Por Joaquín López*
Hoy que ha transcurrido una década del terrible derrumbe de las torres gemelas, es necesario recordar el evento que los medios no cubrirán con el mismo empeño que le pondrán al evento de Nueva York. Hoy, que la vicepresidencia de Cheney es cuestionada en su propia casa por el Washington Post, es necesario que el mundo recuerde también el terrorismo que en la misma fecha, sufrió el pueblo de Chile.
El atentado contra la Casa de la Moneda en Chile, fue ejecutado por el propio alto mando castrense con el apoyo de la derecha, el Partido Demócrata Cristiano y aviones de fabricación inglesa, con todo el apoyo del presidente Nixon y de su vicepresidente Gerald Ford, el secretario de estado Henry Kissinger, George W Bush y la CIA, el 11 de septiembre de 1973. Aquí sí aplica la definición de terrorismo.
Para la élite del poder norteamericano, el arribo del médico marxista Salvador Allende a la presidencia chilena, fue algo inaceptable para Nixon y su secretario de estado, el terrible Dr. Kissinger.
De origen judío alemán, el doctor en ciencias políticas, no tuvo acceso en su país al tipo de educación que obtuvo en Harvard, después de escapar en 1938, de la persecución nazi.
Su disertación doctoral, Un mundo restaurado, (1957-FCE-1973), su profesorado en la prestigiosa universidad y la tesis de que “siempre existirá una batalla entre las fuerzas del conservadurismo y las fuerzas de la revolución”, atrajo la atención del círculo del poder en las administraciones de Eisenhower y John F. Kennedy.
Después obtiene el cargo de asesor de Nelson Rockefeller, alguna vez gobernador de Nueva York y accionista de consorcios petroleros y Citicorp. Permanece a su lado hasta el fracaso de Nelson por conseguir la nominación republicana para la presidencia. Nixon, el vencedor en la contienda, lo incorpora como su asistente en asuntos de seguridad nacional.
A partir de este puesto logra suplir a sus propios jefes en política exterior, Nixon incluido.
Las hazañas del Dr. K en Chile arrancan en 1970 cuando todavía no asumía su cargo el presidente Allende. Por esos días había sido secuestrado y asesinado por órdenes del Dr. K un general del alto mando chileno al declinar su apoyo a un golpe de estado que hubiera evitado instalar a Allende en el poder.
El Dr. Allende había tenido el apoyo en las urnas y de la intelectualidad entre los que figuraban Ariel Dorfman, Fernando Flores y Pablo Neruda.
Lo del odio k-nixoniano hacia el comunismo, es y era una contradicción porque en 1971 el Dr. K viajó en secreto a China para despejar el camino a Nixon quien en 1972 estableció acuerdos comerciales y diplomáticos con Mao Tse-Tung. El odio hacia el marxismo lo reservan para Cuba y otras pequeñas naciones como, Granada, Angola y Corea del Sur.
El general Augusto Pinochet, en patrón similar al urdido contra Madero en 1913, fue el títere que utilizó el Dr. K para dar el golpe de estado que culminaría con el sacrificio de Allende. Ese 11 de septiembre, el general insurrecto, Baeza, telefonea al presidente y le conmina a rendirse ofreciéndole a cambio respetarle la vida, algo que rechaza el presidente. Lo que siguió fue el bombardeo del Palacio de la Moneda y el arresto de sus seguidores.
Cuando el ataque se hizo efectivo, unas pocas estaciones de radio leales al presidente, transmitían su último mensaje dirigido a la nación mientras daba instrucciones: “Sólo los hombres que tuvieran con qué defenderse podían quedarse, los demás tenían que marcharse”. En su mensaje tildó a Pinochet de “rastrero”, diciendo además que “colocado en un tránsito histórico, yo no voy a renunciar, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”.
Estaban a su lado sus hijas Beatriz, con algunos meses de embarazo e Isabel; ambas fueron convencidas por su padre para que abandonaran Palacio. Enseguida, de acuerdo a Dorfman, ordenó a Fernando Flores, su ministro de finanzas que saliera a negociar una tregua con las tropas insurrectas. El mando militar alevosamente, ignoró su bandera blanca y lo despacharon a la Academia Militar donde pasó un par de días brutales antes de que lo mandaran junto con otros ministros del gobierno derrocado a la isla Dawson, en Tierra del Fuego, uno de los sitios más desolados y áridos del planeta, después de varios años y remociones continuas hacia otros campos de concentración esperando un proceso que nunca llegó, fue auxiliado por Amnistía Internacional y enviado junto con su esposa Gloria e hijos, sin saber inglés, al único país que le ofrecía asilo político: los EEUU.
