Por Faustino López Osuna*
Como parte de los festejos de El Colegio de Sinaloa por su XX Aniversario, el pasado 29 de octubre se le rindió merecido homenaje al compositor sinaloense Fernando Valadés, en la Casa de Antonio Hass, en el centro histórico del puerto de Mazatlán. El licenciado José Ángel Pescador Osuna, presidente de El Colegio, al dar inicio al programa, hizo énfasis en que el evento se realizaba, habiendo participado en su organización el también colegiado, doctor Jaime Martuscelli Quintana, quien lo propuso a raíz de haber leído el artículo sobre el compositor olvidado, escrito por mí, aparecido en La Voz del Norte.
El ameno programa incluyó la intervención del doctor Martuscelli y los hijos de Fernando Valadés: Marina, quien leyó una semblanza familiar del homenajeado, destacando sus éxitos tanto en el país como en el extranjero, emocionando vivamente al auditorio, y Guillermo, quien interpretó con afinada voz cuatro canciones de su padre. Enseguida se proyectó un estupendo video elaborado por la UNAM en convenio con El Colegio de Sinaloa, sobre Valadés, con valioso material proporcionado por la propia familia, concluyendo la parte programada del exitoso evento con la reproducción de tres de las conocidas y recordadas canciones del autor de “Porqué no he de llorar”, interpretadas por él mismo. Al concluir la tercera y última, que fue su inolvidable bolero “Asómate a mi alma”, se produjo un insólito clímax: los más de doscientos asistentes, al unísono, entonaron, en sincronía perfecta, la canción interpretada por Fernando Valadés, cerrando con emocionado aplauso el final de la misma.
El licenciado Pescador Osuna agradeció la calurosa asistencia de los presentes, así como al Instituto de Cultura, Turismo y Arte municipal y a su titular, licenciado Raúl Rico, por su apoyo logístico para la realización del homenaje al también autor de “Cómo de que no”, y nos dio el uso de la voz al maestro José Ángel Espinosa Aragón y a mí, para refrendar nuestra admiración a Fernando Valadés Lejarza, su nombre completo. Así tuve la valiosa oportunidad de dar lectura a un breve homenaje en verso octosílabo, que forma parte de “Versos a la Tambora”, que escribí para tan memorable ocasión:
Romántico luminoso,/ Fernando Valadés, Banda,/ abarcó con sus canciones/ de amor, todo el pentagrama./ Y como todo romántico/ que se precie de tal, canta/ a pecho abierto, por donde/ se le asoma, limpia, el alma./ Lo mismo que el caracol/ carga sobre sí su casa,/ Fernando Valadés pudo/ cargar con sus esperanzas/ y recorrer los caminos/ de tierras propias y extrañas,/ arrancándole a su piano/ acordes de concha nácar./ Mazatlán, el puerto insigne,/ le dio a sus muletas alas/ y su bagaje marino/ y la brújula de su alma./ Y le cantó a la mujer/ con trinos de mar en calma/ o con reclamos dolientes/ palpitantes como lágrimas./ A ella, su estrella del norte/ o su lucero del alba,/ a ella, rosa de los vientos/ a ella, inspiración sagrada./ En la mujer compensó/ lo que el mundo le negara,/ navegando por la vida/ con la vida enamorada./ Él supo hacerse a sí mismo/ con la dignidad más alta,/ sin aceptar del hipócrita/ engaño, dádiva o lástima./ Como el árbol que aún florece/ destrozado de sus ramas,/ él enfrentó con canciones/ a la adversidad tirana./ Por ello, Tambora, vale/ la pena batir las palmas/ por Fernando Valadés,/ mazatleco de prosapia.
Bien por La Voz del Norte, en cuyas páginas se habló del injusto olvido en que se mantuvo durante casi medio siglo a Fernando Valadés. Bien por El Colegio de Sinaloa, por dar inicio a la reparación de aquella injusticia.
*Economista y compositor.