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Los aromas del río Piaxtla

Por domingo 27 de noviembre de 2011 Sin Comentarios

“Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi
recuerdo
personal de la realidad, lo cual es lo mismo”
Jorge Luis Borges.

Por Salvador Antonio Echeagaray Picos*

Es San Javier, San Ignacio, el solar sinaloense que descansa plácidamente en la ribera del rio Piaxtla, donde nací y crecí aspirando el aroma de las flores y de la tierra generosa a barro y arena, en las tempranas lluvias de la temporada de aguas.

Están en mi recuerdo no solo los aromas, también las pinceladas de las flores silvestres que adornan los cercos de alambre a ambos lados de los caminos de terracería que en las regiones costeras y la de los altos, llevan a todos los rumbos, con los variados matices de nuestros montes.

Están en mis recuerdos lo fresco de los tiernos elotes de las milpas, el camino aquél que en las lluvias de verano recorrí tantas veces rumbo a la parcela del abuelo y en el que plasmé mis pies descalzos sobre la alfombra de la arena húmeda, llevando en el morral el almuerzo mañanero.

Están en mis entrañas las sencillas costumbres de los campesinos que en la franca convivencia de sus valores y tradiciones heredadas de sus mayores, calan muy hondo en el alma de quienes nacimos y crecimos en esos ambientes bucólicos de colinas, bosques y el agua mansa del rio sin tiempo de nuestra niñez y que nos viene de las frías montañas enclavadas en la Sierra Madre Occidental y presuroso entrega su voluminoso caudal en la desembocadura de la mar oceánica que en el delta del rio Piaxtla albergó colonial puerto en las postrimerías del siglo XVIII.

Lo anterior lo evoco y lo escribo ante el repetido requerimiento de mi amigo, el poeta de la civilización queretana que convive con nosotros en su afán civilizatorio, Mario Arturo Ramos, de que le cuente acerca de los personajes surgidos de la historia de la región san ignacense y de los hechos y tradiciones que dan plena identidad a nuestra comunidad rural san javiereña.

Para antes, permítaseme informar que este, mi natal municipio de San Ignacio, fue conocido desde el año de gracia de 1531 como “Piaztla” durante la Colonia y formó parte de la jurisdicción de Copala en el siglo XVIII y en 1732 pasó a la provincia del Rosario.

Por lo que respecta a mi pueblo de San Javier, esta comunidad era directoría política hasta 1884, posteriormente se agrega a la demarcación central como alcaldía junto con San Ignacio y San Juan.

En cuanto a los grupos aborígenes que poblaron las partes altas, la reseña histórica señala que éstos practicaban la antropofagia, por lo que fue hasta el año de 1633 en que el padre Diego González de Cueto funda la Misión de San Ignacio de Loyola, San Jerónimo, Ajoya, Santa Apolonia y San Sebastián de Guaimino.

San Javier fue fundado por los jesuitas en el año de 1582. Esta obra religiosa que representó la otra cara de la espada del conquistador peninsular, y por ende, el humanismo de la religión católica que la causa jesuítica convirtió en faro que arrojó luces de conocimientos, que aunque elementales y pragmáticos, unidos a la conversión de los indígenas hicieron de los naturales explotados, hombres nuevos integrados a la comunidad, con un mejor destino.

Con rigor histórico el pueblo de San Javier, San Ignacio, representa la cuna de personas notables como lo son el coronel Rodolfo T. Loaiza, el gobernador mártir quien fue alevosamente asesinado durante la celebración de un baile en el patio Andaluz del hotel Belmar durante el carnaval de Mazatlán en el año de 1944; licenciado Juan Trucios Zazueta, magistrado del Supremo Tribunal de Justicia del Estado; licenciado Miguel Gómez Noriega, gobernador de San Luis Potosí, Puebla, Querétaro y regente del Distrito Federal; licenciado Heriberto Zazueta, que fue secretario de gobierno en la época de Cañedo.

En otro tema, se reconoce que a San Javier, lo envuelve una especial atmósfera y culto musical; para muestra, te menciono que el creador de la famosa banda “Los Guamuchileños de Culiacán”, que fue de las primeras “músicas de viento” que grabó para la RCA Víctor, en la ciudad de México, y que dio proyección internacional a nuestra música vernácula lo fue Romeo Zazueta Lafarga, músico, arreglista y compositor de prosapia, originario de San Javier y que integró en su tiempo, un destacado grupo musical formado por los san javiereños, Ángel Vega (guitarra), José Gómez (el bajo), padre por cierto de Ignacio Gómez Torres, lúcido autor del libro “San Javier estampas y voces de mi pueblo”; Roberto Vega “el tiato” (acordeón), Francisco Picos (trompeta), Eduardo Zazueta (saxofón), Nacho Zamora (saxofón), Ramón Vega (guitarra) y Filiberto Vega (clarinete).

Fiestas tradicionales

Las festividades que por su significado y permanencia representan un patrimonio intangible para los san javiereños, lo son, la “Taspana”, el “Testamento” y la celebración de la “Semana Santa”.

A continuación me permito hacer una breve narración de cada una de ellas.

