Por Juan Diego González*
Llovió la madrugada del domingo. Sin viento. Una lluvia tranquila pero persistente. Llovió todo el domingo. La madrugada del lunes llovió más fuerte. Como si fuera un presagio. A media mañana, el sol sonrió sobre el valle. En la tarde se hizo la ceremonia de premiación de los Juegos Trigales del Valle Yaqui 2011. El ganador de poesía fue para el libro “Oscuridad del agua” para el vate oaxaqueño Iban de León Santiago.
Segundo lunes de noviembre. 14 dice la hoja del calendario. Una tarde muy fresca después de la lluvia. El acto fue en la Quinta Rosalía de Cócorit, Sonora. Una ex hacienda preciosa, que data desde antes del porfiriato. La anfitriona fue la Biblioteca Pública “Jesús Corral Ruiz”, dirigida por la señora rossana Robinson Bours, que por cierto su familia son los propietarios del paradisiaco lugar.
La premiación oficial se volvió una muy concurrida reunión de amigos. Mientras los meseros servían vino tinto, otros tomamos sólo café. Los cocineros rápido colocaron el brasero con el carbón y el fuego inmediatamente hizo su labor. Obviamente la cena fue la tradicional carne asada sonorense para deleitar al ganador del Premio Nacional de Poesía “Bartolomé Díaz de León”. Lástima por el escritor Daniel Espartaco Sánchez, ganador del Premio Nacional de Cuento “Gerardo Cornejo”, quien, por causas de fuerza mayor (dijeron los organizadores) no pudo asistir.
Entre charla cordial, café, vino tinto, intercambio de libros, saludos de mano y abrazos rompe huesos, tan sonorenses, la música del piano y violín de los integrantes del grupo Achaí, ahora sí que amenizaron la velada. La parte formal estuvo a cargo del buen amigo Miguel Ángel Áviles, como representante del jurado. Una vez en el micrófono dijo: “Tengo el privilegio de dar lectura al acta que otorga el primer lugar a Ibán de León Santiago. Su trabajo presenta unidad en la forma, el ritmo y el tono. La imagen se vuelve una metáfora total de la muerte, reflejada en el título de la obra: Oscuridad del agua”. Aplausos y le tomaron fotos.
Inmediatamente después, la escritora Margarita Oropeza, como representante del Instituto Sonorense de Cultura y la señora Rossana Robinson Bours, entregaron el diploma de reconocimiento y el premio de 50 mil pesos al poeta. Más aplausos y fotos. Por un instante, el crepitar del carbón, el chillar de la carne al caer en el asador ardiente, el peculiar sonido del cuchillo al golpear la tabla de picar provocaron la suspensión del tiempo. La cena estaba lista.
Sin embargo, no sólo de pan vive el hombre dijo alguna vez un sabio de Nazareth. El poeta premiado Ibán de León Santiago leyó unos poemas de su obra ganadora. Trascribimos un fragmento de Papalote:
“Recuerda aquellas mariposas
y el fuego desmedido de las nubes.
Sentados en la tierra,
bajo la sombra exuberante de los mangos,
trazamos delicados papalotes
que el viento sacudía en lontananza.
ni el pegamento aquel,
ni el colorido del papel de china,
ni los levísimos carrizos
sobrevivían al tumbo de los meses.
Sólo unos días
y los sueños bajaban
para ya no levantarse…”
Así llegó la noche, y con ella, la poesía se mezcló entre la gente. Incluso se fue para hacer cola en la mesa de los tacos. Pedir dos de harina y uno de tripitas de leche. La poesía estuvo contenta esa noche, fresca como la lluvia de los días anteriores. De chapetes como el color del vino tinto en las copas cristalinas. La poesía hizo sobremesa y llegaron las coyotas para ser paladeadas con las notas del violín y el piano. No llovió esa noche y la despedida fue como al principio: entre abrazos fuertes, apretones de mano. Intercambio de emails con el premiado para seguir en contacto. Las mesas quedaron vacías, sólo en una se quedó sentada la poesía para disfrutar el resto de la velada en la Quinta Rosalía de Cócorit, Sonora.
*Docente y escritor sonorense.