(Tercera de cinco partes)
Por Fidencio López Beltrán*
Observamos que frente a las culpabilidades docentes y su estado de cosas, se encierran cinco ataduras que enseguida exponemos:
1) Compromisos con la profesión docente y la educación
La profesión docente, como otras, cuyos oficio es otorgar servicios, tiene una relación emocional inherente a la atención que se presta, en este caso de los docentes y a los estudiantes con los que se trabaja; cuanto mayor es la dedicación al quehacer educativo como profesión de servicio, más desvastadora es, desde el punto de vista emocional, la experiencia de no haberlo realizado… Cuanta más atención se concede, es más probable la susceptibilidad a la culpabilidad depresiva. Ciertamente la atención a las personas es fundamental en la ética y la organización de la enseñanza, pues se le considera como una experiencia interpersonal de entrega, unión, ordialidad y amor humano… En investigaciones realizadas en nuestro contexto sobre el docente observamos que “…el pensamiento social de los profesores se identifica con imágenes-modelos ideales y románticos a la profesión docente…” (López, 2003b).
Ser un profesional cuyo objeto es el mismo sujeto, cuyas características psicológicas y socioculturales tienen particularidades individuales y grupales, que son complejas e imposibles de comprender a simple vista, ocasiona en él mismo, “desgastes emocionales y derroche de energía” que no sólo aminora su salud mental, sino que impide comprender su propia naturaleza.
El profesional de la enseñanza, cree que su misión es promover a la educación como lo más valioso y que en ella se pueden abrigar muchas esperanzas para un mundo nuevo y mejor. Sin dejar de reconocer que ese es un principio ético de todo profesor, cuando ese propósito es traducido a objetivos y metas de trabajo cotidiano, se vuelca hacia sí mismo, pues asegurarle a la sociedad que la educación ofrece más progreso y crecimiento personal en lo individual y en sus comunidades, sin reparar en sus dificultades y aprisionamientos que también genera, compromete tanto al educador que cuando la sociedad no ve cumplidas sus expectativas forjadas por tantos años, se vuelca también contra su organización: la escuela; representada administrativamente por su autoridad educativa, no siempre asume y aclara sus fortalezas y debilidades, casi siempre resulta más operativo hacer responsables a sus actores, de ahí que el profesor reciba y asuma buena parte de los “errores e insuficiencias” de la enseñanza, lo que permite que la culpabilidad adquiera carta de naturalidad en la psicología del profesor.
2) Indeterminación de la tarea docente
La enseñanza es un trabajo que siempre presenta situaciones nuevas (y desconocidas), por lo tanto, hay que estarlo renovando permanentemente, pues es una tarea que enfrenta problemas diversos y complejos y además, son interminables. El docente se lleva a casa las tareas y trabajos de sus alumnos que durante la jornada laboral le quedaron pendientes de revisar; con frecuencia se pone a planear y organizar sus clases en casa y además, ya en la escuela se percata de que los estudiantes siempre están demandado más atención de su profesor, pues se da cuenta de manera directa que sus alumnos tienen dificultades no sólo de métodos y de acceso a nuevos contenidos o situaciones de aprendizaje; sino que también presentan problemas emocionales que en ciertos casos se disponen a compartirle al docente.
Cuando visualiza las numerosas demandas y tareas que lo implican, adquiere un agobio que se incrementa día a día, pues tanto la sociedad como la autoridad están observándolo y evaluándolo. Sin embargo, cuando el mismo se autoevalua y se dispone psicológicamente a verse en el espejo, se queda atónito ante los fracasos e insuficiencias del sistema educativo, del cual es parte importante y ante la sociedad y los gobiernos, el mismo representa. El dilema que enfrenta es tan crítico que él “no puede solo contra el mundo” ni “tampoco puede abandonar el barco”, pues es ya el único medio que conoce y que cree que lo conducirá a “buen puerto” (aunque salga con las “patas por delante” siempre perseguirá alguna meta y ésta, siempre lo perseguirá como su propia sombra).
*Doctor en Pedagogía/UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
La docencia es un apostolado cuyos frutos se dan pero muy pocos, sin esperar alabamzas y loas la satisdaccion del maestro se da en el aula y dia a dia y si se lleva el trabajo a casa, erstudia se prtepara constantemente con un sueldo irrisorio la mayoria de las veces, trabaja en mas de 3 escuelas y quizas realice otras actividades porque su desvalortada profesion no le permite vivir decorosamente y cuando logra un status quiza esta demasiado cansado y enfermo lleno de culpas y ataduras que lo mejor que hace es jubilarse porque ya cayo en la rutina, hastio e incluso la mediocridad, todo ello es porque no valoramos lo que somos, nos damos en desmedida dejamos familia, hogar incluso anteponemos nuestra salud desequlibramos nuestra vida y cuando retomamos a veces es demasiado tarde, es mi opinion. Varinia