Por Óscar Lara Salazar*
El diccionario de La Real Academia, define al término generación, en una de sus acepciones como “fase que marca un cambio decisivo o importante en una técnica en evolución”, creo que es la definición más apegada al propósito de describir la generación de la reforma en México. Esta generación, encabezada principalmente por Benito Juárez, el Benemérito de las Américas fue la que imprimió un cambio profundo a las estructuras de poder en México para establecer el verdadero Estado mexicano.
Hombres de gran estatura moral y política que legaron para la historia de México ejemplo de congruencia, idealismo y tenacidad. Empezando por el gran patricio mexicano, don Benito Juárez, que supo aglutinar y dar rumbo a un puñado de talentos para cristalizar un proyecto de nación que se vería reflejado en la Constitución de 1857.
Para conocer mejor la esencia social y política de los hombres de La Reforma, bien vale la pena comentar algunos pasajes del libro “Trastienda de la Historia en La Reforma” de Samuel Maynez Puente, donde comenta pasajes anecdóticos: que recogiendo algunos rasgos de la vida de aquellos patriotas nos retrata de cuerpo entero a los defensores de la República liberal.
Los pantalones de Santos Degollado
Don Victoriano Salado Álvarez, en un relato ameno, refiere un hecho relacionado con la captura de la famosa conducta en Laguna Seca, vinculando este hecho con la persona de don Santos Degollado.
Los ayudantes Miravete y Pérez condujeron al general Degollado al sitio en que estaba depositada la inmensa fortuna contenida en la conducta rescatada. Al través de las toscas mayas de los sacos de artillera, relucían ojuelos brillantes de miradas claras, o amarillentas, según que procedían de la plata o del oro. En silencio contemplaron largamente aquel número de talegas con la luz de un mísero velón de cebo. A la mañana siguiente, los ayudantes extrañaron la presencia de su jefe y se convencieron de que tampoco dictaba al sempiterno ayudante.
—“…estará haciendo oración mental como acostumbra, y por eso no se mueve ni deja entrar a nadie”.
Como transcurriera un rato más, Miravete espió por la puerta entreabierta y con los ojos humedecidos y balbuciente, llamó a su compañero para que pudiera contemplar la escena que lo estremecía: el general estaba sentado al borde del catre, a su lado una bolsa que contenía hilo, agujas, dedal, botones, tijeras y pedazos de trapo, amén de tafetán inglés, ungüento, árnica y esparadrapo y algunas cosas mas para los momentos de apuro. Don Santos, sin los anteojos oscuros, y calados otros que le permitían ver mas cerca, zurcía sus pantalones, sus eternos pantalones negros, que lo mismo le servían para las recepciones como para los caminos y las batallas.
Las limosnas de Ignacio Ramírez
Ignacio Ramírez fue el destructor del pasado. Pero a la vez aportó en su tiempo para reconstruirlo todo, para integrar superaciones; reformar que significa dar nueva forma, enmendar y corregir. Refiere uno de los biógrafos de Ignacio Ramírez “El Nigromante”, tan modesto era, que errante por los caminos de México, un día en Chihuahua lo detuvo en la calle un gendarme, para decirle:
—Señor, en Chihuahua, no se admiten los mendigos- y Ramírez, el terrible, el hombre que había pasado por los más altos puestos públicos y le había sido confiado la administración de justicia a su arbitrio implacable, sacó humildemente del andrajoso levitón, la credencial que le acreditaba como ministro de Juárez. Como un cristo indígena, perseguido, apenas dijo:” tiene usted razón soy un mendigo, pero nada pido para mi, mendigo para mi patria”.
Juan Álvarez paseando el caballo
El prestigiado historiador don Luis González Obregón, relata una anécdota de don Juan Álvarez que manifiesta su sensibilidad republicana. Estaba el general sentado cerca de la puerta de su hacienda La Providencia, cuando vio venir por el camino de México, a todo correr, montado en un caballo, a un oficial del ejército, que traía un mensaje en la mano.
