Por Joel Isaías Barraza Verduzco*
El perro” y “el cochi” comen tacos de chap sui con chiles jalapeños y frijoles de lata, cuando tocan a la puerta de su casa en la colonia Lomas del Cielo. Primero se asustan pero luego recuerdan que están esperando al “caníbal”.
-Cálmate pinche cochi -dice el perro- solo el caníbal toca de esa manera; ojalá traiga los fierros para poder aventarnos un jale limpiecito.
-Más nos vale que si -dice el cochi- pues ya no quiero seguir comiendo tacos de chap sui y de pizza con refrescos de lata, mejor le abro, no vaya ser y se desespere y haga un desmadre. Desde que nos sacó del bote para este jale anda muy loco.
El cochi se para limpiándose la boca con la manga de la camisa y abre la puerta después de ver por la rendija. Entra el caníbal con una mochila de lona negra y alargada, la pone con cuidado sobre la mesa y corre el cierre abriéndola.
-Cámara bato -dice el cochi –con esas matonas comeremos bien por un año y tomaremos Bucanas.
-Pues yo pienso comprarle un carro a “la Nalgona” y darnos una vuelta por Las Vegas – dice el perro entusiasmado.
-Primero hay que trabajar y después vemos de a como nos toca –les atora el caníbal sacando las armas y repartiendo los cargadores con municiones.
El perro huele la pistola negra opaca y jala del carro varias veces emitiendo un chasquido y un clic posterior a cada movimiento, la pone sobre la mesa y escoge una subametralladora cromada con cargador para sesenta, se la cuelga sobre el pecho después de hacerla funcionar y dice: -nooombre, con estas señoritas y unas líneas, naaaadie me para.
Ya para entonces, el cochi ha escogido un cuerno de culata plegable y una escuadra con un caballito relinchando en las cachas de madera oscura. El caníbal los mira sin quitarles los ojos de encima, les pone en las manos dos juegos de uniformes negros con insignias y siglas en la espalda, una bolsa de plástico llena de un polvo blanco y un fajo de billetes. Cuando les entrega dos celulares les dice –y no se les olvide, esperen a que les llame el jefe y les diga donde esta el blanco pa’ que se avienten el jale, les ponga un carro a la puerta y los apoye en la huida pues mañana es año nuevo y la vigilancia va’star mas cabrona. -Los dos ex convictos responden moviendo la cabeza repetidamente, colocando los celulares en los bolsillos y repartiendo los billetes en dos partes iguales. El caníbal mira por la rendija de la puerta, la abre y sale cerrando despacio.
-Ora sí, tenemos permiso pa’ chingar al bato y además pa’ empezar el año con jefe nuevo, ni mandado a’ser este pinche jale-, dice el perro oliendo las armas y después un poco de polvo blanco, que sacó de la bolsa de plástico con la punta de su navaja.
El cochi mete los dedos a la bolsa de plástico, acercándolos a la nariz aspira con fuerza como si soplara al revés y tose, se los chupa mientras dice, -pinche caníbal, es bien gallo, cobra en los dos frentes, en la banda y en la policía, si no fuera por qu’es del barrio no le tendría confianza -coge la botella y le da un buen baje.
Este jale es el último –dice el perro -nomás pa’ salir de piojos y poder largarme, no se tú pero yo no le tengo mucha confianza al que trabaja en los dos frentes, el perro con dos dueños termina mordiendo a uno.
Ya casi es medianoche, la ciudad se ilumina con luces de todos los colores, las fachadas de las casas y los árboles sostienen serpentinas y cascadas de foquitos que parpadean y tocan música navideña. Las avenidas principales son patrulladas por vehículos del ejercito y de las policías federales y del estado, los expendios de bebidas embriagantes hacen su agosto en diciembre y la gente atiborra los refrigeradores y las alacenas con lo que más le gusta, o con aquello que sus bolsillos permite comprar. Algunos beben güisqui o coñac mientras otros toman cerveza o ron del país y mezcal barato. En las iglesias tañen las campanas y los feligreses llenan las charolas con las limosnas.
En Lomas del Cielo el perro y el cochi beben, inhalan, se pasean nerviosos por la sala de la casa… pero de pronto y desde afuera se escucha una tropelada… un golpe seco tumba la puerta…varias ráfagas penetran tirando los vidrios y tumbando las cosas, los dos cortan cartucho y disparan a discreción mientras otro golpe tumba la puerta del patio y son acribillados desde dos frentes por armas largas y poderosas, que hacen todo pedacitos picoteando las paredes… luego estallan varias granadas lacrimógenas para enseguida escucharse otra ráfaga…todo quieto… nadie se mueve…nada se mueve… el perro y el cochi yacen hechos pedazos… la sangre se expande por el piso… el humo se evapora mientras otros uniformados entran con sus lámparas encendidas y los rifles listos para seguir tirando pero…ya no es necesario… el caníbal parado junto a ellos dice –Japi niu yir cabrones –mientras deposita varias bolsitas de cocaína, crack y cristal sobre la mesa y los cajones de los muebles de aserrín prensado, acompañándolos de billetes sueltos de diferentes denominaciones. Hace rato que el perro y el cochi ya no sienten nada.
Por la mañana del primer día del año nuevo los noticieros de radio y televisión anuncian: “En la última noche del año viejo, el grupo especial de combate a la venta de drogas logró reventar varias tienditas en donde se comerciaba con alcaloides y drogas sintéticas, las fuerzas contra el crimen organizado, arriesgando sus vidas, lograron sorprender a los envenenadores de la juventud en diferentes sitios de nuestra ciudad llevando a cabo una cirugía exitosa y sin bajas de su parte, se aseguraron cantidades significativas de drogas prohibidas, dinero y armas, además de algunos celulares que serán utilizados para identificar a los compradores que llamaban para ser surtidos de los enervantes. Desgraciadamente los criminales opusieron resistencia y murieron en el enfrentamiento con las fuerzas del orden. No se desconecte, a lo largo del día le estaremos informando sobre la identidad de los delincuentes abatidos conforme vayan siendo identificados. Ya volvemos, mientras, permítanos desearles un muy Feliz Año Nuevo.”
*Antropólogo investigador / AHGS.