Salió también de Palacio la secretaria del presidente, María Contreras a quien le había encargado resguardar el original de la “Declaración de la Independencia” firmada por “El padre de la patria O’Higgins”; los soldados, luego de detenerla, le quitaron la reliquia nacional, la hicieron trizas y le prendieron fuego.
Allende pudo girar instrucciones a su esposa Hortensia para que abandonara su casa, por lo que fue a pedir asilo a la embajada mexicana, momentos más tarde la residencia se convierte en ruinas luego de ser saqueada y bombardeada por militares.
Nixon, de acuerdo a Kissinger, “había enloquecido” pero según los asistentes de sus subalternos, ambos sufrían disfunción mental. En ese estado fue como se ordenó el sacrificio de Allende.
Mientras se afinaban los detalles del derrocamiento chileno, la gestión de Kissinger en las conversaciones de paz en Vietnam, le valieron junto con Le Duc Tho, el Premio Nobel de la Paz, Thomás honesto que su contraparte, declinó el galardón porque “la Paz era incierta”, Kissinger envió a un emisario por el dinero del premio mientras comentaba a sus asesores, “Este no es un negocio honorable conducido por hombres honorables de una manera honorable…” (The Final Days, pp. 194, 1980).
El 9 de agosto de 1974, ante la amenaza de desafuero, dimite para no enfrentar cargos por falsedad. En su mensaje de despedida se hizo famosa la frase: “I am not a crook” (No soy ladrón).
Kissinger permaneció como secretario de estado pero en realidad era el presidente de facto, ya que según el general Haig, “Ford no merecía ser presidente de los EEUU”. Recuerdo por esos días haber visto una fotografía de Kissinger que sustituía la de Nixon en el consulado americano mazatleco. Mis amigos norteamericanos de entonces, no supieron cómo explicar del todo por qué no se había colocado una foto del presidente Gerald Ford a quien conocimos de lejos cuando vino al puerto a inaugurar junto con su esposa Betty, la ya famosa institución de rehabilitación en el país.
En los primeros días del gobierno de Ford, Dr. K fue acusado por el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de haber intervenido directamente en la caída de Allende.
William Colby, entonces director de la CIA, admitió a la mencionada comisión que, en efecto, su institución se había inmiscuido en los asuntos internos de Chile y que sus operaciones habían sido aprobadas por el comité de los 40.
Este grupo secreto y dependiente del consejo de seguridad era dirigido por Kissinger. Colby también admitió que la Agencia había invertido 8 millones de dólares entre 1970 y 1973 para operaciones secretas contra el gobierno de Allende (J. Laveski, en Salvador Allende pp. 164).
En San Francisco de California, por allá en los años ochenta, conocí al recién doctorado berkeliano Fernando Flores y me dio empleo en una de sus empresas. Hoy reside en Chile; es el único filósofo que ha llegado a cobrar más de un millón de dólares en honorarios de consultoría. A su regreso, apoyó a Bachelet para que lograra la presidencia, mientras que él asumía una senaduría. Apoyó a Piñera desde el PPS y hoy es el mandamás del Consejo de Innovación Chilena, asunto del cual es, sin exagerar, también un gurú en la materia como lo fue del Coaching Ontológico.
Dorfman, quien asegura que le debe la vida a Fernando, escapó a Francia y radica en los EEUU. Es profesor distinguido de la Universidad de Duke y varias de sus obras han sido llevadas al cine y al teatro con éxito.
En el funeral de Allende sólo fue admitida la viuda y sepultado en un lugar secreto. Hace apenas unos meses que un juez ordenó la exhumación de sus restos para practicar una autopsia de ley y deslindar responsabilidades de miembros castrenses golpistas.
Pablo Neruda amigo del Dr. José Ley Domínguez de Mocorito, falleció el 23 de septiembre, 12 días después del asesinato de su camarada Allende, según versiones que han surgido recientemente, también asesinado en el hospital que determinó fallecimiento por cáncer. Adquiere sentido que al tiempo que era ejecutado, su casa en Valparaíso era saqueada. Su cuerpo fue velado entre los escombros, vigilado por militares.
Otra ironía del destino es el juicio que enfrenta el Dr. K por los sucesos chilenos; hubo una cita a la que no acudió pues se celebraría en una corte de NY, precisamente el 9 de septiembre de