Por Fidencio López Beltrán*
ln memoriam al gran maestro y amigo: Profr. Manuel de los Ríos Cárdenas, fallecido hoy 2 de mayo. Por sus enseñanzas y agudos cuestionamientos al ser docente…
Nota Introductoria
El presente artículo tiene como propósito discutir algunos problemas que cotidianamente enfrenta (o afronta) el docente de educación básica y en menor medida los de bachillerato o de nivel superior. En particular se trata de poner en el centro del análisis los valores del docente, no solo en el plano ético y moral, sino en el plano de su salud emocional, pues sus determinaciones que lo hacen ser y pensar como tal van más allá de su individualidad y del deber ser que se estipula en sus procesos de formación, actualización y capacitación pedagógica, principios dados más desde el plano del currículum formal que de su realidad situada y contextualizada. Para ello, el presente trabajo que fue presentado en el I Congreso Internacional sobre Educación en Valores 2012 (realizado en Mazatlán, Sinaloa; 25, 26 y 27 de abril), habrá de dividirse en cinco partes para ser publicado por este periódico cultural La Voz del Norte.
PRIMERA DE CINCO PARTES
Los diferentes estudios sobre las formas de ser y pensar de los profesores reflejan una ontología de la carencia en su formación; se manifiesta en sentimientos de culpa y en los problemas emocionales que padece: histeria, miedo al éxitofracaso, enfermedades psicosomáticas, etc.; mostrando que su vida profesional cotidiana es abrumadora, agobiante, incluso en algunos casos podría tipificarse como esquizofrénica. Sin embargo, sus carencias han sido consideradas como problemas valorales, éticos y morales que se traducen por la autoridad, en el ámbito de desarrollo institucional, como problemas de eficacia, eficiencia y calidad educativa.
Hace aproximadamente una década, abordé el problema de “los valores en la familia y en la escuela, desde la perspectiva de la responsabilidad y la libertad” (López, 2003), su abordaje nos genera ahora una nueva interrogante: ¿es eso una nueva mirada a un viejo problema o simplemente ha sido una vieja mirada a nuevos problemas?
El Congreso Internacional sobre Educación en Valores (2012), me da la oportunidad de estudiar de nuevo el tema, y sobre todo tratar de develar que es lo que ocasiona esos problemas. ¿Los valores violentados en las aulas, en nuestras casas o en la calle, son producto de los problemas éticos, morales y/o ideológicos y religiosos de que vive la sociedad actual? La nueva realidad, los nuevos tiempos ¿qué cambios han producido en los mentores?, ¿acaso, han experimentado esta realidad confusa y convulsa como un problema derivado de un trabajo ineficiente que los vuelve culpables, y con ello presionados y aprisionados por la urgencia social que les demanda respuestas, en lugar de afrontarlo con responsabilidad y libertad?
Pregunto ¿qué es lo que ha posibilitado alcanzar una actitud responsable y creativa en el ámbito educativo?, esta pregunta contradice el reconocimiento que socialmente han recibido los docentes como profesionales eficaces, por realizar una labor de calidad. Estas contradicciones nos colocan en un mundo surrealista, ambiguo, caracterizado por la destructividad del ser y la materia, donde priva la desesperanza, tal vez un mundo de simulación donde la educación y la cultura se han vuelto un simulacro.
Comprender entonces a los maestros colocados en esta situación y desde sus fortalezas y carencias, es una aventura intelectualmente muy interesante, pero sobre todo un desafío de largo alcance que vale la pena enfrentar, asumiendo de inicio que sería imposible lograrlo si sólo se le visualiza desde alguna disciplina en particular y por tanto, si se ignoran a las aproximaciones existentes que invitan a abordar estos fenómenos de manera interdisciplinaria, como ahora proponemos hacerlo.
Si los profesores son profesionales que siempre se han desarrollado en un mismo espacio, desde estudiantes de educación básica hasta el nivel superior que permanecen en las aulas física y virtual. El aula o salón de clases ha sido el espacio y territorio laboral de manera vitalicia; sin duda, es un hecho singular de la profesión docente que en otras profesiones adquiere características y matices distintos. Sin embargo, cuando hablamos de sus emociones y en particular de su culpabilidad, nos percatamos que esta es una preocupación permanente y ha de reflejarse en su vida cotidiana. Cuando hablan de su trabajo, de su ser y pensar como profesores, suelen hablar no sólo de ilusiones, esperanzas y planes de vida, sino también de su culpabilidad en tanto los fracasos o carencias que experimentan durante su jornada laboral; tan es así que cuando llegan a casa siguen pensando en los pendientes que no atendieron en el día o en la agenda que habrán de armar para el día siguiente.
La culpabilidad como problema emocional, no moral ni religioso, que padece el humano, adquiere una trascendencia especial en su vida. La culpabilidad comprende, para los docentes, sentimientos y frustraciones que se acumulan durante su vida profesional, bien pueden ocasionarles problemas psíquicos y perturbaciones serias y agudas en su salud, tanto que al momento de las interacciones personales y familiares que sostienen en casa, el acumulado del día como suele ser la fatiga, desgaste físico (producto del síndrome de Bournout; Arita:2005), se suma a la culpabilidad docente, una culpabilidad paterna o amorosa, por las inconsistencias afectivas e indisposiciones que suele padecer frente a los hijos o la pareja misma que le demandan la atención que durante el día le fue imposible ofrecer.
También resulta necesario aclarar, que la culpabilidad no siempre es negativa. Los que sienten alguna culpa no siempre la experimenten de la misma manera, algunos la viven destructiva o nocivamente, pues en muchos casos sabemos que ciertos sentimientos de culpabilidad son un buen motivo o acicate para el inicio de la toma de conciencia (el insight) de la situación de malestar que experimentan y eso mismo le puede servir para orientar a superar la culpa y, por tanto, empujar un cambio personal y profesional saludable y productivo. Significa entonces que luego de sentir cierta culpa, puedes asumir comportamientos y actitudes de respeto y valorar su salud y a lo más valioso del sí mismo: ser persona. Sin embargo, vale la pena insistir que la culpabilidad llega a los extremos de experimentar una vida afectiva abrumadora por las frustraciones o por la ansiedad que muchas situaciones contextuales del trabajo docente ocasiona, vale la pena también repensar e investigar cómo los docentes (re) significan esas vivencias. Existen casos de profesores que se desmotivan tanto por su profesión que se jubilan prematuramente o simplemente se les incapacita totalmente, sino es que en muchos otros fallecen antes del promedio y esperanza de vida que hemos logrado en el país.
*Doctor en Pedagogía/UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.