¿Cómo dices que se llama tu maestro?
—Carmito…
—¿Carmito? Jajajajaja, y además chimuelo jajajaja ¿qué les enseña, cómo comer sin dientes? Jajajaja
Y yo no entendía por qué juzgaban a mi maestro por algo así en vez de darse cuenta de su entrega a la educación por una vocación férrea que le hacía llegar día con día puntualmente a la escuela arrastrando los años que le caían pesadamente sobre la espalda… Carmito, así se llamaba… Fue mi maestro de primer año de primaria allá en Las Choapas, Veracruz… Y por las tardes, cuando mi padre dilataba en llegar, me hablaba con toda la paciencia acerca de la vida y cómo enfrentarla…Y sí, tenía ya tan sólo unos cuantos dientes que le obligaban a hablar de manera que propiciaba la burla… Su caminar jorobado, era un testimonio viviente de los años que llevaba en la vida y en la labor valiosísima de la educación. Y me refiero a la labor del verdadero educador, a ese maestro que considera que lo más importante es la formación que tendrán sus alumnos en general… A ese educador siempre anónimo, al que no es motivo de alabanzas superfluas por parte de los políticos en turno ni merecedor de grandes salarios como los líderes sindicales ni los secretarios y subsecretarios o ministros encargados de planear y dirigir supuestamente la educación en cualquier país del mundo… Carmito… Un nombre que seguramente, me recordaba a mi madre María del Carmen y al principio de la educación que de ella recibí dado que justamente es el hogar el sitio donde la educación comienza… Carmito, don Carmito… Ese ancianito que por las tardes, por si fuera poca su labor en horarios oficiales, acudía a mi casa para enseñar a mi hermano menor a “recitar” poemas infantiles… “El Lobito se asomó/ a la puerta de su cueva/ el lobito tiene miedo/ tiene miedo de que llueva…” Y mi asombro y admiración por mi viejo maestro, crecía al observar a mi hermano Edgardo desarrollar toda una labor escenográfica al recitar aquellas rimas que don Carmito le enseñaba con toda la expresión corporal pertinente…. Caminando llegaba… Caminando se iba… Y al verlo marcharse, algo inexplicable me oprimía el corazón entre tristeza y admiración por aquel ancianito cariñoso al que nunca le importaron las burlas y quien buscaba a toda costa transmitir sus conocimientos al mayor número de niños posible… Ese es el principio, o debería serlo, de la verdadera educación… Ese es el meollo precisamente del concepto de educación que prevalecía en los antiguos mexicanos… Los maestros, los “Temachtiani”, eran altamente apreciados en tanto que formadores de seres de bien… Un poema extraído del Códice Maritense de La Real Academia y consignado por el Dr. Miguel León Portilla en su libro “Toltecayotl, Aspectos de la Cultura Nahuatl”, nos permite observar la mística de el maestro en épocas antiguas: “maestro de la verdad/ no deja de amonestar./ Hace sabios los rostro ajenos,/ hace a los otros tomar una cara, / los hace desarrollarla.” “Les abre los oídos,/ los ilumina./ es maestro de guías,/ les da su camino,/ de él uno depende.” “Pone un espejo delante de los otros,/ los hace cuerdos y cuidadosos,/ hace que en ellos aparezca una cara…” “ Gracias a él,/ la gente humaniza su querer,/ y recibe una estricta enseñanza./ Hace fuertes los corazones,/ conforta a la gente,/ ayuda, remedia, a todos atiende.” Al leer este texto, se hace inevitable la reflexión… ¿Dónde quedaron aquellos ideales de don Carmito…? ¿En qué rincón habrán sido abandonados los ánimos de enseñanza verdadera de los maestros, los Temachtiani de nuestros tiempos…? Cuántas cosas se remediarían si se cobrara conciencia de la importancia que tiene la labor del maestro en tanto que parte fundamental de la formación de seres que coadyuven a lograr una mejor sociedad… En ese poema, se hace referencia a la preparación que el Temachtiani recibía para poder escuchar y aconsejar y consecuentemente auxiliar en la búsqueda de una verdadera formación… Por eso les “pone un espejo” en frente y “los hace cuerdos y cuidadosos” un maestro era entregado absolutamente a su labor y vocación… Y tal vez, la nostalgia me haga modificar la realidad, no lo sé… Se dice que los años reinventan la memoria y así siempre se habla de que todo tiempo pasado fue mejor, pero en este caso, creo que no es así… No puedo evitar pensarlo al observar lo que sucede con los maestros actuales… Si el niño es travieso (lo cual es inherente a la infancia), de inmediato se deshacen de él calificándolo domo sujeto que presenta déficit de atención y lo mandan a otro irresponsable que solamente se encargará de medicarlo para que el niño le “deje de dar problemas” al maestro y sus compañeros… Si los niños fallan en el proceso de enseñanza-aprendizaje, los reprueban y restringen su ingreso al siguiente año… ¿Investigación de las causas? Eso es algo que definitivamente no existe en los maestros actuales, salvo honrosas excepciones… La educación privada, se preocupa más porque el niño aprenda inglés que por su formación, que lleve el uniforme fino y que compre los pants que la escuela tiene concesionados a quien muchas veces da una cuota subrepticia para conseguirlo… Las instituciones educativas del estado, sumidas en una burocracia infernal, se interesan por posicionarse con sus líderes, por subir escaños políticos, por ir a las marchas y bloqueos, etc., etc., etc. Todo menos su labor original y valiosísima que es la de contribuir a la formación de los infantes… Qué importante sería que los maestros actuales retomaran ese ideal, esa mística que señalaba la Ixtlamachiliztli, la educación prehispánica, esa acción de dar sabiduría a los rostros ajenos… Retomar el carácter moral y formativo de la educación bajo esos conceptos de los antiguos mexicanos: “Comenzaban a enseñarles cómo han de vivir, cómo han de obedecer a las personas, cómo han de respetarlas, como deben entregarse a lo conveniente, lo recto, y cómo han de evitar lo no-conveniente, lo no-recto, huyendo con fuerza de la perversión y la avidez.” ¿Será tan difícil hacerlo…? ¿Será tan difícil crear conciencia para quien se supone estudió para precisamente concientizar a sus educandos? Tal vez sería menester enviar a los maestros actuales al Calmecac o al Tepochcalli de nuestros antiguos mexicanos, esas instituciones educativas donde la educación, era verdaderamente integral y no quedaba en reformas educativas promulgadas en las cámaras para convertirlas en banderas y botines políticos sacrificando la formación de los niños de México… Tal vez sería necesario clonar a don Carmito, ese mi viejo maestro que caminaba apoyado en su bastón, no sé cuántos kilómetros acompañado por la joroba que los años pusieron a su espalda y por su deseo de formar, de cumplir con lo estipulado en la Ixtlamachiliztli, la acción de dar sabiduría a los rostros ajenos. Y después de todo lo reflexionado, vaya mi abrazo y mi reconocimiento y felicitación a los verdaderos maestros, a todos los “don Carmito” que por fortuna todavía existen y realizan su labor educativa para beneficio de nuestros niños, de nuestra sociedad, de nuestro México ¡Felicidades en su día, queridos “Temachtiani”!
*Cantante, compositor y escritor.