Por Iván Escoto Mora*
La República de Chile está envuelta en una intensa lucha ciudadana encabezada por los estudiantes de secundaria, bachillerato y universidad, quienes acompañados de profesores y la sociedad civil, exigen al gobierno de Sebastián Piñera más apoyo para la educación que oferta el Estado. Los jóvenes quieren estudiar, acceder a las claras luces que sólo en la educación pública se pueden hallar.
Gabriela Mistral, poeta y educadora chilena, en sus versos de “Maestra rural”, hablaba de la educación pública y de sus maestros: “Los suaves hortelanos,/decía, de este predio que es predio de Jesús,/han de conservar puros los ojos y las manos,/ guardar claros sus óleos, para dar clara luz”.
Las luces se apagan entre los pueblos que ven cerrarse ante sus narices las puertas de la educación, esa que, parafraseando a Mistral, es: “como henchido vaso, ambrosía de toda eternidad, brecha que se abre para dar claridad”. ¿Dónde abrevarán los jóvenes?, ¿cómo será el futuro de los pueblos sin educación, sin artes, sin humanidades, sin sensibilidad?
El estudio de las humanidades y materias sociales es fundamental para el desarrollo de los hombres porque nuestra naturaleza así lo exige. Somos seres humanos y esta condición nos distingue del resto de los seres vivos. Sentimos de una forma que los otros animales no pueden porque en nuestro sentir se imbrican la razón y los afectos, esto nos convierte en seres sociales.
Vivimos en comunidad porque no podemos vivir de otra forma. Más allá de las teorías de seguridad y defensa, el lazo que nos une como especie implica relaciones de mayor profundidad que las derivadas de un “contrato”. Existe una idea de solidaridad y compromiso con el prójimo que nos impulsa a sentirnos próximos los unos de los otros, por ello, pese a las diferencias, ante las desgracias, siempre se sobrepone la compasión, que en su sentido griego, refiere al hecho de sufrir lo que sufre el otro, ser partícipe de su dolor para entenderlo.
Es indudable la importancia de las ciencias duras en el desarrollo de eso que hemos llamado “civilidad” pero, independientemente del avance técnico, en el fondo, somos siempre humanos: razón y sentido, razón con sentido y sentimiento.
La misma característica que nos obliga a querer saber y entender el mundo, nos exige entender para ayudar al otro, al próximo, a ese en quien nos reconocemos y por quien existimos. Un viejo acertijo oriental pregunta: “¿Qué sonido hace un árbol que cae en el bosque, si nadie lo escucha?, ¿habría sonido?, ¿tendría sentido para alguien?”, nosotros podríamos preguntar: ¿Qué sería de la humanidad si no existiera más que un sólo hombre en medio del desierto insondable, sabría ese hombre que es humano?
El estudio de las humanidades, como el desarrollo de la educación y su apertura para todos los hombres, es fundamental para dar sentido al conocimiento. ¿Pará qué estudiar?, ¿para qué innovar?, ¿para qué descifrar los misterios del universo (o al menos intentarlo)?, si no es para hacer de la vida el mejor de los mundos posibles, un mundo en donde todos tengan acceso al desarrollo.
En Chile como en el mundo, se restringen los programas de educación pública, se estiman “demasiado onerosos” para el Estado. En México se plantean las mismas restricciones y recortes. Pero además, se proyectan y ejecutan modificaciones a los planes y programas de estudio que diluyen la consistencia de la educación en perjuicio del pueblo y del desarrollo social.
Mucho se ha dicho en torno a la desaparición o propuesta de desaparición de la Filosofía como materia obligatoria dentro del plan curricular de la educación media superior en nuestro país, a pesar de que ésta rama del conocimiento, como todas las que se nutren del campo de lo humano, es fundamental para entender nuestra existencia como seres racionales y emocionales.
Retomando algunas directrices enlistadas Margo Glantz en su artículo “¿Veterinarios?, publicado en el periódico La Jornada de 11 de agosto de 2011, podríamos decir que la Filosofía es indispensable para la formación del hombre porque: a) Estimula en un sentido crítico a la conciencia, lo que permite observar el mundo y la sociedad desde una perspectiva fundada en la razón y la búsqueda de la justicia, b) Desde la Ética, fomenta la reflexión sobre los actos y normas morales, c) A través de la Lógica, construye una estructura de orden que sostiene al pensamiento en la coherencia y el sentido práctico, d) Por medio de la Estética, cultiva las formas de sensibilidad y aprecio de las artes y la literatura, e) Fomenta el diálogo respetuoso y la conciencia del ser en su existencia múltiple, generando con ello una mejor comprensión de la sociedad a la que cada individuo pertenece.
Es parte de la formación de todo hombre, alimentar sus criterios con una perspectiva sensible hacia las necesidades y circunstancias que afectan al mundo y a la sociedad. Cancelar la educación, restringir su acceso y diluir sus contenidos, son aristas de una geometría destructiva que imposibilita el desarrollo de nuestra existencia como seres humanos.
*Abogado y filósofo/UNAM