Estatal

El diablo

Por domingo 8 de julio de 2012 Sin Comentarios

Por Alfonso Inzunza Montoya*

Con ganas de saber escribir, detener técnica para hacerlo, pero como no la tengo, vamos a ver como nos va.

En Rosamorada, había seis abarrotes.

El principal, el de la casa por supuesto para mí.

En él, teníamos visto de frente, un mostrador muy largo, de madera todo, a la derecha, estaba la entraday por un lado, al pasar, los cigarros, eso era lo que más nos gustaba y si no habría que preguntarle a mi hermana Vero y a mi prima Piqui, ellas si fumaban y yo quería que mi querido primo Roberto lo hiciera, pero no le gustaba mucho, únicamente de vez en cuando y pienso que era para darme por el lado. Yo iba a otra cosa. Estaba en lo de los abarrotes.

El de Irene, que era de mercería básicamente. Junto aéste, el de Miguel Castro, luego les platico de los viajes al Palmar de los Leal cuando llevábamos al padre Villegas, el sacerdote que atendía a todas esas comunidades. El de don Medardo, que ya nos quedaba muy lejos y no tenía atractivo para nosotros. El de la Lupita de Gil, pequeño pero algo salía, era, es, muy trabajadora.

Y el que se me hacía más grande, el de Don Pantaleón Camacho.

Todo esto, para decirles que su madre Luz, me mandó a comprar unos cubitos de pollo, para hacer caldo de fideo. Todavía me acuerdo,mi otra madre, Elena, preparó en una olla de peltre azul con blanco, ya muy despostillada, de cuando me mandaban a comprar huevos y yo la iba lanzando alto y la tenía que cachar, bueno, eso será tema de otra ocasión, me meto al carril de nuevo.

Voy corriendo a la compra, porque estabamos jugando a las canicas (nosotros les decíamos catotas), y mi primo Roberto (al que hasta la fecha de cariño le digo Bolichas), con la tranquilidad de un adulto, nos pelaba a todos y era para nosotros, un reto ganarle.

Guardaba las canicas, en botes de Avena # 1, y las enterraba o las guardaba en el ropero de mi tía Angelina, a mí me gustaba que las enterrara, porque esas sí las encontraba porque siempre espiaba para ver dónde las escondía, yo ni tardo ni perezoso las tomaba para seguir jugando. En el ropero no me gustaba, porque era propiedad privada y allí no me metía, por respeto. No tiene lucha, lo mal habido no dura, al final me las volvía a ganar y además las conocía muy bien.

Me decía, muy serio, “esas catotas son mías”, nombre Robe, que van a ser, son mías, no te acuerdas que esto y esto otro y él seguía serio, “son mías”, me volvía a decir y yo terco, hasta que nos poníamos a jugar de nuevo y él, a ganar. Al llegar al abarrote, que estaba en el barrio residencial de La Loma, me encontré, al pie de los escalones, tres hermosísimos pesos, en billetes de a uno, muy bien doblados, ni siquiera voltee a los lados, los tome y con el corazón, que casi se me salía, tronándome tan fuerte, que el Gusberto (compañero de la primaria e hijo de Don Miguel), le dijo a su Papá, parece que va a llover, está tronando,yo tuve que estirar todo el brazo, para detener mi pobre corazón y ponerlo en su lugar.

Entré como si nada a la tienda, pedí dos cubos de pollo, (no los vayan a probar, son muy malos, aunque el caldo salga bueno), y me regreso a casa despacio, para tranquilizarme.

Ustedes dirán, por tres pesos, tanto sobresalto, no, lo que pasa es que nos daban 20 centavos para gastar a la semana, imagínense tres tremendos pesos, encontrados, sin darle cuenta a nadie. Después de entregar el mandadoa comprarle al ganón de Robe 8 canicas por 20 centavos, y, a seguir jugando.

Se empieza a terminar la mañana, y yo, rico, me llaman a comer y caminado con paso de torero (quien no, con dos pesos ochenta centavos en la bolsa), llego a la casa y me dice la Pina (otra tía, que vivía en la casa) ¡qué tienes tú¡, ¡porque traes ese paso tan currito¡, y yo, como si nada, me volteo y no le contesto (hoy veo que fue una grosería, ya me disculparé con ella cuando la vea). Me siento a comer, feliz. Después de la comida, guardo el dinero, en mi cómoda y me voy a la escuela.

Como la felicidad no podía ser completa, plancharon en la casa, y mi madre Elena fue a guardarmela ropa. Yo, que inocentemente guardé en el cajón todo mi capital,abajo de la ropa, que en ese momento, tenía. Al abrir ella, el cajón, pues que suena toda la feria, la saca y la cuenta, se rasca la barbilla y dice “esto apenas la vieja (mi otra madre)”. Va con ella y le platica, de nuevo, a sentarse a la mesa redonda, a deliberar. Nunca supe si estuvieron, mis tíos muy queridos Lalo y Pablo, pienso que no, por lo que les narraré mas delante, tiempo de deliberar, tuvieron.

Salimos de clase a las 5 y a jugar otro rato, picados como estabamos. Yo también tenía mis clientes de la jugada, yo les ganaba y el tremendo Bolichas, a mí, me pelaba. Cuando había ganado el primer juego, me mandaron llamar, llegué y haciéndole al payaso, grité, ¡presennnnte¡ pero cuando vi los ojos que me pelaron, pensé, ¿ahora que malditura haría? y no encontré, ninguna nueva. De los tres pesos, ni en cuenta. Cuál sería mi sorpresa, que me dice mi madre Elena, enseñándome el dinero, ¡DE DONDE SACASTE ESTE DINERO!,y yo muy tranquilo, porque ya había localizado el motivo del cónclave, les digo muy cargado de razones, ¡me los encontré en los escalones de Irene!

