal modo que hay quienes hablan de rudos contra científicos, de docentes-investigadores universitarios y profesores de rancho; de políticos y tecnócratas, de quienes visten algo y quienes lo profundizan y los transforman e innovan.
Ante ello, ¿qué hacer con los conocimientos científicos y con los conocimientos cotidianos? Es posible reconciliarlos y armonizarlos? Existen otros conocimientos que no sean científicos ni comunes?
Tanto la Psicología Social, la Sociología del Conocimiento y en particular, la Psicología Cultural, han venido estudiando ambos conocimientos y a sus procesos de constitución individual y grupal-social. Aquí, podemos ahora decirles que en Ciencias Sociales y Humanas, gracias a los aportes de la Psicología Social en particular, reconocemos la existencia de otros conocimientos como lo son las Representaciones Sociales, que son ciertamente conocimientos que se comunican de ciertos grupos a otros grupos y que su sentido científico es transformado y que no necesariamente pertenecen al conocimiento del sentido común.
Por ello, uno de los estudiosos del tema, el psicólogo social Serge Moscovici (de origen rumano y naturalizado francés), ha dedicado buena parte de su vida a comprenderlo, aunque su gran pasión y principal contribución sea la teoría de las Representaciones Sociales, para quien la Representación Social es una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. Por lo tanto esta modalidad de conocimiento es un nuevo conocimiento: ni es ya conocimiento científico ni tampoco es conocimiento cotidiano a pesar de que siempre estará más ligada (al menos por su método) al conocimiento del sentido común. También este conocimiento sería una nueva manifestación cultural, llamada Representaciones Sociales.
Para terminar, vale la pena acudir a una cita textual de nuestro autor de cabecera en relación esta polémica del papel que juega la ciencia y el sentido común:
El peliagudo asunto de cómo deberíamos liberarnos de las categorías y los juicios del sentido común ha sido asunto de la ciencia y la filosofía durante tres siglos, las cuales se han dado a la tarea de destruir nuestra fe espontanea en el idioma que hablamos y en el mundo en el que crecimos. No se puede negar el de que la visión del mundo prevaleciente en Occidente acerca de la superioridad de la ciencia depende de todo lo que se ha definido como no científico, ya sea a la tradición o los conocimientos tradicionales de las llamadas personas y sociedades primitivas. Esta superioridad aparece de forma más plausible cuando consideramos lo científico respecto a su aspecto de convencionalidad, estereotipo y tendencia a engañar, esto es, el aspecto que da pie a la duda en la racionalidad de las personas ordinarias acerca del entendimiento humano en sus actividades diarias y en su entendimiento burdo del mundo físico y social en el que viven (Moscovici, 2011).
Sin duda, vale la pena repensar desde una Psicología Cultural el lugar de los nuevos conocimientos, y como estratégicamente colocarlos en la reflexión y la innovación para el cambio en la sociedad y sus instituciones de esta era del conocimiento.
*Doctor en Pedagogía/UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.