La Taspana

La fiesta mágica de la “taspana” en San Javier, la considero una expresión única en todo el estado de Sinaloa. Surge primero de la voluntad de una sola familia (Bolado) que decidió limpiar de maleza el entorno de su vivienda para eliminar los animales ponzoñosos que viven entre los matorrales compuestos de malvas, quelites, zacate y vinoramas, entre otros, acción de limpieza que fue imitada por los vecinos que igualmente se pusieron a “taspanar” para proteger a sus familiares del ataque de alimañas y darle al pueblo un mejor aspecto.

Según las crónicas escritas, históricamente se señala que esta práctica, ya con carácter comunitario, se institucionalizó entre 1849 y 1850, fijándose el tercer domingo de octubre, al término de la temporada de lluvias, para su realización, a la que asisten los san javiereños e invitados, radicados en varios estados de la República, y especialmente quienes viven en los Estados Unidos.

En años recientes, DIFOCUR montó una excelente coreografía que se basa en la acción mecánica del brazo en movimiento que sujeta el “machete” que es el instrumento que utiliza el participante, que rítmicamente le permite el corte de la maleza, siguiendo el compás marcado por la “música de viento” que durante toda la jornada acompaña a los “macheteros”, que desde luego son conveniente y generosamente hidratados con cerveza y los famosos “changuirongos” de la infaltable “carreta bar”, jalada por robusto borrico, que sigue al contingente.

Sobre esta fiesta pueblerina, la prensa ha publicado que el grupo folclórico sinaloense, después de presentar el bailable tema de la “Taspana” por todo el estado, fue llevado a Europa atendiendo invitación del gobierno de Francia con motivo de celebrarse la conmemoración del segundo centenario de la Revolución Francesa. Podemos afirmar, que la tradicional fiesta de la “Taspana” ha recibido el reconocimiento y la certificación de una de las naciones más cultas del mundo.

La Semana Santa

Esta festividad en mi pueblo tiene en el recuerdo de las gentes de nuestra edad, dos etapas muy definidas.

El primer espacio en el tiempo de aquellos ayeres, nuestros viejos de varias generaciones atrás, así como los abuelos y padres lo marcaron, nos hicieron respetar la tradición religiosa que implicaba para todos la observación rigurosa de las reglas morales y rituales eclesiásticos, especialmente durante los días jueves y viernes, llamados los días santos, que obligan a hombres y mujeres adultos, jóvenes y niños, a observar las formas de carácter religioso que tenían que ver con la vestimenta personal, con el consumo de alimentos y el recogimiento espiritual en lo individual y colectivo.

Recuerdo que la tradición religiosa exigía absoluto respeto a los aspectos que venimos comentando; hasta que los relojes marcaban las cero horas del “Sábado de Gloria” que autorizaba y permitía el “jolgorio” y el disfrute de los placeres mundanos, lo que actualiza la segunda etapa de la “Semana Santa San Javiereña”. En los tiempos actuales, aunque la “Semana Santa” se sigue considerando como festividad religiosa, de esto no tiene nada, lo que afirmo, lo fundamento, en lo siguiente:

La “Semana Santa”, es decir, la organización de la misma “se vende” a la firma cervecera que ofrezca el mejor precio. La marca ganadora instala enorme carpa en la calle principal del centro del pueblo, a unos pasos de la iglesia, disponiéndose a la venta de cerveza sin límite alguno y amenizando la fiesta cervecera con música de viento y conjuntos musicales que ofrecen a los parroquianos sus servicios. Huelga decir que la venta de cerveza no es interrumpida durante los días jueves y viernes, días mencionados en los que se organizan y se celebran bailes consecutivos que desde luego disfrutan jóvenes y viejos, que han olvidado para siempre la tradición de sus mayores.

El Testamento

Por lo que respecta a los otrora famosos “testamentos” que se leen en el mediodía del “Sábado de Gloria”, que dan a conocer la última voluntad de Judas Iscariote, antes el pueblo que escuchaba el evento disfrutaba de contenidos referentes a herederos y legatarios que eran señalados como beneficiarios de la disposición testamentaria, que expresaban ingenio y un sorprendente manejo del lenguaje, que en el uso de la métrica y el ritmo de imágenes y metáforas, en una afortunada relación ágil, chispeante y de sana comicidad hacían aflorar la espontánea carcajada de los propios aludidos y de la asamblea pueblerina reunida.

Es de sugerirse que las personas que heredaron esta relatoría testamentaria, en la redacción del documento, consideren usar un lenguaje que sea menos ofensivo y que en los referentes, ya sean personales o de hechos o sucedidos atribuídos a los “protegidos” de Judas, reales o inventados, se expresen con el ingenio, la gracia y la sana picardía que la tradición forjada por nuestros mayores, dieron proyección y merecida fama al contenido y lectura del testamento san javiereño.

Por último, al mencionar el antecedentes de los testamentos san javiereños, no es posible deja de citar al señor licenciado Jesús Arnoldo Millán, quien por muchos años fue la voz relatora del testamento, con los matices e inflexiones que requería el delicado encargo de Judas Iscariote.

*Notario público.

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