Por Mario Arturo Ramos*
La primavera reinaba en todo lo alto el pasado 4 de mayo, al subirme en Culiacán al autobús que me llevaría a cruzar los estados que separan a Sinaloa de la ciudad de México, pensé en que me esperaba una semana de música; un oasis en estos tiempos de Cri-cri- por los aires que soplan en el país de “grilla”-. Seis días de música y canciones donde la tranquilidad-post debate- se apoderó de la multitud que de todos los rumbos partió rumbo al Estadio Azteca para escuchar a Paul McCartney; una noche de esas que en mayo transitan en una de las ciudades más pobladas del mundo. Una velada Beatle en México; en la órbita de la vieja Tenochtitlan y sus señoríos donde las generaciones se juntaron para escuchar a uno de los personajes que marcaron el siglo XX musicalmente, y que en el tercer milenio a los 70 años convocó a la masa que con la misma fe de los inicios lo sigue por todas partes del mundo donde lleve su música. Diez años después de su apoteótica presentación en el Palacio de los Deportes, “pirruris,” clase media y trabajadores que sacaron los ahorros agotaron el boletaje y se reunieron en un espacio futbolero para en un poco más de dos horas, cantar, bailar, iluminar con encendedores la nostalgia, el gusto, la canción pop, el rock, el espectáculo y al ídolo: Paul, Paul.
Cuando me encuentro en problemas
madre María viene a mi
hablando con sabiduría: Déjalo ser.
Y en mi hora obscura/ parada frente a mí
hablando con sabiduría: Déjalo ser, déjalo ser…
“Déjalo ser” Lennon/McCartney
El diez de mayo, la Plaza Mayor del Zócalo capitalino fue insuficiente para los seguidores –doscientos mil o más– de sir Paul, días antes del evento masivo, fans preparados para acampar en la espera húmeda, con la paciencia que le tienen los jóvenes a lo que aman, ocupaban ordenadamente un lugar para el concierto gratuito de McCartney que celebraba a las madres. La noche del diez de mayo quedará para siempre en la historia musical de México, por su concepción artística, su emotividad, su objetivo y fundamentalmente por ser una prueba palpable que se puede reunir una multitud de diferentes edades y convivir pacíficamente; muestra de que la cultura “popular” o “elitista” hasta ahora es: antídoto de la violencia. McCartney escribió en su muro: “Fue muy emotivo que la gente que no tuvo para pagar el show haya venido al Zócalo. Fue como volver a la beatlemanía otra vez.” Sincera crónica del protagonista.
En la semana la canción poética con Patti Smith y Bob Dylan, tomó su lugar en una semana de música. La Smith entre otras actividades cantó en el Museo Anahuacalli, a Frida y a Diego; Dylan como todo superastro se presentó en un foro refresquero. El viernes 11 a las 20 horas, en la Sala Principal de Bellas Artes, se llevó a cabo un Concierto/Homenaje a Guadalupe Trigo-1941-1982- organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes. En el programa participó el Ensamble Sinfónico del INBA bajo la dirección de los pianistas y directores: Ángel Rodríguez, James Demster, Gonzalo Romeau y en la parte vocal la soprano Leticia de Altamirano, el tenor Alan Pingarrón, el barítono Josué Cerón. El viaje musical por la obra de mi amigo y admirado Guadalupe, logró que la noche que iniciaba el fin de semana fuera inolvidable; me sentí muy honrado de asistir al Concierto Homenaje y, doblemente al participar en dos canciones en coautoría con el incomparable artista yucateco.
El 15 de mayo, al estar revisando el escrito para mandarlo a edición, los noticiarios del mediodía difundieron el final de un escritor que enorgullece las letras mexicanas y del mundo, Carlos Fuentes Macías -11/XI/1928 – 15/V/2012-: Los siguientes días, semanas, meses, años se hablará de esta pérdida de México que nos priva de una voz que –diferencias ideológicas o gustos aparte– representa a un creador que no se quedó en el autógrafo o el best sellers, sino que aceptó el compromiso con su tiempo, con la realidad y con la imaginación. Al conocer la noticia me dirigí a la fonoteca, busqué el disco compacto de “Caruso”, canción de Lucho Dalla (QEPD) en la voz de Luciano Pavarotti, fue el réquiem para un escritor, Entre lo que se destacará en la tarea literaria de Carlos Fuentes es su participación en la Ópera, por lo tanto su deceso es también el réquiem para una semana de música.
*Investigador y autor.