Por Lizete Mercado Sánchez y John Carpenter Slavens*
Desde siempre los hombres hemos migrado por todas direcciones de la tierra en busca de mejores condiciones de vida: siguiendo el alimento, buscando mejor hogar, conociendo y creando nuevas expresiones de cultura. Una de estas expresiones, son las manifestaciones rupestres o grabados en piedra que fueron dibujados en distintos espacios del paisaje, lugares escogidos estratégicamente para transmitir un mensaje específico, que puede ser religioso, algún tipo de señalamiento que indique abastecimiento de materias primas, alimento o refugio; la remembranza de un hecho que sucedió; o pueden ser varias cosas a la vez. Y es que estos dibujos son símbolos de poder, que reflejan la idiosincrasia de aquellos.
El norte de México no es la excepción, en los territorios que hoy ocupan los estados de la frontera norte del país y pasando a E.U. se encuentra una de las mayores zonas de petrograbados. Nosotros, estudiamos a través del proyecto arqueológico Norte de Sinaloa: Rutas de intercambio, las representaciones rupestres que se encuentran en el extremo norte del río Fuerte, en el municipio de Álamos, Sonora y en los municipios de Choix y El Fuerte, Sinaloa.
Los sitios de petrograbados registrados, son un componente en el paisaje cultural del valle del río Fuerte estrechamente relacionado con los sitios que hemos estudiado a lo largo del proyecto. Podemos inferirlos por ahora mediante el concepto de espacios, en el que el paisaje se une a la cosmovisión en el ordenamiento del ciclo vital mediante los ritos que se recrean en el mito. Los cinco sitios que hemos registrado en el norte del Valle del río Fuerte son una muestra del diferente uso de los espacios intrínsecos de las sociedades que aquí se establecieron, son sitios que consideramos rituales por su carácter simbólico, sin embargo, el rito es diferente, varía el símbolo y la composición con el espacio.
Cerro de la Máscara es un sitio ritual de acceso exclusivo para los dirigentes-chamanes que llevaban a cabo las ceremonias, lo suponemos por la falta de material o estructuras de uso doméstico, así el conjunto denominado el Mirador domina la visión de todo el valle y algunos de los grabados miran al sureste hacia Ocolome que como hemos dicho está al otro lado del río Fuerte, estos dos sitios están ligados por su posición espacial y la similitudes estilísticas de sus grabados. Ocolome mira hacia Cerro de la Máscara, creemos, es el lugar desde donde la población civil presenciaba el rito, hay que destacar los entierros encontrados a uno 150 m al sur en rancho Nacho Félix, en Ocolome, que pensamos, era el lugar de habitación. Encontramos también metates fijos de poca profundidad de forma ovoide para la molienda de pigmentos, plantas y/o semillas usados en las ceremonias, mientras que en Cerro de la Máscara las oquedades que vemos son más circulares y profundas, más bien para captación de agua donde el concepto de fertilidad está presente; íconos fitomorfos, zoomorfos, antropomorfos entre sencillos hombres palito en distintas posturas: una chamana con bastón de mando grabada en el conjunto La Reina que vemos en trance por la posición tensa de sus manos y rostro desencajado, otros personajes como el hombre con laberinto en la cabeza son un testimonio de lo que sucedía, y nos da una idea de la complejidad de los ritos. La posición, además, de Cerro de la Máscara es imponente en el sentido de orden, ya que su posición con respecto al río Fuerte permite controlar el cruce de éste, a su lado oeste, mientras que al este controla el paisaje del valle.
En contraste, los sitios de San Pedro Huaiparime y Carrizalejo son dos espacios parecidos entre ellos, ambos están sobre la pared de un arroyo de temporal que en tiempo de secas son caminos naturales transitables hasta el día de hoy. Espacios que si bien son rituales, el mensaje de sus símbolos es para un uso constante para los que por ahí transitan, mientras que Cerro de la Máscara tal vez fuera sólo en ceremonias como en equinoccios, solsticios, fechas específicas. También destaca el hecho de que San Pedro y en especial Carrizalejo no tienen un control visual si no que la vista da directamente a la pared de en frente, lo que hace pensar en la intimidad del lugar, en las ceremonias nocturnas.
El Goro es un caso especial por la manufactura de los grabados, delgados, de poca profundidad, aquí la mayoría de los símbolos son geométricos, entre puntos, líneas, cruces, líneas de puntos y zig-zag, este lugar se encuentra como mencionamos, sobre la pared de un risco sobre el cauce del río, tampoco tiene un control visual de un paisaje panorámico, sino de las aguas de río, la orientación al este sugiere más un uso astronómico, tal vez este uso estuvo implícito en todos los sitios, pero aquí se ve más específico por el carácter geométrico de los íconos.
Hay representaciones que persisten, así, el venado que ha sido grabado en distintos sitios. En nuestra época aún se practica la danza del venado en los pueblos de Tehueco, Ocoroni, Mochicahui y la región en general. Estas prácticas nos acercan a los significados de los símbolos. Otra manera que ayuda a entender los significados, son los materiales arqueológicos asociados, en la región que estudiamos se encuentran los sitios de Rincón de Buyubampo, La Viuda y Leyva de Mochicahui, que fueron excavados durante las tres temporadas del proyecto y los cuales están dentro del patrón de asentamiento del territorio que creemos ocuparon los grupos protocahitas.
Registramos los 172 petrograbados de manera sistemática, aparte de los casí 300 de Cerro de la Máscara mediante la calca en tela de manta con carboncillo natural que nos da una copia fiel del grabado sin agredir el original. Esta técnica funcionó bien en cuatro de los sitios donde las líneas son anchas y profundas, pero en el El Goro las líneas son muy delgadas como para calcarse así que hicimos el registro fotográfico y con dibujos.
Las inferencias generales que hacemos ahora, son conjeturas que necesitan un detallado análisis en contraposición con la arqueología y etnología de la región que está en desarrollo. Cabe destacar la importancia del resguardado por parte de personas preocupadas por la integridad de la historia como don Juan Sánchez y su esposa Socorro de Sánchez, custodios del Cerro de la Máscara y el profesor Ernesto Parra, cronista de El Fuerte.
*Investigadores / Centro INAH Sonora.