Por Mario Arturo Ramos*
Es otoño los amantes ya se fueron…
La juventud mexicana de los sesenta se acompañó musicalmente del rock, del canto nuevo, de las baladas, algunos descontinuados lo hicieron con canciones rancheras. La radio comercial le otorgó un impulso fenomenal a la balada, encontraba en el género un proyecto formidable con tintes románticos con el que pretendía contrarrestar la creciente corriente libertaria que sacudía a los jóvenes. En la Alameda central de la Ciudad de México, Raphael “El divo de Linares”, cantaba melodiosamente: “Yo soy aquel que cada noche te persigue”, canción de Manuel Alejandro, el cual hacía que los ojos quinceañeros se cerraran y la mente viajara al imaginario mundo de lo cursi; unas cuadras hacia el centro histórico, enfrente de la Torre Latinoamericana, un granadero tolete en mano, perseguía con saña a un estudiante que gritaba consignas por la democracia, mientras le decía: Yo soy aquel que cada noche te persigue…
Mi amor de verano/ mi primer amor…
La balada es un género musical de origen europeo, formado por canciones breves con temas simples que se conservaron y se trasmitieron de manera oral. Tiene raíces en Alemania, Escocia e Italia donde se le llamó balata o canción bailable intrascendente; en el reino de Castilla se conoció como baylada; en Francia fue ballade; en Inglaterra se popularizó la balada/ópera, diálogos literarios-populares entre los cuales se cantaban canciones sencillas. En su etapa del siglo XX, su impacto en el gusto popular tiene como principal soporte su fusión con otros estilos musicales; la balada/rock, la balada/ folk, la balada/bolero y en épocas más o menos recientes mexicanas surgieron las baladas/rancheras, las baladas/ norteñas, las baladas/cumbias. En los sesenta llegó el auge, compositores, intérpretes y agrupaciones recurrieron a ellas en búsqueda del mítico hit disquero que los catapultara a la firma de autógrafos y al aplauso.
Una noche de bohemia en el departamento de José Gallastegui, en ese entonces funcionario de primer nivel de la Secretaria de Relaciones Exteriores, se encontraba entre los asistentes Enrique Rosas, compositor y miembro de la familia Rosas Priego, piedra angular del arte cinematográfico –El patriarca es el creador del filme La Banda del carro gris-. Entre los múltiples brindis y canciones, Enrique tomó y tomó, también la guitarra y en medio de la noche cantó un tema de su autoría que en la voz de Roberto Jordán había logrado conquistar al público:
Las hojas de los árboles cubren el campo
sus voces amorosas ya no se escuchan
el verano ya se fue.
Rosas nació el once de abril de 1942, en su amada “Región –ex más transparente del aire- de su exitosa canción comentaba: “En 1967 me encontraba en el Desierto de los Leones al poniente de la capital del país, el adiós de un amorcito me traía mordiendo la pena y la botella, ese día el viento otoñal sacudía con furia los pinos, parecía que compartía mi pena de desamor, para demostrarlo tapizaba con hojas el campo; entonces la tonada llegó y los primeros versos brotaron, me alejé del equipo de producción del filme que realizábamos para la empresa de mi padre, saqué la “lira” de la camioneta que me prestó mi esposa -hija de Gilberto Gascón- para que brotara el tema, cuando lo terminé, los camarógrafos, los actores y el director se habían marchado; me quedé hasta muy tarde, en la madrugada me tomé otra y regrese a casa con una balada nueva en los labios. Enrique compartió conmigo el Taller Voz, en su época de Sala Chopin –1987-1989–, fue asiduo asistente y vecino en el edificio de Paseo de la Reforma donde pasé 34 años. El 15 de agosto de 1996, fecha en que me celebro el santo, falleció sin avisarle a nadie, como le gustaban sus momentos íntimos, en soledad. Dos días después me avisaron que mi amigo había partido, dejando un pequeño repertorio de obras artísticas bien hechas, entre las que debo nombrar: Canto a Guadalupe Trigo, Soy, La amistad, El trago final, Los amores que duelen, La bella vida y otras que esperan difusión. Lo recuerdo como todo un caballero, con un vaso lleno de Bacardí en la mano y un guitarra, cantando:
Mi amor de verano, mi primer amor
amor de estudiante ya se terminó,
vendrán otros veranos,
vendrán otros amores,
pero siempre en mi ser vivirán:
mi amor de verano,
mi primer amor..
*Investigador y autor.