Por Salvador Antonio Echeagaray Picos*
“Península de leche y miel, aliméntala.
Flor de Nochebuena, ruega por ella.
Piñanona trepadora, acompáñala.
Señor de Esquipulas, ruega por ella.
Cruz de cantera, cobíjala.
Para que ella ruegue.
Ruegue por ustedes, por nosotros.”
Mario Arturo Ramos.
Recuerdo, cuanta sencillez, ternura y expresiones de afecto, prodigabas sin límites entre el pequeño grupo de estudiantes de la carrera de Derecho y Ciencias Sociales en aquellos años de la década de los 60 en nuestra alma mater, la Universidad de Sinaloa.
Ahí, los integrantes de la generación: doctor Amado Zambada Senties, magistrados en retiro Enrique Javier Franco Escudero, Alejandro Trujillo Campos, licenciado Rafael Ramos Martínez, licenciado Rodolfo Rodríguez, licenciado y ex rector de la Universidad, Arturo Campos Román, licenciado y notario público, Jesús Arnoldo Millán Trujillo y licenciado Esteban Corona.
Nos dejaste de repente huérfanos de todo lo que tú representaste en aquella vida estudiantil, compañera-amiga de cuyo pensamiento surgía con frecuencia para el condiscípulo en apuros, la frase oportuna, reflexiva, derivada de tu madura personalidad.
La caracterizó una inteligencia natural, mujer de ideas, de razones que no obstante las percepciones de la realidad que la anclaban a lo que sabía que le era dable lograr en su entorno, fue generosamente fiel a su genuina forma de ser, enraizada en su propio cosmos que supo crear respirando estrellas alrededor de sus verdaderos amigos que le atendieron con la comprensión de su especial significado de mujer gozo-sufrimientoque le llevó a la muerte reciente, en ausencia obligada de quien esto escribe y esperando que los demás integrantes de la generación de aquellos ayeres hayan tenido el privilegio de acompañarla en sus funerales.
Cuando los espacios y límites de los demás compromisos semejantes los hacíamos propios en la gran generosidad y compañerismo de la época de los años 60, recuerdo la voz dulcísima de la juvenil compañera de estudios, cuando me pregunta, en aquel ambiente de personal soledad en los corredores de la Universidad de Sinaloa ¿De dónde vienes Salvador?, yo vengo de Guamúchil, Salvador Alvarado Fue mi tabla de salvación en aquel vacio escolar que sentía a mí alrededor como sierreño recién llegado a la Universidad.
Sentí que a través de Norma me conectaba con aquella peña de jóvenes universitarios recordando igualmente la inolvidable intervención de parte de Mario Astorga Inzunza, tempranamente fallecido, que me tendió la mano y me ayudó a incorporarme a aquel grupo de jóvenes que nacidos en los pueblos de la sierra sinaloense, vivíamos la experiencia inolvidable de formar parte de la grey estudiantil que conducían como sumos sacerdotes, con generosidad y bonachón carácter aquellos connotados maestros, como Juan M. Zambada, Raúl Valenzuela, Reynaldo González, Juventino Gastelum, el patriarca de Concordia Clemente Vizcarra, el magistrado Alberto Sánchez González, ex rector Rodolfo Monjaraz Buelna, Antonio Sánchez Rojo, Enrique Sánchez Riveros, Juan B. Vega Rodríguez y los jóvenes en aquella época, Leopoldo Rodríguez Arvizu y Marco César García Salcido.
Los antes citados personajes de la cátedra, representaban la conducción serena y tolerante de quienes como jóvenes estudiantes nos inconformábamos, expresábamos nuestros cuestionamientos con la rebeldía razonada, inteligente, comprendiendo el privilegio que teníamos de estudiar una carrera profesional.
En una Universidad que expresa en su lema “Sursum versus” y ponía a nuestro alcance los elementos para llevarnos “Hacia la cumbre”, en lo académico y como seres humanos comprometidos con nuestro entorno social en el que nos desenvolvíamos junto con las expectativas que como futuros profesionistas nos correspondería desempeñar, éramos conscientes de aquel desafío que el destino nos deparaba en nuestras jóvenes vidas.
NORMA: Nunca expresaste tus necesidades o problemas de salud aunque invariablemente exteriorizabas tu estimación y el amor que por tus amigos sentías. Cultivaste siempre tu interior y ello genero en tí que la belleza de tu alma alcanzara a quienes tuvieron el privilegio de estar cerca de tí. Durante varias décadas de tu vida, serviste profesionalmente con honestidad y probidad a tu pueblo de la región del ÉVORA, en el ejercicio notarial, lo que limitó la relación con amigos y compañeros de generación.
Cuando ocasionalmente nos saludábamos, vía telefónica, o en los congresos notariales, no mencionaste ningún problema de salud, menos la enfermedad que te arrebató tu preciosa vida.
NORMA: Deseo expresar de parte de quienes te conocimos, te escuchamos, te comprendimos y te amamos, que aunque nos quede solo el recuerdo de tu presencia física, tu muerte no evitará que sigas siendo para nosotros, tan valiosa y querida como siempre lo fuiste.
Tu muerte me provocó una tristeza plúmbea. A tus hijos les envío mi mas sentido pésame, al igual que al resto de tu familia, amigos y admiradores que, como yo, tuvieron la fortuna de participar en algunos eventos de tu vida los años que pasaste entre nosotros.
*Notario Público No. 113.
Sr. Salvador,
Agradezco infinitamente esta muestra de aprecio hacia mi madre. Reciba un abrazo con mucho cariño, Elsa L. INZUNZA SOLANO.