Todos nosotros estamos aquí encerrados, porque nos atrevemos a ser más felices que los que están afuera…” Una y otra vez, leía ese texto que me había entregado uno de los internos con los que estábamos trabajando un taller de poesía en aquella institución psiquiátrica. Por medio de la creatividad literaria, poética en este caso, se intentaba completar un diagnóstico aproximado en cuanto al concepto de realidad que los enfermos tenían… Era un grupo de quince… Los textos que nos entregaron iban desde lo totalmente incomprensible hasta una rima cursi e inocente de métrica obligada… Pero lo que ese poema decía, el texto y subtexto del mismo, eran verdaderamente impresionantes… “Todos nosotros/ estamos aquí…/ Encerrados…/ Porque nos atrevemos/ a ser más felices que los demás…” Ya en ese momento, sabíamos de la existencia de la llamada escuela de la antipsiquiatría, misma que cuestionaba la forma en que se ha tratado al enfermo mental encerrándolo en instituciones que la mayor parte de las veces lo enferman más… Siempre que se abordaba el tema, la polémica se desataba entre los veinte o veniticinco alumnos que estábamos por titularnos de la carrera de Psicología… El lema de la UAM-X (Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco), era “Casa Abierta al Tiempo” y enarbolándolo una y otra vez, cuestionábamos toda intención arcaica que el sistema educativo tuviera de criticable… Así, cuando fuimos a prácticas a aquellas diversas instituciones, nos enfrentamos con mil situaciones deplorables y deprimentes que formaban incomprensiblemente parte de la realidad cotidiana en nuestro país… En esas prácticas, me tocaría como paciente un preso político de aquel 68… Lo recordaba muy bien, aunque ya era otra persona… Revisando el expediente, pude darme cuenta de la labor de “psicotización” que por medio de los fármacos se realizaba con él… Desde luego, mi reporte causó gran polémica en la Universidad. El propio rector en turno, me llamó a su oficina para pedirme que me olvidara de lo que había descubierto, que hiciera mi reporte de manera institucional y permitiera que las generaciones venideras siguieran teniendo acceso a las prácticas en esa institución. Yo no accedí, y presenté mi reporte tal y como lo había vivido. Tal vez lo presenté de manera demasiado poética, tal vez, acomodaron las cosas con gran diplomacia, tal vez aceptaron que no podía cubrirse la realidad y simplemente se diluyó como tantas cosas… El caso, es que el reclusorio psiquiátrico, siguió igual, los estudiantes de generaciones posteriores de la UAM-X tuvieron muchas limitaciones para hacer sus prácticas ahí y a mí, se me pidió ser más “objetivo” en mis tareas… Regresé a mi casa con una lápida encima… Una vez más, me daba cuenta de que ir contra el sistema, no importa lo injusto que sea, se hace casi imposible a veces… Llegando a “Torres de Mixcoac”, donde vivía entonces, me detuve… Estaba en los terrenos de la trístemente célebre “Castañeda”… Ahí, donde ahora vivía con mi familia, había sido construído, muchos años atrás, un edificio que fue calificado como obra ejemplar de arquitectura… Ahí se había levantado aquel manicomio lugar para cuidar locos, según la definición de diccionario… Ahí se había alabado al arquitecto por la belleza de la obra física… Y ahí, se cometieron grandes atrocidades, según se supo posteriormente… Lo que fuera calificado digno de mención en una de las bellas artes, también sirvió para recluir presos políticos y mantenerlos encerrados “para protegerlos y proteger a la sociedad de su locura”… La Castañeda, fue construída sobre terrenos de una hacienda pulquera que llevaba el mismo nombre. El arquitecto fue el propio hijo de Porfirio Díaz y en 1910, el edificio considerado de los más bellos del país, fue inaugurado por el Presidente de