Por Álvaro Delgado*
Luego de ojear el manuscrito de El Yunque, la ultraderecha en el poder, mi primer libro, Julio Scherer García me preguntó si llevaría prólogo y le dije que pretendía pedírselo a Miguel Angel Granados Chapa.
–¿Por qué no a Carlos Monsiváis?
–No, porque Monsiváis es muy informal y quiero que mi libro salga antes de las elecciones.
Era febrero de 2003 y tenía yo la idea de que mi libro, que revelaba la existencia de una organización secreta apoderada del Partido Acción Nacional (PAN) y del gobierno de Vicente Fox, podría ser discutido en la campaña electoral intermedia.
Pensé en Granados Chapa como presentador de mi primer libro por varias razones, entre ellas mi admiración a su trayectoria de periodista, su labor cotidiana como columnista y porque había sido secuestrado, en 1966 –justo el año en que yo nací—, por miembros el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), organismo de fachada de la organización secreta de El Yunque por publicar una serie de reportajes en el semanario Crucero que dirigía Manuel Buendía.
El joven periodista fue capturado por un grupo violento y sometido a tortura en un paraje solitario, donde fue abandonado. Eran juramentados de El Yunque.
Por eso busqué a Granados Chapa y aceptó prologar mi libro. Le envié copia del manuscrito y esperé unas semanas. Pero ya no supe de él. Le hablé a su asistente, le envié correos. Nada.
El editor de Random Hause Mondadori, Braulio Peralta, me apremiaba. Fue entonces que fui a ver a Scherer García:
–A usted le consta –le dije– cuál era mi idea del prólogo para mi libro, pero no tengo respuesta de Granados Chapa. Yo sé que usted no prologa libros, pero le pido, con la claridad con la que siempre nos hemos hablados, que me diga si me regala unas palabras para mi libro.
–Claro, don Alvaro. Deme un abrazo. ¿De cuánto tiempo dispongo?
–Es para el próximo miércoles, don Julio.
–No chingue, don Alvaro –me respondió ese martes, pero cumplió.
El libro, que se publicó como adelanto en la portada de Proceso, con una reseña de Alejandro Caballero, comenzó a circular la primera semana de junio de 2003.
A mediados de julio me encontré, fortuitamente, con Granados Chapa en una exposición de fotografía. Al saludarlo se ruborizó: “Estoy muy apenado con usted”, me dijo.
–No se preocupe, licenciado.
–Usted salió ganando, porque Julio le hizo el prólogo a su libro, pero yo no cumplí.
–No se preocupe, insisto, mejor le propongo algo: presente mi libro.
–Encantado.
En efecto, Granados Chapa presentó mi libro junto con Rafael Rodríguez Castañeda, director de Proceso, así como de los entonces senadores panistas Javier Corral y Felipe de Jesús Vicencio, y escribió en su columna las incidencias de ese acontecimiento.
Al año siguiente, en abril de 2004, recibí una llamada suya a mi teléfono celular. Me informó que, en su calidad de presidente del jurado del Premio Nacional de Periodismo, le comunicaba que había yo ganado ese reconocimiento en la categoría de reportaje, cuya inscripción obedeció a la iniciativa de mis compañeros de la revista.
–Gracias, licenciado.
–No, gracias a usted por su trabajo.
Ese mismo año, en septiembre, participé en la presentación del libro La Sosa Nostra, del periodista Alfredo Rivera, prologado por Granados Chapa, que motivó una demanda por daño moral del protagonista de la obra, el político priista Gerardo Sosa Castelán, contra ambos.
En esa ocasión pronostiqué que la demanda sería un fracaso. Me equivoqué. Luego de siete años de litigio, y aunque Granados Chapa fue absuelto, un juez corrupto emitió sentencia condenatoria contra Alfredo, que convalidó la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al negarle el amparo para pagar, en todo caso, una cantidad conforme a una ley que su propio caso inspiró.
Después de que tuve la fortuna de gozar con mi mujer un par de cenas con él y su pareja, Shulamith Goldsmit, se abrió un paréntesis en la relación hasta que, en 2009, luego de que recibió la medalla Belisario Domínguez, a propuesta de quienes trabajamos en Proceso, nos encontramos en un desayuno.
Alejandro Caballero, fundador con él del diario La Jornada, Granados Chapa y yo nos encontramos en el café de Radio UNAM, a principios de 2010.
Fue una charla gozosa, sobre todo porque Alejandro y yo le manifestamos nuestra gratitud por haberlo conocido y abrevar, como lectores y aprendices de periodistas, de su sabiduría e integridad…
El jueves 13, Caballero, que en Proceso es editor de deportes y encargado de la página de internet, me hizo ver que Granados Chapa se estaba despidiendo al empezar su columna, en Reforma, con una frase para mí equívoca: “antes de que caiga el telón…”
Pero el viernes ya no hubo duda de la fatalidad: “Esta es la última vez que nos encontramos. Con esta convicción digo adiós.”
Y duele…
*Periodista.