Por Iván Escoto Mora*
Para los filósofos del lenguaje es interesante ver cómo existe una relación indisoluble entre tres elementos: pensamiento-lenguaje-mundo. El lenguaje es la expresión tangible del pensamiento, el pensamiento se expresa en el lenguaje, el lenguaje determina al mundo.
Se construyen conceptos, los conceptos sostienen ideas, las ideas argumentos y éstos, políticas de Estado. Así resulta clara la influencia del lenguaje en las condiciones materiales que dan origen a los hechos emergentes en la realidad humana.
Es viable afirmar que el lenguaje construye cosas dentro de un mundo definido en palabras. El problema es que esas palabras se desdoblan en infinitos modos, cada contexto y cada mirada transforma su contenido en el campo de la percepción, por ello la lengua jamás será una ciencia exacta ni menos aun, una obra terminada.
Las academias de la lengua han señalado que ellas no legislan, a caso, su actividad se reduce a reconocer un uso cambiante en cada generación humana. Sin embargo, los Estados, que sí legislan a través de sus órganos de gobierno, tampoco logran ser lo suficientemente exhaustivos como para acotar la difusa naturaleza del lenguaje.
Conceptos como: “libertad”, “igualdad” o “dignidad”, se pulverizan ante realidades veleidosas que no cejan de transformarse por razones tan ambiguas como el lenguaje mismo. A continuación algunos ejemplos que sostienen lo anterior:
Hecho 1.- En 1776 fue declarada la independencia norteamericana y reconocido el derecho de todos los hombres para vivir en condiciones mínimas que les permitieran alcanzar la felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad? y ¿para quiénes está reservada?, parece que no para todos, el paso de los días nos revela una oscura verdad.
Hecho 2.- “América para los americanos”, frase acuñada en 1823 por James Monroe y John Quincy Adams, manifiesta el rechazo al intervencionismo europeo sobre las tierras del continente. De inicio podría parecer plausible la defensa de la “autodeterminación” contenida en la doctrina Monroe, sin embargo, tal expresión constituyó, oficial y extraoficialmente, el punto de partida para la carrera colonialista propagada por diversas agencias infiltradas en el cono sur. El conflicto diplomático suscitado entre Ecuador y los Estados Unidos de Norte América en 2011 es muestra de ello. Con motivo de las operaciones políticas de la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos, fue expulsada de Ecuador la embajadora norteamericana Heather Hodges, después de haber sido declarada “persona non grata”.
Hecho 3.- Desde la guerra de secesión norteamericana hasta la década de los sesenta del siglo XX, una serie de leyes fueron creadas para distinguir a los hombres por su raza y ascendencia, muy a pesar de la Declaración de 1776 que ya reconocía la igualdad entre todos los seres humanos.
Por encima de los discursos progresistas, las formulas esclavistas de explotación han ido adquiriendo matices diversos según las épocas y las geografías, aunque quizá conservan como factor común, la misma implacable violencia. Entre las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, surgieron en los Estados Unidos una serie de leyes construidas bajo el argumento que rezaba: “separados pero iguales”. Semejante premisa pretendía justificar la creación de disposiciones que sostenían la igualdad frente a la exclusión en una suerte de oxímoron político reprobable bajo los argumentos del humanitarismo.
Las leyes raciales permitían configurar distingos absurdos, pero legales, entre las condiciones de vida de los hombres según su tono de piel. Semejantes criterios sólo encontraron su fin luego de la creación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 que prohíbe todas las formas de segregación.
Hoy las fórmulas de intolerancia se enderezan en los gobiernos más democráticos en función de la nacionalidad. Los derechos humanos se determinan según la procedencia geográfica o el origen sanguíneo del hombre. Sangre y tierra son parámetros de discriminación bajo el mandato de leyes anti-inmigrantes y normas de tolerancia cero enderezadas a nivel planetario.
La declaratoria de “ilegalidad” justifica el exterminio en todas las formas posibles y en todos los escenarios pensables, desde el campo algodonero hasta las minas, desde las jornadas fabriles hasta la trata de cuerpos. Los hombres investidos del calificativo “ilegal”, son expulsados, lastimados, utilizados y ejecutados por millones.
Luego de más de dos siglos de haber sido reconocido el derecho de “todos los hombres” a ser tratados en condiciones de igualdad, “los hombres” siguen siendo iguales pero diferentes, los modelos de separación adoptan formas de sutil brutalidad e inflexible dureza.
Dentro de un mundo lleno de conceptos y axiomas mutables, ¿cuál es el papel de quien se dice humanista?, ¿a qué se refiere la esencia de lo humano?
Quizá el único rol que nos quede entre tantas palabras engañosas, sea el de la crítica para llegar a la reflexión, el del diálogo que se erija como herramienta de construcción y análisis.
En el humanista, pensamiento y lenguaje obran unidos para explicar, para entender, para re-pensar la historia, el pasado y el presente, las condiciones esenciales del hombre dentro de un mundo que aparece inestable ante toda percepción y lógica.
*Abogado y filósofo/UNAM.