Por Pablo Gastélum Castro*
Allá por el año de 1927, estaba en campaña para la presidencia de la República el general Francisco R. Serrano, originario de Santana, Choix y avecindados sus padres hacía tiempo en El Fuerte, Sinaloa, mantenían una relación de amistad muy estrecha, la madre del general Micaela Barbeytia de Serrano y Micaela Soto de Gastélum (mi abuela).
En una de sus múltiples pláticas, estas amigas habían acordado que uno de los hijos de mi abuela, en este caso mi padre, se iría con “su tia” (no había parentesco) a México, según dicen, así lo expresó la madre del general Serrano: –Mira tocaya, ahora que mi Pancho llegue a la presidencia, cosa en la que ya están de acuerdo Álvaro y Calles, quiero llevarme a uno de tus hijos a vivir con nosotros para que estudie, ya vez que allá hay muy buenas escuelas donde pueda hacer una carrera–, sigue la plática de que al abordar el tren la madre de Serrano, éste le pregunta por “el hijo de mi tía Micaelita”, habiéndole respondido que no se había podido venir porque le estaban haciendo ropa, a lo que le contestó el general: –No creas, les han de haber dicho que van a volar el tren y tienen miedo.
Por otra parte, mi papá comenta que ni idea tenía de lo que hubiera sido vivir en Chapultepec, es cosa de pensar dice, como a un muchacho de quince años, que no conocía el asfalto, el tren, teléfono, cine, ni el mar, sin haber salido de su pueblo y con mucho menos información de la que se dispone en estos tiempos, le resulta inimaginable tal odisea.
Pocas semanas después le toca al joven Luis Alfonso Gastélum, ser de los primeros en enterarse del asesinato del general Serrano (ya que trabajaba en las oficinas de telégrafos en El Fuerte) y sentir como volaba una de sus más grandes ilusiones o sueños.
*Notario Público.