El hábito de saludar y las buenas costumbres… ¿en crisis?
Andrés Moisés González Loyola*
En determinados contextos escolares algunos estudiantes no acostumbran saludar a sus compañeros, ni a sus docentes ni a otros adultos; sencillamente, después de llegar tarde a clase entran al salón y se sientan en sus respectivos lugares; al parecer, no les incomoda la puntualidad ni la presión ejercida durante el pase de lista, por efectos de los retardos. Juan Delval (1997), plantea que los modelos sociales están hechos de normas y reglas sobre lo que debe y no debe hacerse, en este sentido son normativo valorativos; aquí, las normas convencionales –como parte de las normas sociales- regulan los usos y costumbres, como la forma de vestir, el saludo, las prácticas en el cuidado de la niñez, etcétera.
Los convencionalismos suelen mostrar variaciones entre los distintos grupos humanos y presentan límites culturales difusos. Los docentes en el aula inician el saludo cuando observan que este tipo de estudiantes, indiferentes a la ocasión, se introducen al salón o a otros espacios escolares. Frecuentemente algunos docentes, ante el silencio del recién llegado, expresan el saludo con tono irónico, voz fuerte y acentuada; el resto del grupo sigue al recién llegado con la mirada hasta que se acomoda en el mesa banco.
Por lo general, se trata de los mismos estudiantes quienes acostumbran llegar tarde al aula; éstos, numéricamente oscilan entre 3 y 5 y aunque con frecuencia se les repite ¡Buenos días! (en ocasiones con voz remarcada y prolongada), no se percibe que se habitúen a saludar. Furlong Viv (1978), expresa que el tipo de profesor (blando o duro) define cierto tipo de situación en el aula, y a la vez el docente es situado por los alumnos, y viceversa. En el ambiente escolar, cuando el docente les dice ¡Buenos días! o ¡Buenas tardes! (según sea el turno), sólo algunos estudiantes suelen contestar el saludo, otros pasan callados a sentarse. Las expectativas y la motivación de los estudiantes al iniciar las clases, posiblemente influyan en el tipo de relaciones y dinámica generada durante las sesiones del trabajo cotidiano.
El hábito de saludar se genera en el ambiente familiar desde temprana edad. El jardín de niños y la escuela primaria tienen un fuerte compromiso en el fortalecimiento de este hábito; sin embargo, cuando no hay un reforzador directo y constante desde el núcleo familiar, es difícil acostumbrar a los estudiantes a que saluden cuando se encuentran con otras personas. La ironía, los gritos, las llamadas de atención en público y los castigos no son los mecanismos adecuados para motivar el saludo. Considero que resulta conveniente hacerlo por medios que incidan en la conciencia, el modelaje como situación de aprendizaje, y mayor énfasis en la importancia de saludar para nutrir las relaciones humanas entre los individuos.
Para cerrar estas reflexiones acerca del hábito de saludar, conviene enfatizar que el modelaje como medio de aprendizaje es una estrategia valiosa que se puede utilizar en la adquisición de hábitos y valores: si los niños no observan que sus maestros u otros adultos saluden o pidan permiso para realizar alguna acción, no resulta congruente exigir que ellos lo hagan. Marcel Postic (1982), plantea que el comportamiento de los alumnos es el resultado de las interacciones simbólicas consigo mismo y con lo demás (depende de cómo me vean es como actúo)… el profesor afirma y confirma las actitudes, status y comportamientos de cada alumno en su grupo, esto lo hace a través de las formas de comunicación y maneras de relacionarse cotidianamente con los estudiantes en el contexto escolar.
*Doctor en educación/Universidad Pedagógica Nacional