Por Óscar Lara Salazar*
“Si el rigor sucumbió a su adversa suerte envidiable y hermosa fue su muerte”.
Los principios del liberalismo nacional, planteados a través del movimiento de Reforma, que iniciara Valentín Gómez Farias en 1833, y que consagra sus principios doctrinales en la Constitución Política de 1857, cuyo triunfo se afirma históricamente cuando Juárez derrota a los conservadores de Maximiliano, restaurando los valores de republica, representa orgullo y dignidad. Sin duda alguna que aquella generación de honor y de patriotismo se comportó a la altura de su misión histórica.
Hombres de grandes valores casi todos ellos, pero de manera especial en Guillermo Prieto se recoge la agudeza, se establece la claridad, e invariablemente se da curso a veracidad con sencillez, lo que perfila un instrumental de la más acertada crítica. Político e intelectual, en verdad difícilmente se puede encontrar hombres tan limpios, tan orientadores como los que trazó el liberalismo mexicano en el movimiento de Reforma. La bien afinada pluma de Guillermo Prieto da cuenta de lo anterior, acudir a sus textos para interpretar y comprender los estelares episodios de mediados de siglo XIX, básico para todos aquellos que crean en la riqueza del pasado de nuestro pueblo que tiene historia, y debemos aprender sus enseñanzas.
Aquellos días de tempestades y de inquietudes del movimiento liberal mexicano, debemos tenerlos presentes y actualizados en nuestra sociedad contemporánea, ejemplos hay por fortuna, como el movimiento de Reforma, que a medida que pasan los años son evocados con admiración y respeto, y también son valederos para entender cabalmente el devenir de nuestra historia.
Guillermo Prieto era el ministro de hacienda del presidente Juárez. A su lado corrió la suerte en la promulgación de las Leyes de Reforma; en la moratoria de la deuda externa, en la guerra contra la Intervención Francesa, en fin, Juárez llegó a deberle hasta la misma vida. Es Guillermo Prieto, quien con su prosa magistral y su estilo literario nos narra un capítulo emocionante de aquella época, cuando Juárez expresaría una frase que recogió la historia: “Ha perdido una pluma nuestro gallo”. Tomado del folleto: El mundo ilustrado.
“El año de 1858 fue para la historia de la Reforma el año novelesco por excelencia. Comonfort (Ignacio) retrocediendo espantado de su obra, hundiendo su prestigio y su gloria en el lodo sangriento del golpe de estado, Juárez preso en el jardín de Palacio, (en Guadalajara) en las mismas piezas en que el motín militar se desbordaba en corrientes de fanfarronería y de cinismo; después organizando su fuga con Sabás Iturbide y Nicolás Pizarro Suárez; al último frente a frente de Mejía, en San Juan del Río, con Manuel Ruiz, debiendo su salvación a su sangre fría inverosímil.
Ignacio Comonfort, asumió la Presidencia de la República el 8 de diciembre de 1855 y perduró hasta el 18 de enero de 1858, abandonó la Presidencia porque tuvo que salir huyendo del país, toda vez que el mismo asestó un golpe de estado en contra de la Constitución de 1857. Don Benito Juárez era presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y asume la Presidencia de la República por ministerio de ley en medio de una gran tormenta social, se había desatado pues la guerra por las Leyes de Reforma. Era la lucha entre liberales y conservadores.
“Ramírez –continúa Prieto- cayendo en unión de Morales Puente, en Arroyo Zarco, en poder de Mejía, quien pretendió fusilarlo al momento, salvándose Joaquín Telles, Bablot y Mateos milagrosamente de aquel trance, por el propio aturdimiento de los aprehensores.”
“Degollado, saliendo a caballo como demandero cuitado entre envoltorios, por la garita de San Cosme, mustio y despreciable y apareciendo ante sus perseguidores al momento de aprehenderlo, temerario arrollándolos y vitoreando a la Reforma a las puertas de México.”
“Y yo, favorecido primero por Martín Chávez, gobernador de Aguascalientes, después precipitándome en un barranco en Omealca para escapar a la muerte llegando a Querétaro por el Cimatario, arreando unos burros disfrazado de arriero, y cayendo en los brazos de Doblado, quien me recibía con nombramiento de ministro del señor Juárez, con asombro y contentamiento de mis compañeros los burreros.”
“Y a pesar de todas estas peripecias, la revolución de tres años era alegre, ardiente… se llevaba a los pueblos la buena nueva de su regeneración…las almas despertaban a la luz del progreso, se producía espontáneo lo épico y lo grande, y nos creíamos grandes, porque no medía nuestras tallas el ministro tesorero, sino el verdugo.”
“Así en medio de la conmoción universal se instaló el gobierno en Guanajuato, donde Doblado y don Francisco de P. Rodríguez fueron los colaboradores más eficaces de nuestros trabajos.”
“La proximidad de la batalla que terminó con la derrota de Salamanca, hizo precisa la salida del gobierno general de Guanajuato con dirección a Guadalajara.”
“La salida se verificó en la noche en los guayines que tenían por nombre sillas de postas, que yo establecí, e iban en esa vez con los lienzos negros echados, con criados que llevaban hachas encendidas a los lados del convoy, que tenía el especto de convoy fúnebre, y que veían las gentes pasar en silencio, como si se tratara de las exequias a la libertad.”
“A mí me designó el señor Juárez para que quedase representando al gobierno de Guanajuato, y para la conclusión de importantes arreglos que pude llevar a cabo en medio de una gran agitación, con el auxilio de Ponciano Arriaga y con Francisco Candejas, ambos patriotas eminentes y amigos muy queridos de mi corazón: de allí marché a Guadalajara.”
“La derrota de Salamanca aconteció el primero de Marzo; el día 12 se recibió la noticia en Guadalajara; al concluir de leerla Ocampo, el Sr. Juárez se volvió a mi chanceando, y me dijo: “Guillermo ha perdido una pluma nuestro gallo.”
Esta frase le salió de lo más hondo del alma a Juárez, ya que ahí quedó tendido en el campo de batalla el coronel José Calderón, el más gallardo combatiente republicano en la Batalla de Salamanca. Sobre su tumba se inscribió un epígrafe que decía:
“Si el rigor sucumbió a su adversa suerte envidiable y hermosa fue su muerte”.
*Diputado Federal/Cronista de Badiraguato.