México, el general Porfirio Díaz. Así, lo que fuera construido para que los enfermos mentales que eran tratados de manera inadecuada estuvieran atendidos a nivel excelencia en lo que fuera el manicomio más grande de México, vivió una noche de fiesta donde la aristrocacia mexicana asistió con gran beneplácito a aplaudir una vez más otra propuesta de Díaz… Tenía el manicomio, capacidad para mil pacientes, en realidad era un conglomerado de edificios o pabellones con árboles y largas veredas entre ellos… Mixcoac, tuvo como punto de referencia muchos años justamente La Castañeda… Por ahí, pasaron prácticamente todos los estudiantes de medicina de la época y desde luego aquellos que hacían su especialidad en Psiquiatría… Fue considerada la institución psiquiátrica más prestigiosa de Latinoamérica… Y también, tristemente, se hizo fama debido al maltrato de los pacientes y a la brutal represión que muchos presos políticos sufrieron en ella… Hasta que en el año de 1968, llena de acusaciones y con la opinión pública en contra, La Castañeda, fue cerrado… La decisión, fue tomada por el entonces Presidente de México: Gustavo Díaz Ordaz justo unos cuantos días antes de la olimpiada de la Ciudad de México en lo que se conoció como la “Operación Castañeda”… Pero ahí, no terminó la historia obscura de la institución de que me ocupo… Los edificios fueron demolidos totalmente, con excepción de la fachada, que fue prácticamente desarmada y vuelta a armar con todo cuidado, para formar parte de un edificio en Amecameca, en el Estado de México, de un edificio propiedad de la trístemente célebre también, asociación conocida como Los Legionarios de Cristo… ¿cómo fue que una parte de un edificio público considerado ejemplo de arquitectura pasó a ser propiedad privada? Es otro misterio más en torno a La Castañeda… Me tocó ser de los primeros habitantes de la unidad habitacional que se construyó… Una emoción extraña flotaba entonces… Sucesos de los que a veces no hablábamos salvo en algunas ocasiones, ponían el matiz paranormal con la lógica subsecuente a la desaparición de La Castañeda… La señora de los tamales, que vendió a los visitantes y médicos de La Castañeda, a los albañiles que demolieron la misma y que construyeron la unidad habitacional Torres de Mixcoac en Lomas de Plateros, y a los que fuimos los primeros habitantes de la misma, corroboraba una y otra vez las historias fascinantes y estremecedoras que nos tocó vivir…
—¿Oyeron…?
—Sí… ¿Quién sería…? Pobre mujer, por qué no nos asomamos a ver qué le pasa…
—No, no sabemos si sea pleito familiar, no podemos entrometernos…
—Pero si bajó gritando quién sabe cuántos pisos, vamos a asomarnos por la ventana a ver si está allá afuera…
Y días después, en plática con algunos vecinos, después que la carrera escaleras abajo de la mujer que gritaba se repitió varias noches, nos dimos cuenta que todos la habían escuchado y nadie de nosotros sabía quién era la famosa mujer… “Pasan muchas cosas raras, es por lo que pasó antes, cuando era La Castañeda…” “¡Qué espanto, vamos a rezarle una novena!” “¡Pues yo no creo en nada de eso, debe tener su explicación…” “¡Cómo no, son las ánimas en pena de los locos que murieron aquí…!” “Eso es puro cuento ¡Por favor!”
Y La Castañeda, se fue diluyendo en la memoria… De vez en cuando, lo recuerdo cuando paso en frente o cuando comemos unas quesadillas en el tianguis dominguero ahí, justamente abajo y los del tianguis nos dicen: “¿Sabían que en esos edificios estuvo La Castañeda? Fue un manicomio donde murió mucha gente… ¡Qué miedo…!”
*Cantante, compositor y escritor.
Que interesante narración. Apenas un atisbo a la vasta y profunda historia de esa institución, de cuya existencia, nuestras jóvenes generaciones no tienen ni la más remota referencia. Excelente, Godoy, me encantó.