Por José Arturo Castillo Ramìrez*
La biblia nos relata a través de uno de sus libros una crónica donde se reseñan todas las acciones de los individuos que han transitado y concurrirán a través de lo largo y ancho de este mundo terrenal. De igual forma, la historia mediante la crónica explora los aspavientos del tiempo y el espacio que han dado forma a nuestro enigmático territorio nacional, y que como alguna vez lo definiera un autor hoy perdido entre el pesado recuerdo y el olvido; la heredad fértil donde la historia se mueve con pericia para llevarnos desde el inicial génesis chichimeca y guachichil, hasta el apocalipsis de una ciudad y un estado que, como la dogmática omega, firma su nombre con la última letra del alfabeto que nos legaron los conquistadores y que por igual nos designaron: ZACATECAS.
Y precisamente una de las avenidas con mayor actividad comercial en el centro histórico de Zacatecas lo es “La González Ortega”, en cuya arteria se encuentra un monumento que se yergue de forma majestuosa, un jinete sobre un caballo; y es el “caballo” el que llama la atención, un recurso ineludible para quienes buscan una referencia geométrica de ubicación urbana, es muy habitual dar oídos que tal oficina de gobierno, jardín o museo, está por “el caballito”.
La observación justifica el nombre de esa avenida, que esta tan al día en cualquiera de los zacatecanos y que hoy, al menos entre los capitalinos despistados, es más conocida la avenida por su “caballito”, que por el nombre del personaje y sus grandes hazañas militares en defensa de la soberanía nacional.
El monumento que se erige, es una muestra perfecta de la admiración que se tiene hacia ese hombre que descolló por encima de la calamidad y que arriesgó su vida favoreciendo a construir esta gran nación.
Su nombre, José Canuto de Jesús González Ortega y quien muy a pesar de su sencillo origen llegó a ser gobernador de su natal Zacatecas, defensor de las instituciones y de la libertad de los mexicanos, su pensamiento liberal lo lleva a realizar grandes proezas en la vida histórica de nuestro país, demostrando su heroísmo en la guerra de reforma, intervención francesa y contra el gobierno monárquico de Maximiliano. Para 1855 ya era un consolidado del pensamiento universal haciéndose patente su ideario en Tlaltenango, municipio zacatecano, quien se manifiesta en el cabildo como entrada en un discurso cívico:
Tirad una ojeada al abismo de lo pasado si queréis resolver el problema de lo presente; mirad lo que fue y comprendan sus resultados, la naturaleza de lo que es; sí, abrid la historia de las sociedades, la historia de sus adelantos y de sus decadencias, considerada bajo sus aspectos moral y material, y encontraran en el decurso de los siglos, un simulacro irrisorio del poder de un pueblo que dominara al mundo, y que hoy atado al cetro del fanatismo no ve siquiera, para regenerarse, por el vehículo de la historia, a la luz que despide la crónica, las glorias de su pasado.
Hombre culto e inteligente incursiona en el periodismo, desempeñándose como redactor de “El Espectro”, y “Pobre diablo”, periódicos de Tlaltenango, Zac., además de ser editor de “La Sombra de García”, posteriormente como coeditor sale a la luz “El Guardia Nacional”; periódico que circularía a lo largo y ancho del estado.
Como diputado insistió en tres elementos básicos que repercutieron para siempre en la política nacional:
Uno. En la defensa de la República y de su gobierno, cuya dirección era del patricio republicano don Benito Juárez.
Dos. La instauración del imperio de la ley, como el mecanismo necesario para el funcionamiento de una sociedad de iguales y libres.
Tres. La definición de los espacios privado y público. Más aún: la separación de la virtud republicana, respecto del ejercicio de una moral hipócrita.
A partir del momento en que la república empieza a definir rumbo, en Zacatecas se viven momentos por demás trémulos, porque para entonces, han pasado muchos episodios en la vida pública nacional. Para empezar los liberales ya se han dividido tanto local como nacionalmente, iniciando un periodo de rebelión entre ellos mismos, prácticamente no hay momento en que dejen de existir desavenencias con Juárez, entre otros, el más destacado, Porfirio Díaz; se hace remembranza del grave diferendo entre los liberales zacatecanos con Juárez, a partir de que este no reconoció el derecho constitucional de que ocupara la presidencia de la república por ministerio de ley y quitarle el honor de poder manejar los destinos de la nación al distinguido del pensamiento liberal, al de San Mateo, Valparaíso, Zac.. Agotándose la presidencia interina de Benito Juárez y con ello exacerbando más el contundente “no” al zacatecano. Cabe hacer mención y como menester recordar que el 8 de mayo de 1865 estando Ortega en Nueva York le pide autorización a Juárez para solicitar un préstamo, para seguir haciendo la guerra a los franceses; carta que nunca tuvo respuesta, por el contrario, lo despojó de los derechos que le correspondían como presidente de la Suprema Corte, las crónicas como fieles testimonios de la historia no descartan las intenciones de Pedro Santacilia (de origen cubano), esposo de Manuela Juárez Maza hija mayor del benemérito, en el que a través de un epistolar por demás nutrido, se expresa de González Ortega de una forma inquisidora; en cuanto al benemérito de “QUERIDO PADRE”, así éste, es escuchado para dar paso o curso al simple ideario nacional.
