Por Elisa Macías Madrid*
Los primeros días de octubre, por caminos y carreteras, en diferentes medios de transporte y caminando, llegan de distintos puntos de Sonora y sur de Arizona los devotos a la celebración de San Francisco. Es esta la mayor fiesta tradicional entre la gente que habita esta región cultural del noroeste, la cual tiene como epicentro el pequeño pueblo de Magdalena de Kino, sitio donde convergen católicos así como indígenas de distintos grupos étnicos que habitan uno y otro lado de la frontera.
Por otra parte, el Congreso del Estado de Sonora decretó este 2011, “Año de Eusebio Francisco Kino”, al cumplirse tres siglos de su muerte, de tal manera, instituciones públicas y privadas impulsan actividades que buscan el reconocimiento de este misionero jesuita, considerado personaje fundamental en la historia y la cultura de Sonora y Arizona.
¿Qué relación tiene San Francisco con Eusebio Francisco Kino, el misionero y explorador?
Antes del siglo XX poco se sabía de Kino pues la historiografía de su obra inicia en 1936 cuando el investigador norteamericano Herbert Bolton publicó su libro, que en español lleva por nombre Los confines de la cristiandad.
Se dieron, por aquellos años, varias acciones que lo ubicarían como un personaje importante en el panteón de los héroes. Ese mismo año en la ciudad de Phoenix, Arizona se le reconoció como pionero del estado, con una estatua en su honor. En 1939, Eduardo W. Villa lo incluye en su libro Historia del Estado de Sonora y en 1945, luego de un intento fallido por encontrar sus restos, se erige una estatua en Magdalena. En 1965 el mismo estado de Arizona logró que el Congreso incluyera su estatua en el Capitolio como uno de los dos héroes que lo representarían.
En este contexto, en México, se impulsó la búsqueda de la tumba de Kino, lo cual se logró en 1966, y al año siguiente se inició el proceso para su canonización.
Sólo por mencionar algunos valores y acciones de la vida y obra del padre Kino que se ponderan, diremos que fue el instrumentista de prácticas culturales que hoy identifican a lo sonorense ya que
fue hábil ganadero y agricultor, labores que puso en práctica entre los indígenas pimas allegados a las misiones que fundó a lo largo de la región noroeste, que abarca la hoy frontera Sonora-Arizona, territorio ocupado en ese tiempo mayormente por los pápagos y la pimería alta.
Explorador incansable y carismático para los indios, además de astrónomo y cartógrafo es un personaje que reúne cualidades, tanto cristianas de amor al prójimo como de hombre del mundo moderno por sus conocimientos culturales de diversa especie. Otra de sus obras importantes tiene qué ver con el registro que realizó de sus vivencias a través de la escritura: Favores Celestiales es el manuscrito por el que se conoce la historia de la región durante los 24 años que realizó labor misional.
En cuanto a la práctica cultural religiosa de visitar a San Francisco, la gran devoción que ejerce se expresa no sólo en la multitudinaria asistencia anual a la celebración que inicia desde las vísperas del 4 de octubre, sino en las visitas de cientos de creyentes que diariamente se detienen en el poblado, durante cualquier época del año, para llegar a tocar o como dicen “levantar” al santo ya que la imagen se halla en posición yacente.
No está de más mencionar, el sentido catártico que adquiere el encuentro del creyente con el santo ya que parte importante del rito es el acto físico de levantarlo colocando la mano bajo la cabeza en espera de lograrlo fácilmente, lo cual significa que el agraciado está limpio de culpas o que es aceptado, sin embargo se da una natural tensión entre los visitantes por el temor de ser rechazados en la prueba mencionada y quedar ante los demás y ante sí mismo como fuera de la gracia. La tradición dicta además, como parte de la visita, llegar a la cripta que exhibe los restos del padre Kino.
“Al gloriosísimo San Francisco Javier… yo le debo…la vida…”
El propósito oficial de consolidar al padre Kino como una figura principal en la historia convive con esta tradición popular basada en la creencia y veneración a San Francisco, y tiene sus raíces en los siglos XVII y XVIII justamente en la figura de Kino y otros miembros de la Compañía de Jesús que desarrollaron esta labor misional tan importante en la historia de la región.
De su puño y letra se sabe de la gran devoción que tuvo el padre Kino por San Francisco Javier, fundador, con Ignacio de Loyola, de la Orden de los jesuitas, conocido como “Apóstol de las Indias” por su labor misionera en el oriente. Ante una grave enfermedad que sufrió en su juventud, Kino prometió al santo ingresar a la orden jesuita y agregar el nombre de Francisco al de Eusebio. Ambas promesas fueron cumplidas al recobrar la salud.
A los casi setenta años, en marzo de 1711, el misionero que vivió con los pimas enferma de gravedad precisamente al celebrar la ceremonia dedicada a la capilla en honor a San Francisco Javier en la iglesia de Magdalena, muere muy poco después y es enterrado no en la misión de Dolores donde vivió por 24 años sino muy cerca de la capilla de su venerado protector.
Se sabe que por aquellos años los indígenas que conocieron a Eusebio Francisco visitaban su tumba, y también acudían a la capilla de San Francisco Javier, patrono del misionero, y que esas visitas fueron el origen de las fiestas que hoy se celebran. Sin embargo, en la actualidad se presenta una ambigüedad semántica, que procede de la existencia de un tercer Francisco en esta historia: el de Asís.
Después de la expulsión de los jesuitas de España y sus colonias, entran en acción misional los franciscanos cuyo fundador de la orden es Francisco de Asís, lo cual permite entender la presencia de algunos elementos rituales que para quienes buscan explicaciones, pueden resultar incongruentes, sin embargo, es innegable que para la innumerable cantidad de creyentes, tales ambigüedades ni siquiera les son perceptibles pues para ellos su motivo principal es la fe en San Francisco, quien por cierto, es considerado el santo más milagroso.
En primer lugar, no toda la gente tiene la precisión de llamar Francisco Javier al santo en cuestión, y la mayoría se refieren a él simplemente como San Francisco e incluso hay quienes con más confianza le llaman San Pancho. Más aún, si nos fijamos bien, nos daremos cuenta que la imagen viste hábito café con un cordón en la cintura y no el color negro que distingue a los jesuitas. En esta confusión de Franciscos hay quienes más conocedores de la tradición sí lo nombran Francisco Javier, pero lo curioso es que la gran conmemoración se lleva a cabo el 4 de octubre, fecha de la muerte de San Francisco de Asís, fundador de los franciscanos, pues la del líder de los jesuitas, Francisco Javier, es hasta el 3 de diciembre. Además de la versión que existe de que el cambio de fecha se debió a que la de octubre era más propicia climáticamente, y sin precisar demasiado, las investigaciones coinciden en encontrar los motivos en la presencia franciscana posterior a la de los jesuitas y en la coincidencia de llamarse Francisco los líderes de ambas órdenes religiosas.
Por si lo anterior fuera poco, aunado a toda esta historia, el propio hecho de que la Iglesia de Magdalena donde está San Francisco y la cripta con los restos del padre Kino coincidan a unos metros de distancia, en la misma plaza del pueblo, propicia una simbiosis de significados en la que entra también el misionero italiano Eusebio Francisco, ya que no es raro que para algunas personas el santo venerado sea el propio héroe cultural e histórico cuyo aniversario número trescientos de su muerte se conmemora este año.
Como ya se dijo, nada de esto ocupa a los creyentes, historia e imaginario social convergen ante la posibilidad humana de, a partir de lo que existe, crear nuevas formas de experiencia y de vida.
*Maestra en Historiografía y difusora de Cultura Museo Regional UNISON.