Por Carlos Gilberto Velázquez Bon*
Viendo la película “Cinema Paradiso” me vinieron a la mente los recuerdos del cine en Mocorito, el cual era un cine muy diferente a los de ahora, entre otras cosas el Cine Juárez de Mocorito no contaba con techo ya que las funciones se realizaban con la oscuridad de la noche, la pantalla era un enorme muro de ladrillo cubierto de cemento pintado de blanco, no tenía butacas individuales, las bancas eran de esas que hay en las plazuelas o en las Iglesias de todos los pueblos en las cuales el que toma asiento comparte la banca con 6 ó 7 personas más. Por las tardes, Nicho era el encargado de poner la música de indicaba que habría función, por cierto, era la misma música de siempre, jamás cambió, se me viene a la mente la canción de “Pedro Navajas”, seguramente alguien recuerda más canciones…
Al principio mi abuelo, a mis primos y a mí, nos encaminaba a la puerta del cine y al terminar la función nos esperaba en la entrada del mismo, nosotros no teníamos problema en eso, lo que sí no me agradaba es que siempre le dijera al encargado de la entrada que se llamaba Epifanio: -Ahí te los encargo Epifanio… son mis nietos- porque sabíamos que Epifanio quien tenía otras cosas de qué preocuparse se olvidaría de nosotros en cuanto mi abuelo diera media vuelta de regreso a casa.
Recuerdo que un día mi primo “Moncho” estuvo insistiendo en que debía invitar al cine a Julieta, una vecinita que me gustaba y que era un año mayor que yo, creo que tenía unos 11 años cuando ocurrió eso, me armé de valor y le pedí que me acompañara al cine y me dijo que tenía que ir a pedirle yo permiso a su abuela, entonces fui a pedirle permiso a su abuela, la señora aceptó pero con la condición de que la acompañe Wendy, la hermana de Julieta como chaperona, lo cual se me hacía ridículo ya que Julieta era mayor que yo, Wendy era de mi edad y a mí todavía me encargaban con el señor de la puerta, ¿de dónde sacaría la idea de que Julieta necesitaría chaperona conmigo si era el más inocente de los tres?, en fin, esa vez me las arreglé para que mi abuelo no me llevara a la puerta del cine, pasé por Julieta y Wendy y al llegar a la taquilla compré mi boleto y antes de entrar al cine me doy cuenta que Julieta y Wendy se quedaron paradas mirándome fijamente, yo con ingenuidad y sin saber por qué les pregunté: -¿Qué?, y ambas al mismo tiempo respondieron: -¿y nuestros boletos?- no podía creerlo pero me había olvidado de pedir dinero a mis padres para mis invitadas y pensé: -¿Dónde está mi abuelo cuando lo necesito?-, al final de cuentas Julieta no se enojó al ver que no traía dinero para sus entradas pero hubieran visto a la chaperona, se puso como gorila del coraje porque Julieta le tuvo que pagar la entrada, y la pasamos muy bien pero al ir a dejarlas a su casa en la despedida Wendy solo dijo: -¡El que invita paga las entradas!-, le ofrecí disculpas a Julieta explicándole que era mi primera cita y que no volvería a suceder, ella sonrió, se despidió y me dijo que no me preocupara, toda una dama Julietita.
En una ocasión estábamos viendo la película y en eso alguien grita, ¡están lanzando piedras de afuera! y si recuerdan que el cine era sin techo imagínense la que se armó, las piedras caían como gotas de lluvia lanzadas por algunos vándalos desde fuera del cine y todos nos tuvimos que refugiar debajo de las bancas, esto no se lo podíamos contar a nuestros padres porque terminarían por prohibirnos ir al cine y eso representaría un suicidio social en la vida nocturna de Mocorito.
En otra ocasión en la película salió Ramón Ayala con los Bravos del Norte entonando la canción de “Bonita finca de adobe” y un niño detrás de mí banca saltó de su lugar y emocionado gritó: -¡esa yo me la sé!..- y la comenzó a cantar ahí mismo y no se calló hasta que terminó… nosotros nos moríamos de la risa al ver tanto folclor y duramos varios días imitando la acción del niño jajaja.
En ese cine tuve la oportunidad de ver “joyas” del cine mexicano como “El santo contra las Mujeres Vampiro” (en ese tiempo imaginábamos que si no es por El santo, México estaría plagado por mujeres vampiro y por momias de Guanajuato), también vi una innombrable cantidad de películas de los hermanos Almada (a los cuales nunca se les acababan las balas de sus pistolas), las películas de Rosa Gloria Chagoyán “Lola la trailera”, películas de terror que en ese cine era como verlas en vivo como: “Más negro que la noche”, “Pesadilla en la calle del infierno” y “Hasta el viento tiene miedo”, también vi comedias que nunca olvidaré como: “El cavernícola” de Ringo Starr y la de “¿En dónde está el piloto?”.
Con la llegada del video, de la cablevisión, la televisión satelital y la modernidad de otras salas de otros lugares así como la llegada de otro tipo de entretenimientos el cine de Mocorito al igual que el cine de la película “Cinema Paradiso” tuvo que cerrar las puertas y el viejo proyector del cine ahora es pieza del museo donado por don Cándido, quien era el dueño del cine y así, ya nunca más volverá a haber un cine como el de Mocorito.
*Contador Público/Universidad Panamericana de Guadalajara.