(Primera de dos partes)
Por Joaquín López*
Ya han transcurrido 485 años desde que se celebrara la primera corrida de toros en México; López de Gómara registra la primera corrida al regreso de Hernán Cortés de Las Hibueras (Guatemala), al tiempo que le llegaban noticias de una orden de residencia “dos o tres días después, que era día de San Juan Bautista estando corriendo toros en Méjico, le llegó otro mensajero con carta del licenciado Luís Ponce y con una del Emperador, por las cuáles supo a que venían”.
La fiesta de toros se mantuvo, hasta hace quizá un cuarto del siglo, como la fiesta máxima pues hasta en los pueblos más remotos se recibía a los toreros con júbilo. La prohibición de las corridas en países anglosajones empujó a escritores de la talla de D. H. Lawrence y Ernest Hemingway a explorer el arte de la tauromaquia; aseguraba este último que el toreo no es un deporte, según entienden esta palabra los anglosajones, al no ser competencia entre iguales o siquiera “intento de una competencia entre iguales entre un toro y un hombre”. Hemingway lo consideraba más bien una tragedia donde “la muerte del toro, la cual se juega, más o menos bien, por el toro y el hombre involucrados, en donde hay peligro para el hombre pero muerte segura para el animal”.
Mazatlán conserva una larga tradición por la fiesta brava siendo “una de las plazas más taurinas del País” ; su calle “del Sacrificio” y sus “plazas” están ligadas a la celebración de la fiesta brava. Incontables diestros españoles y propios torearon en sus ruedos, como Guillermo Danglada, nacido aquí en 1888 y cuyo padrino fue Rodolfo Gaona. El Dr. Baltazar Izaguirre, mazatleco especialista en lepra y cronista taurino, era amigo de Aureliano Urrutia, cirujano que salvó la vida a Gaona, cornado en Puebla en 1908. Urrutia fue también un sanguinario Secretario de Gobernación al servicio de su compadre Victoriano Huerta. “El Güero” Izaguirre intervino directamente con él, salvando del patíbulo al diputado J. Felipe Valle, Manuel D. Millán, Joaquín Millán hijo, Pedro Osio y otros mazatlecos encarcelados por sedición en la Ciudad de México.
José Ramón Tirado Robles, (1932- 2010), “de los Tirado de la Palma”, uno de los dos esposos toreros de Lola Beltrán, fue “el antecedente inmediato de El Cordobés, cuyo apoderado, Rafael Sánchez El Pipo, llevó primero los poderes de José Ramón en España” , país donde el mazatleco brilló. Tirado falleció hace poco en Los Ángeles. Manuel Laveaga, descendiente de españoles mineros en Tayoltita, Durango en los albores del siglo XIX, nació en Mazatlán, fue apadrinado por Eloy Cavazos en Culiacán y actualmente reside en España. Circula en internet un error biográfico garrafal en mundotoro.com y otros, que sostienen que Laveaga nació en Culiacán; contrariado, uno de sus hermanos precisa que nació en el Sanatorio Mazatlán. El error surge al recibir la alternativa en Culiacán y alguien lo agrega como su lugar de origen.
El historiador Oses Cole, dice que Milo M. Quaife reportó la existencia de un coso taurino donde hoy opera la oficina de correos de Mazatlán del entonces cónsul norteamericano Arthur De Cima. En 1898, dos cuadras al norte, funcionó la Plaza del Carnaval donde a unos meses de su demolición, se presentó el torero y caballista de fama internacional Ponciano Díaz . En octubre de ese año, aparece el coso del empresario mortuorio Luis Rea, en un predio adquirido del consorcio alemán Casa Melchers; casi simultáneamente la plaza “Colón” abrió sus puertas frente al Hospital Civil, y en 1901 la “Plaza Bellavista” se construyó cerca de la Playa Norte por el torero y empresario Atanasio López. Sánchez Hidalgo menciona uno más construido por un viejo torero español apodado el “Niño del Guarda” por el barrio del Puente de la Huaca cerca del rastro, un torero que nada tenía de niño y mucho menos de guarda. Oses Cole dice que en la “Plaza Bellavista” se presentaron incluso toreros chinos; colonos extranjeros entonces dueños de comercios y lavanderías.
A mediados del siglo XX la ciudad se expande hacia el norte y se funda El Lienzo del Charro de la Colonia Juárez, mudo testigo del arte que mostrara durante la corrida del Carnaval Manuel Benítez, El Cordobés. Un joven que recién cumplía los quince años y era el encargado de mover los toros hacia el ruedo, conocido por su origen como “El San Marqueño”, me dice que hubo un lleno total en una plaza a la que se le tuvo que agregar entablillados para meter más gente… (Continuará)
*Cronista de Teacapán, Sinaloa.