Por Juan Cervera Sanchís*
Han transcurrido doscientos cuarenta y siete años desde que naciera en Monterrey, Servando Teresa de Mier, cuyo nombre de pila era el de José Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra. Fue en verdad un hombre singular, un adelantado que veía mucho más allá que sus contemporáneos y por cuya osadía pagó un alto precio. Su vida fue harto agitada y despierta una viva y honda admiración entre nosotros por su inteligencia y su valor.
A los dieciséis, siendo un adolescente, tomaría en la ciudad de México el hábito de Santo Domingo, aunque su vocación religiosa estaba en duda. No obstante al cumplir los veintisiete años de edad se doctoró en teología.
Fue célebre como predicador. Debido a ello el 12 de diciembre de 1794 le fue encomendado, gran honor, pronunciar en la Basílica de Nuestra Señora de Santa María de Guadalupe un sermón en torno a la aparición de la Santísima Virgen. Ello delante del virrey y las más altas autoridades eclesiásticas.
En su sermón fray Servando Teresa de Mier expresó opiniones en relación con dicho acontecimiento que no parecieron bien las autoridades.
Se hizo un gran escándalo y el orador fue sometido a proceso eclesiástico. Fray Servando fue condenado a diez años de reclusión. Se le envió al convento de Caldas, en Santander, España. Se iniciaría así su peregrinación.
Estando en Caldas logró escapar, pero de inmediato fue aprehendido. Se le trasladó a Burgos. Él solicitó entonces que se le trasladara a Cádiz, Andalucía, donde el clima era más benigno. Su solicitud no fue tomada en cuenta. Aunque más tarde se le trasladaría a Salamanca. De ahí volvió a escapar con mayor suerte. Consigue salir de España y llegar a Francia. Vive en Francia hasta el año de 1802. En Paris se consagra a la enseñanza y a las traducciones. Escribe una refutación contra el libro del Conde de Volney , “Las Ruinas de Palmira”. Convierte con sus argumentos al catolicismo a un rabino. Se gana la confianza del Vicario General de Paris. Éste le encomienda la Parroquia de Santo Tomás.
Fray Servando no puede dejar de pensar en México y añorar su retorno, pues siempre fue un enamorado de México. Sueña y desea su reivindicación. Decide dejar la Ciudad Luz y se traslada a Roma donde encuentra numerosas dificultades por su falta de recursos económicos.
El sermón en la Basílica de Guadalupe pesa sobre él. Busca que su Santidad le conceda la secularización. Deja de ser dominico, pues el Santo Padre se la concede y lo nombra prelado doméstico.
Vuelve a España y, al llegar a Madrid, es encarcelado. Se le envía al convento de Los Toribios de Sevilla. De ahí, poco después, logra escaparse y llega hasta la capital portuguesa. En Lisboa vive durante dos años. Se hace amigo del general Blao, quien tenía a cargo un cuerpo de ejército de españoles voluntarios. Con ellos retorna a España y lucha contra los franceses. Estos lo hacen prisionero tras la batalla de Belchite. Se evade una vez más burlando a los franceses. Corre el año de 1811 cuando logra llegar a Londres. Es ahí donde escribe y manda imprimir su “Historia de la Revolución de la Nueva España”. Está ya enterado del levantamiento del cura Hidalgo en México.
Escribe en la prensa inglesa a favor de la Independencia que se fragua entre los mexicanos.
En Londres conoce a Francisco Javier Mina. Éste lo invita a viajar a México. Su sueño más acariciado. Acepta entusiasmado.
Corre el año de 1817. Desembarca en Soto de la Marina. Mina es derrotado. Cae el fuerte de Soto de la Marina en poder de las tropas realistas.
Fray Servando es ahora prisionero de don Joaquín Arredondo. Se le traslada a la ciudad de México donde es encarcelado hasta el año de 1821 en que se le envía a Veracruz donde es embarcado rumbo a España.
En La Habana logra escaparse del barco español y consigue embarcarse en un buque estadounidense. Es así como llega a Filadelfia. Ahí radica hasta la consumación de la Independencia.
En 1822 retorna a México. Es designado diputado por Monterrey. Se opone a Iturbide y por orden de éste es hecho prisionero.
En 1823 es liberado. Durante el gobierno de Guadalupe Victoria actúa como diputado de su estado natal. Por orden presidencial se le concede una pensión anual para que pueda vivir sin apuros económicos, ya que la pobreza, al igual que las autoridades, también lo ha perseguido sin misericordia a lo largo de su agitada vida. Con esa pensión, por fin, podrá sobrevivir en unas habitaciones de Palacio Nacional. Vive ahí, rodeado de libros, la única etapa relativamente calmada de su existencia. Esos cuatro años finales de su vida. El 3 de diciembre de 1827 deja de existir a los 62 años de edad. Su muerte conmovió a la nación. Se le hicieron solemnes honras fúnebres y se le sepultó en Santo Domingo, donde descansa hasta la fecha.
*Poeta y periodista andaluz.