La ruta de Culiacán, Eldorado, Costa Rica a finales de los años cincuenta salvo sus honrosas excepciones, la mayoría de los camiones eran chatarra, el camino era angosto, lleno de baches y copada por camiones y tractores jalando carretas llenas de caña quemada, que eran llevadas de manera lenta y dificultosa para alimentar a los Ingenios azucareros de Navolato y Costa Rica; situaciones que hacían largo y tedioso el viaje hasta la capital sinaloense. Después de una hora de soportar los vapores, zangoloteos, dolores de cabeza, mareos, vómitos y sudores, empezabas a divisar casuchas y al llegar a la carretera que viene de Navolato viraba hacia la derecha hasta donde hoy se encuentra la estatua ecuestre de Emiliano Zapata, aquí daba vuelta a la izquierda e inmediatamente te encontrabas con un llano extenso, sin construcciones donde fácilmente te percatabas de la existencia de un montículo formado con piedras de río y una cruz de madera que asemejaba una tumba; después supe que esa pequeña elevación guardaba los restos de Malverde. Se encontraba en los arrabales que estaban a las orillas de la ciudad, muchas ocasiones la miré, estaba abandonada, sucia y hasta ella llegaban personas a dar las gracias por los favores recibidos.
De Jesús Juarez Mazo, alias Malverde se dicen muchas cosas y, es por eso que es una leyenda, lo que queda claro es que existió, que se desempeñó como jornalero, herrero, albañil y que en la hambruna que sucedió en el año de 1878 durante el mandato del General Francisco Cañedo, compadre de Porfirio Díaz, murieron de enfermedades propias de la miseria sus padres. Jesús no pudo hacer nada por ellos, como tampoco la mayoría de la población pudo hacer algo. Antes les habían confiscado sus tierras que pasaron a manos de los allegados del General, convirtiéndolos de la noche a la mañana en peones encasillados con un sueldo de 4 reales que no eran suficientes para vivir de manera adecuada. Sus vidas valían muy poco, estaban a merced del hacendado, nadie tenía reservas alimenticias en sus cuerpos y menos en sus alacenas. Estas condiciones fueron las que años atrás lanzaron con las armas en la mano a la sierra a Heraclio Bernal en el sur de Sinaloa en busca de justicia social y luego Jesús Juarez emularía sus correrías en el centro de nuestro Estado; ¡robar a los ricos para dar a los pobres! Acciones que paulatinamente lo fueron convirtiendo en enemigo público número uno del gobierno del jalisciense y de repente se miró en calidad de fugitivo y con una talega de monedas de oro a quien se lo entregara, era tanta su osadía que retó al gobernador para que evitara un saqueo que haría en una noche de tantas en la propia casa de éste. A pesar de la guardia instalada, el ladrón penetró a la alcoba y robó la espada del militar, convirtiéndolo en el hazme reír de la masa resentida. Eso hizo que lo hecho por el bandido, la población de escasos ingresos lo tomara como algo propio, Malverde había logrado lo que muchos hubieran querido hacerle al cacique; ponerlo en ridículo.
Su audacia, su temeridad, los golpes espectaculares que daba a los poderosos hizo que los desvalidos, los parias, lo tomaran como protector ante un poder que los aplastaba sin piedad. Quizá los rezos y las veladoras que los miserables le prendían para que Dios lo protegiera de no ser atrapado por la acordada surtían efecto y el bandido seguía en sus correrías. Pronto se hizo preferido de muchos y odiados por otros, finalmente lo atraparon y como castigo fue colgado en un mezquite, y para lección del resto de la población el cuerpo permanecería expuesto hasta que se desintegraran las carnes y finalmente cayeran al suelo. Por días, tal y como lo habían dispuesto los testaferros del cacique seguía bamboleándose el cuerpo a capricho del viento. Pasaron los días y alguien lo bajó del árbol y le dio cristiana sepultura y, para que no se olvidara el sitio exacto de su inmolación, la gente fue depositando piedra tras piedra hasta que se formó el montículo que miraba desde el camión desvencijado cuando venía de mi pueblo, mismo que ahora quedó engullido en las construcciones que se hicieron posteriormente.
¿En qué momento Malverde se volvió milagroso?, no lo sé, pero a raíz que Eligio González en momentos de tribulación imploró al ánima para no morir después de los balazos recibidos en un enfrentamiento contra bandas enemigas le prometió hacerle una capilla. Desde entonces, poco a poco y ayudado por la gente fue tomando forma tal como la conocemos ahora.
Malverde fue adoptado como benefactor de los que están fuera de la ley, Malverde cumplía lo que buscaban, había sido ladrón, su vida un desafío entonces Malverde fue oficializado como su santo. Desde entonces lo invocan para obtener la cosecha de marihuana y amapola, que se les venda, que no los agarren los guachos, que la carga llegue a las calles de las ciudades de la Unión Americana, que les paguen, que no se les entrampe el “cuerno” en los agarres y muchas otras. Malverde respondió a lo que necesitaban desde entonces ya no se acuerdan de los santos oficiales. Su capilla está llena de agradecimientos.
Y quien hace milagros es santo, entonces para muchos Malverde lo es, aunque la Iglesia lo niegue, pero hay que recordar que la voz del pueblo es la voz de Dios y por eso está posesionado en el ideario popular, la gente lo quiere y él les cumple y, con facilidad se gana las veladoras, las ofrendas, las flores y las prolongadas serenatas que con chirrines y Banda le llevan los favorecidos. Malverde debe hacer hartos favores.
Con el auge y la diversificación de mercados del narcotráfico en los años ochentas y noventas del siglo pasado, la fama del forajido se fue expandiendo y ahora ya no sólo lo sienten como suyo en Culiacán y sus alrededores, sino que a nivel estatal, nacional e internacional nuestro santón es muy venerado. Ahora tenemos la protección de Lupita la novia de Culiacán, del padre Jeringas y por si algo faltara nos protege Malverde. ¡Culiacán está bendito!
*Docente. Facultad de Medicina / UAS.