Llegó el oficial, apiose violentamente, y al ver la humilde actitud y el traje sencillo de aquel hombre le arrojó las riendas del caballo y le gritó con brusquedad:
—Paséalo.
Don Juan se levantó, tomó las bridas y comenzó a pasear al animal. Entre tanto, el portador del mensaje había entrado a la casa de la hacienda y al preguntar por don Juan Álvarez, una viejecita le dijo:
—Ahí está, es el que cuida el caballo de usted.
El oficial, confundido y apenado salió y al acercarse a don Juan Álvarez comenzó a ensayar una disculpa en estos términos:
—Mi general…
Álvarez lo interrumpió y le dijo sonriendo, tocándole el hombro:
—No tengas cuidado muchacho: aquí todos somos iguales
Ignacio Zaragoza pensando en su casita
En una carta que don Ignacio Zaragoza le dirigiera al señor Vidauri, le expresaba lo siguiente:
“No será remoto que en cualquier hecho de armas, me sobrevenga un suceso desgraciado y en este caso, mi pobre familia quedará reducida a la mas espantosa miseria, porque no cuenta con otro patrimonio que el de mi trabajo. Esta tristísima cuanto penosa idea me pone en el duro caso de ocurrir a usted para suplicarle por medio de la presente, tenga la bondad de mandar entregar a mi esposa, por mi cuenta, la suma de dos mil pesos con los cuales podrá construir una casita que a comenzado a fabricar. Dicha suma será descontada de mis pagos de la manera que a Usted le parezcan más conveniente…”
Los caudales de Juárez
Cierro este artículo con el máximo exponente de esta generación, don Benito Juárez, quien durante 26 años desempeñó funciones públicas, diputado al Congreso de la Unión, gobernador de Oaxaca, secretario de Estado, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y presidente de la República desde 1858 hasta 1872. Seis veces le fueron concedidas facultades extraordinarias, omnímodas en Guerra y Hacienda.
Pero al morir este hombre, el inventario de sus bienes fue aprobado por el Juez Tercero de lo Civil y convertido en escritura pública por el notario José Villela el 19 de mayo de ese mismo año, cuyo original dice:
“…cuerpo de bienes del señor licenciado don Benito Juárez: dinero encontrado en la casa mortuoria: 573 pesos. Dinero en poder de los señores Nerodio y Blanco: 20 mil 119 pesos con 88 centavos. Efectivo cobrado de la Tesorería General por cuenta de sus alcances como Presidente de la República mil quinientos pesos… 5 mil pesos producto de las casas de México desde el 19 de julio de 1872 hasta la fecha: 5 mil 121 pesos importan sus ganancias como presidente de la República, deduciendo de la liquidación la cantidad que expresa la partida anterior: 12 mil 497 pesos con 45 centavos. En alhajas $ 562.00. en muebles y menaje de casa: 4 mil 153 pesos con 25 centavos una calesa usada y un tronco de mulas: $500.00. La casa #4 del portal de mercaderes: 29 mil 827 pesos con 67 centavos. La casa #3 de la segunda de San Francisco: 33 mil 235 pesos con 82 centavos. La casa #18 de la calle Tiburcio: 28 mil 754 pesos. La casa en Oaxaca en la calle del Coronel: 3 mil 566 pesos con 46 centavos. Libros, su valor: 922 pesos con 53 centavos. Acciones de minas y ferrocarril: 4 mil 770 pesos. Ropa de uso, su valor: 149 pesos con 75 centavos. Importa el total del cuerpo de bienes: 151 mil 233 pesos con 81 centavo”.
Esta es la mejor fotografía histórica que se puede tener de la calidad moral de una generación de mexicanos, que supieron estar a la altura de su tiempo y legar un ejemplo a las generaciones venideras.
*Diputado Federal / Cronista de Badiraguato.