Por Frank Meza*
Antonio Martín Cepero, en BURACO DEL SUEÑO, bajo la consigna de que la mujer es el lugar donde el amor erige sus catedrales de luz y sombra, entona su lírica para dar cuenta de esa existencia vital que hace que el hombre gire sus huesos en redondo y disponga su cuerpo para el canto: “Nada ni siquiera el aire/ podría nombrarte como yo”.
Este libro está permeado por la nostalgia y por la descripción del dolor. Los poemas obedecen a un tono lacónico, es decir, la eficiencia del vocablo poético se logra gracias a la brevedad de las imágenes y la calibración de su ritmo.
A su vez, en esta obra, se pueden localizar los ecos de los poetas de la Generación del 27, el acento castellano, el hipérbaton como un recurso constante y la utilización de un léxico lleno de matices lejanos. Sin embargo, el espíritu de la poesía de Martín Cepero encuentra su mayor valía en tanto que es ajuste de cuentas con el amor, la conciencia del rayo súbito que supone su mujer, los abatimientos del sufrimiento y las atmósferas nocturnas.
En un momento de gran claridad el poeta dice: “Reconocerse cansa más que la culpa”. Es así que el autor se reconoce en sus palabras, sabiendo que la noche y el sueño formarán en su garganta notas de ceniza y un pulso para poder navegar hasta los rumbos del alba. “Entre tus dedos la rosa me araña/ como un sueño de exactitud desnuda”.
*Escritor y poeta.