Por Mario Arturo Ramos*
El hueso:
La música mexicana se ha construido con historias convertidas en melodías y textos en diferentes géneros musicales. Las historias verídicas o fantasiosas nutren a esta expresión artística de un color existencial, lleno de energía y vigencia que la convierte en la creación/ comunicación estético-popular por excelencia. En el siglo XIX, su camino se llenó de artistas que con denodado esfuerzo la dotaron de identidad. José de Jesús Martínez, ejecutante del piano, compositor, director de bandas militares, nació en el barrio de Analco, de Guadalajara, Jalisco, el 17 de mayo de1888; sus estudios pianísticos los realizó en la “Perla de Occidente” y en la capital del país donde se adhirió a la escuela romántica que encabezaran: Ricardo Castro, Ernesto Elorduy, Felipe Villanueva, Miguel Lerdo de Tejada, entre otros. Muy joven sus aptitudes lo llevaron a formar parte del quinteto “Cosío Róbelo”, agrupación que rápido conquistó a una cauda de seguidores que la convirtieron en figura de las tertulia del Bosque de Chapultepec, paseo renombrado de los capitalinos en los primeros años del amanecer de XX. Su virtuosismo pronto fue descubierto por funcionarios del régimen de Porfirio Díaz, quienes conscientes del talento del tapatío, le otorgaron una beca para que fuera a perfeccionar sus aptitudes musicales a Europa. Jesús, músico de corazón, de esos que combinan la disciplina del oficio de la música con su condición de fuente de empleo volátil, decidió seguir inmerso en la fusión que permite desde hace mucho tiempo llevar el alimento a casa, profesión a la que nombran en el mundo de las notas: “El hueso”.
“Tristes Jardines”
Martínez fue un compositor de mazurcas, chotis, estudios de piano, marchas y valses que dentro del marco de la música de la prerevolución, logró colocar algunas de sus obras en el repertorio que era difundido con regular aceptación, su catálogo de más de cien canciones tiene entre otros títulos: “Corazón mexicano”, “Magdalena”, “ La rancherita”, “ “Te vas”, “El verdadero Jarabe Tapatío”, “El abandonado” “Bonitas tapatías”, “Quimera”, “Primavera”, “ Ojos verdes”, “ Carmelita y Lupe”, “Dulce amanecer” y “Tristes jardines”. La popularidad conseguida por esta última pieza le permitió sortear los difíciles tiempos. Fueron esos días que se trabajaba en salones de fiestas, reuniones privadas, actos cívicos oficiales, o lo que fuera cayendo, así llegó 1916, los Constitucionalistas integraron a su fuerza bélica a músicos con prestigio para formar bandas militares. José de Jesús se integró a la banda de la capital agrupación que en la segunda presentación bajo su dirección, causó tal impacto que fue nombrado Inspector General de las Bandas del Ejército Constitucionalista con grado de Teniente Coronel. La fama de jalisciense fue creciendo, en los círculos oficiales se hablaba con respeto de su labor. En 1916 en una fiesta a la que asistió el Gobernador del Estado de Morelos, Dionisio Carreón, el morelense maravillado por la musicalidad del ejecutante que amenizaba el jolgorio, invito al maestro nacido en Analco a su mesa; después de felicitarlo, le comentó que su esposa era aficionada al piano y que le había prometido de regalo para su próximo cumpleaños, uno realmente excepcional, le prometió al compositor que a cambio de la selección y traslado del instrumento a Cuernavaca, sería bien compensado. Durante semanas y siempre que los rumores no esparcieran el miedo, buscó en las tiendas el mejor, el que sonorizara y decorara la sala del gobernante. Lo tocó y tocó hasta quedar convencido de su elección, cuentan una vieja leyenda que se escuchaba muy bien “Tristes jardines” en el piano.
La triste historia:
La mañana del 9 de mayo de 1916, la ocupó en revisar la protección del piano, dio instrucciones a los cargadores para que con todo cuidado depositaran el instrumento en el ferrocarril que los transportaría a la Ciudad de la eterna primavera; se arregló el quepí, lustro las botas y pulió con cuidado los galones de teniente coronel. A las 11 am se instaló en el vagón como fiel guardián del encargo. La locomotora pitaba y pitaba mientras transcurrían los primeros kilómetros de vía; al llegar al poblado de Topilejo se escucharon los primeros disparos, los “alzados zapatistas” atacaban desde distintos flancos; el maquinista y su ayudante cayeron heridos; el tren detuvo su marcha; los pasajeros bajaron uno a uno con cara de espanto; el que encabezaba a los revolucionarios con mirada dura recorrió a los que se rendían. Entre los vencidos destacaba un uniformado, José de Jesús Martínez, Inspector General de Bandas del Ejército Constitucionalista, con mueca de disgusto separó de los otros al músico y compositor, veloz ordenó que se integrara un pelotón de fusilamiento y con voz ronca ordenó: “Fusilen al militar carraclán”… la descarga se escucho en cerros y valles aledaños. Al conocer a los pocos días la noticia, el Gobernador Dionisio Carreón preguntó: ¿Donde quedó el piano?
*Investigador y autor.
Un músico excepcional el Mtro. José de Jesús Martínez, que tuvo su vida un triste final, pero que finalmente nos dejara uno de los mejores valses de todos los tiempos, «Tristes Jardines».