Ponchín, ¡NO DIGAS MENTIRAS!, ¡LOS AGARRASTE DEL CAJON! (era donde se ponía el dinero de las ventas del abarrote)”, no señora, me los hallé doblados, al subir los escalones de Irene. ¡PONCHIN!, ¡DI LA VERDAD, PORQUE ESO NO ES CIERTO! –y yo–, ¡sí señora, me los hallé en el abarrote de Irene! –y otra vez–, ¡DI LA VERDAD, PORQUE SI NO, TE VA A LLEVAR EL DIABLO¡

Que tan vago sería, que tenía que recurrir a esto, para corregirme, y era algo que nunca hice, nunca tomé dinero del cajón.

¡ENTONCES, A LA NOCHE NO SALES Y VAS A DORMIR EN EL CUARTO DEL TAPANCO (cuarto de la esquina que le tenía miedo y ellas ya sabían), HASTA QUE DIGAS LA VERDAD¡.

Ese día, cenamos tamales de elote, muy buenos, y, frijoles refritos, la leche no podía faltar, después, como todas las noches, nosotros a jugar (cosa que yo no pude), y, las tías, a platicar en la banqueta, sentadas unas, en sus equipales y otras, recargadas en la pared, en sus sillas de baqueta, esperando a mis tíos Lalo y Pablo que invariablemente, después de cenar, llegaban, platicaban y se iban a las nueve. Todos los días a esa hora, se oía un grito, ¡ponchiiiiin¡ y yo, a correr. ¡Nos vemos mañana plebes! Y como siempre he sido muy tranquilo, me venía corriendo y rezando para no perder tiempo y a la vez haciendo pipí, pero ese día, ni siquiera con mi tía Angelina pude ir, así pedíamos permiso mi hermana y yo, no era vamos con Robe o con Piqui, no, era, ¿nos dejan ir con mi tía Angelina?, el caso es, que no salí, y, lógicamente, que me aburrí de la plática de los grandes, como dicen los jovenes,y me quise ir a dormir, antes de las nueve.

No había energía eléctrica y nos alumbrábamos con lámparas de petróleo. Le dije a mi madre Elena, “tengo mucho sueño, me quiero ir a dormir”, ¡vete pues!, fue la respuesta. Y yo, “tía, la lámpara y que se venga la Vero también a dormir (la oía riéndose de los chistes que les platicaba alguien).

¡Ella no agarró dinero del cajón! me contestó. ¡Vente yo te llevo¡ El caso es, que me llevo al cuarto y me acosté.

Ella se llevaba la lámpara, y yo le dije, ¡noooo, ¡no se la lleve¡ muriéndome de miedo y cuando salía, sin voltear siquiera, entra mi Nanita (otra tía, muy querida, muy alcahueta con todos, después platicamos de ella) y dice, que pasa vieja, ella traía otra lámpara, nada, fue la contestación fría y se fue.-

¡Mijito – dice mi Nanita- a mí dime, de donde agarraste el dinero!

¡Me lo halle, Nanita!, fue mi respuesta inmediata y repetida no se cuantas veces.

¡Mijito, si no me dices la verdad, te va llevar el Diablo (así lo veía con mayúsculas a esas alturas)!

¡Nanita, me los halle!

En ese momento, se escucha un, ¡rrrrrrrrrrriiirrrr!

¡EL DIABLO, MIJITO¡ DIME, DE DONDE TOMASTE EL DINERO!

¡ME LOS HALLE, NANITA!

Otra vez, ¡rrrrrrrrrriiirrr!

¡TE LLEVA EL DIABLO, MIJITO! ¡DIME LA VERDAD!

¡ME LO HALLE, NANITA!Entonces, se escucha, RRRRRRRIIIIIRRRR!

¡AHORA SI, MIJITO, TE LLEVA EL DIABLO!, ¡DE DONDE AGARRASTE EL DINERO!

¡DEL CAJÓN, NANITA!

Me abrazo a ella, y, al mismo tiempo, decimos, ¡AVE MARIA PURISIMA ¡

Que casualidad que nos contesta su madre Elena, ¡SIN PECADO ORIGINAL CONSEBIDA¡

¡VIEJAS, QUE BUENO QUE LLEGARON, dijo mi Nanita, EL DIABLO, SE QUERIA LLEVAR A PONCHIN, PERO YA CONFESÓ, EL DINERO LO AGARRÓ DEL CAJÓN¡

Que cajón, ni que cajón, el miedón, que tenía.

En eso, llega la Pina y dice, ¡pero, que pasa viejas!, ¡el abarrote solo y la casa, con mucha peste a azufre (se supone, que así apesta el diablo)!

Para esto, mi madre Luz ya estaba con nosotros, hechándonos agua bendita, de tal manera, que después tuvimos que secarnos con una toalla o sábana, ya no me acuerdo, y, poniendo palma bendita, rezamos como siete rosarios y nos acostamos. De las pocas veces, que mi hermana Vero, se quedó a dormir, fuera de la casa. Yo, temblando, todavía, me acurruque, con mi madre Luz, que, aunque nunca me ha querido decir, se que no participó en esto.

Mi madre Elena, se había escondido, dentro de un ropero, de esos muy antiguos, muy grande, que teníamos en casa, y de tanto tallarle a la madera para que rechinara, se acabo las uñas y yo por muchos años,no pude dormir ni de chiste en ese cuarto.

*Constructor.

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