Por Juan Cervera Sanchís*
Los productores más grandes de café son: Brasil (1.236 t), Colombia (558 t), México (240 t) y Costa de Marfil (230 t). En la actualidad el consumo y comercio del café es mundial y, realmente, extraordinario, pero no siempre fue así, al igual que no siempre existieron los cafés, esos cenáculos de la conversación en donde se siguen reuniendo hombres de negocios, intelectuales, y gente de todo tipo, a degustar, en intercambio de ideas, un capuchino, un exprés, un turco, un charentais, un vienés, un moka java o un americano solo o con crema.
La historia del café, los cafés y su comercio, es harto interesante y casi novelesca. Las peripecias del “néctar árabe”, como algunos lo llaman, son de película, para usar una expresión popular.
En pasados tiempos el café era cultivado ocultamente e igualmente consumido, como sucede hoy con determinadas plantas y el llamado mundo de las drogas. Cualquiera que cultivaba o consumía café se hacía sospechoso antes las autoridades de fomentar las malas costumbres. Durante siglos se habló del café en voz baja y entre iniciados. El primero que se atrevió a escribir sobre el café fue Rhazés, un médico persa que vivió en el siglo X. Rhazés, sin miedo a la censura, lo elogió diciendo que “confortaba a los fieles”, pero la polémica en torno al café entre médicos y moralistas duró siglos. El año de 1511 se mandaron cerrar todos los cafés de la Meca por considerarlos peligrosos para la salud pública, aunque más tarde volvieron a abrirse y se ganaron un gran prestigio. Algunos cristianos consideraron también que el café era peligroso para el cuerpo y el alma y se le denunció ante el Papa Clemente VIII, pero éste tras probarlo por sí mismo consideró que era bueno e inofensivo. Esto sucedía el año de 1594.
Después de muchas oposiciones el café se fue imponiendo en el gusto de la gente. Joan Sebastián Bach lo glorificaría en 1732 al componer su “Kaffe Cantata”.
En Londres, Paris y Madrid se abrirían numerosos cafés. Fueron célebres en Londres el “Buttons” y el “Will´s Coffee House”.
Tal parece que el introductor del café en Inglaterra fue el cretense Nathaniel Canopius. El primer café inglés fue abierto en 1650 por un personaje llamado Jacobo el judío. Esto ocurrió en Oxford. El primer café vienés fue obra del polaco Franz George Kolschistsky, creador del café que lleva ese nombre.
En Paris se abre el primer café por esa misma fecha y se debió a un armenio llamado Pascal. En este café se ofrecían servicios a domicilio. Era común ver entonces muchachos por las calles de Paris con cafeteras que se calentaban con candiles. En tiempos de Luis XV, París contaba con 600 cafés, cien años más tarde sumaban 3 mil, lo que nos habla de la gran afición entre los parisinos por “el néctar árabe”. Según Voltaire el enciclopedismo surgió gracias al Café Procope, donde se reunían sus artífices.
A América el café no llegó hasta el año de 1607 en que lo introdujo el capitán John Smith. El primer café en el Nuevo Mundo se abrió en Nueva York y se llamó “Mercant´s Coffee House”. Era ahí donde se reunían los Hijos de la Libertad y fue por eso que el citado café fue llamado “La Cuna de la Libertad”.
En España los cafés no fueron menos famosos. Célebre fue el de la fonda de San Sebastián en donde discutían Fernández de Moratín, Cadalso, Iriarte y otros intelectuales de la época. Menéndez y Pelayo nos habla con entusiasmo de dicho café. Otros no menos celebrados fueron “El Parnasillo”, fundado en 1831 y “El Príncipe de Fontana de Oro”. En la actualidad conserva su prestigio el “Café Gijón”, en Recoletos.
En México, según Salvador Novo, el primer café fue abierto en 1785 y estuvo en la esquina de las actuales calles de Tacuba y Monte de Piedad, aunque no da el nombre. En 1789 se abre el “Café Manrique”, en la calle del mismo nombre, hoy República de Chile. Durante las primeras décadas del México Independiente se abren varios cafés como el de “La Gran Sociedad”, “El Café Medina”, “El Café del Comercio”, el “Veroly”, que luego se llamó “La Sociedad del Progreso” y así van abriéndose muchos otros cafés que hicieron historia, como “El Águila de Oro” y “El Café del Sur”, que estuvo en 16 de Septiembre y donde se reunían militares retirados.
Durante la ocupación estadounidense adquirió cierta fama “El Café de la Bella Unión”, donde las “Margaritas”, así llamaban entonces a las hoy llamadas sexyservidoras, las prostitutas pues, para no enredarnos en la palabrería, eran la alegría y el consuelo de los jóvenes soldados gringos.
Muchos fueron los cafés que dejaron su huella en la ciudad de México. Así “El Café del Cazador”, “El Café Colón” y el de “La Concordia”.
En 1903, los hermanos Walter y Frank Sanborn´s abren la calle Filomeno Mata el café que lleva su nombre. En 1918 dicho café se traslada a la Casa de los Azulejos, tras ser desalojada de ahí La Casa del Obrero Mundial. Pasado el tiempo se abriría la sucursal de Reforma esquina con la calle de la Fragua y posteriormente la cadena Sanborn´s se extendería por toda la ciudad y el resto de la República.
Entre los cafés con tradición e historia en México destaca “El Café Tacuba”, “La Habana”, en la avenida de Bucareli, “El San José”, en Ayuntamiento, y ya tiene su lugar en los anales de la cafetomanía “El Gran Premio”, en Antonio Caso, esquina con Sadi Carnot, colonia San Rafael, calle donde estuvo por cierto un café llamado “El Chino”, donde nació en 1919, el Partido Comunista Mexicano, y del que nos habla el poeta Renato Leduc.
Otra cadena de cafés excelentes son los Jekemir, surgidos el año de 1940 y cuya automarca es “El Príncipe de los Cafés”.
No olvidamos, ya desaparecidos, “El Café de Nadie”, recinto de los estridentistas y “El Sorrento”, donde el gran poeta León Felipe se reunía con sus compañeros y amigos exiliados de la guerra civil española.
Volviendo al importante rol del café en el mundo hay que destacar hoy en Nueva York el restaurante llamado “Quo Vadis”, donde se sirve el café Charentais. Ahí suelen reunirse respirando su aroma algunos hombres notables de la ciudad de los rascacielos que hablan, naturalmente, de los granos de café más caros del planeta entre los que se encuentran los cultivados en Manizales, Armenia y Medellín y más conocidos por la sigla MAM.
Otros granos muy apreciados en la bolsa de Nueva York son el moka del Yemen, el guatemalteco de Antigua y los que se producen en Sumatra y Java que son de excelente calidad.
El café, en suma, de producto prohibido se convirtió en preciadísimo producto con el que se hacen millonarios negocios en todo el mundo.
*Poeta y periodista andaluz.