Existen muchas testimonios en cuanto al tema, muchas aproximaciones a este fenómeno que se vivió, pero es plausible que todas estas opiniones al respecto dejaron limpio el nombre y la convicción política de González Ortega, sencillamente porque él tuvo la atingencia de renunciar, el no insistir con beligerancia en reclamar el derecho que por ordenanza le asistía, engrandeció el espíritu del luchador y singular ganador de San Miguel Calpulalpan.
En enero de 1870 Trinidad García de la Cadena se une a un pronunciamiento que un año antes hicieron los liberales en la ciudad de San Luis Potosí en contra de Juárez. Haciendo las cosas fáciles y sencillas don Benito nombra un nuevo gobernador y jefe militar de Zacatecas, pues de generales era conocido que don Trinidad García ya no comulgaba con la filosofía del benemérito.
Y es qué tal parece que la historia nos ocultó el desenlace del acuerdo de junio de 1866 que se tuvo a valores entendidos entre don Jesús y Trini y que quizá, es de creerse, porque don Jesús era un hombre tan caballeroso que nunca le pudo haber dicho a don Benito:
“Oye , pues ya caifáz con la silla”
Obvio que nunca se lo dijo don Jesús de forma personal, sino que arengo al bueno de don Trini para que el fuera el vínculo institucional entre ambos:
“Ándele don Trini, vaya y dígale a Don Benito a ver aquihoras verdad”.
Entonces don Trini parte de la capital de la plata en busca del benemérito y le hace el pedimento con las solemnidades que el caso merecía:
“Oiga licenciado con el respeto que se merece.
Y si no es mucha la molestia… pues ya le toca a don Jesús no cree”
Como era de esperarse, lo más probable fue que cimbrara a Juárez de pies a cabeza con tales revelaciones, y que nunca las olvidó el Benemérito, por lo que estas pretensiones movilizan la llegada del nuevo Gobernador. Lo que hizo Trinidad García de la Cadena de alguna manera era en un ambiente de hostilidad y de guerra; simplemente era darle secuencia a la ideología de la doctrina liberal.
González Ortega muy a pesar de los avatares de la vida permaneció estoico dándole fin a su aspiración sin dejar posibilidad a otra página o escena nueva en nuestra historia. Se retira a la tranquilidad de su hogar, será lejos de la vida pública y de los escenarios, se separa de esa vida llena de tumultos y sobrecargos; en el ocaso de su existencia, el 13 de enero de 1881 el Gobierno de la Republica le hace justo reconocimiento público y al conocer la noticia a más de un mes, el 28 de febrero de 1881 se llenó tanto de alegría que le permitió recordar lejanas glorias; momentos más tarde le cerraría la luz a la vida en la ciudad de Saltillo, Coah. Los restos de José Canuto de Jesús González Ortega son trasladados a Zacatecas donde recibe homenajes póstumos por los tres poderes del estado, para después trasladar sus despojos en donde reposan en la actualidad, en la rotonda de los hombres ilustres de la ciudad de México, lugar donde descansan los forjadores de la historia nacional y ejemplos de las postreras generaciones. Muere el “TINTERILLO DE LA REFORMA”, el general en jefe del ejército mexicano, el ministro y presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, muere el defensor de la Constitución, de la Patria y su Soberanía.
Es por igual acentuar la camaradería histórica entre los liberales zacatecanos, como lo irradian las gloriosas partes que tuvieron Jesús Gonzalez Ortega y Miguel Auza en aras de mantener la defensa del Fuerte de Santa Inés aquella noche del 24 de abril de 1863. González Ortega transfirió la orden del general Zaragoza: “QUE SEAN CUALES FUERAN LAS PÉRDIDAS QUE SE RESIENTAN, DEFIENDA USTED EL PUNTO HASTA RECHAZAR AL ENEMIGO O CAER MUERTO O PRISIONERO CON LAS FUERZAS DE SU MANDO”. Miguel Auza, con palabras espartanas contestó: “DIGA USTED AL GENERAL EN JEFE QUE SUS ÓRDENES QUEDARAN EXACTAMENTE CUMPLIDAS”. Fiel a su palabra, en unión de los suyos que estaban formados en la misma escuela del pundonor y patriotismo, se aprestaron a enfrentar su destino entablando la férrea resistencia que la historia ya conoce.
*Cronista de Río Grande Zacatecas.