Estatal

Un Lobo Sinaloense en el D.F.

Por domingo 25 de septiembre de 2011 Sin Comentarios

Por Joel Isaías Barraza Verduzco*

Benny Goodman soplaba su aliento en el clarinete de maderas dulces cuando Lobito abrió la puerta del baño del cómodo y amplio departamento de Copilco, dio unos pasos de baile al ritmo de Good Morning Starshine, acompañando al Benny con las jóvenes fauces lupinas abiertas y, se meció para todos lados como buscando el centro; después de encontrarlo caminó por la letra de la melodía y se deslizó con suavidad sobre el sofá de piel negra y maderas claras, para hundir su robusto y musculado cuerpo de galán norteño en el abrazo sutil del sillón.

En el extremo contrario de la moderna habitación, Rebeca lo miraba con los ojos brillantes, embelesada y orgullosa de tener tan buen gusto y tanta suerte. Sentada con la pierna cruzada y el talle recto –como si se hubiera tragado un palo de escoba– desmenuzaba una espiga dorada de marihuana fresca entre el aroma perfumado del incienso de jazmín que llenaba el salón. De vez en vez lanzaba el brazo derecho y tomaba un vaso con whiski en las rocas y daba un sorbo delicado, para luego seguir limpiando el caro “material fumatérico”. En medio de los dos, un rayo de luz proyectaba sobre una pantalla portátil de tripié las imágenes de una película muda del cine “gringo”, con textos blanquecinos y difuminados que sintetizaban lo que los ojos podían ver en imágenes silenciosas.

En la cortina de lino claro que cubría el amplio ventanal que daba al balcón de la calle, todavía se podían discernir los últimos rayos de luz de una tarde sabatina en el sur de la ciudad de México, la flaca silueta de las ramas de los eucaliptos y los fresnos y a veces el tímido vuelo sombreado de una o dos palomas.

Lobito se vistió sin prisa al ritmo de la música, se peinó el cabello hasta la base de la nuca con los dedos como peine y se talqueó los pies y las axilas con polvo neoyorquino, se calzó las botas sin dificultad –le gustaba usarlas medio número más grandes que sus pies– y pidió a Rebeca le preparara un ron con limón y hierbabuena.

Cuando Rebeca se levantó gustosa del cómodo sillón, depositó el platón con hierba en manos de Lobito, pidiéndole terminar de preparar los cigarrillos de marihuana se dirigió a la cocina por los hielos y la hierbabuena, momento que el lupino aprovechó para desenvolver el medio kilo, sacar cuatro espigas doradas de más de veinte centímetros de largo, gordas como colas de zorro, y meter dos en cada bota tirando de el pantalón sobre ellas y continuando con el quehacer después de guardar un sobrecito de papeles para fumar en el bolsillo de la camisa. Cuando Rebeca regresó con el trago preparado en un vaso largo y sudando de frío, Lobito encendía el primer cigarrillo perfecto y gordo, lo mojaba como caña de clarinete del Benny Buenhombre y llenaba el pulmón para después tenderlo a la generosa compañera de fines de semana.

Alta y delgada, con las piernas largas, de pelo natural y peinado, con las manos y las uñas bien cuidadas y sonrisa en los labios, exótica pero no tanto, de buen gusto, de ropa bien cortada comprada en Nueva York, Rebeca sentó con suavidad su joven cuerpo del deseo y miró al galán sabatino soltar el poco humo que quedaba en los pulmones, para sorber un despacioso trago del ron añejo importado que casi llenaba el vaso. Terminaron de ver la proyección y acabaron los cigarrillos y los tragos para despedirse a besos y suaves apretones cuerpo a cuerpo, recargados sobre los maderos de la puerta. Abrieron. Ella se dirigió al baño y reguló las llaves de la tina mientras él descendía las escaleras del piso tercero rumbo a las calles bulliciosas del culto barrio en fin de semana.

Mientras ella se quitaba la bata y metía su cuerpo en el agua más que tibia, él recibía la brisa de la noche temprana sobre un rostro sonriente y relajado, con los ojos brillando como chispas de vida y juventud provinciana de un lobo sinaloense en el D. F., hambriento de aventuras y experiencias. Embistió la brisa y el ruido de los coches con el cuerpo, pestañeando un poco miró hacia todos lados y, escogiendo un rumbo, dirigió sus pasos en medio de sus sueños.

*Investigador / AHGES.

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