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La danza en Sinaloa

Por domingo 28 de agosto de 2011 Sin Comentarios

Por Rubén Rubio Valdez*

Y a propósito de “danza”, recuerdo que al hacer la propuesta para el repertorio del Primer Concierto de Música Tradicional Sinaloense por allá en el mes de mayo de 2003, al decirle a Gordon Campbell, director de la OSSLA, que se incluyera la danza “Por qué lloras”, fue necesario tararear la melodía y por supuesto decirle que se trataba de un ritmo común del acervo de la banda sinaloense. Es que la danza es un ritmo tan antiguo y poco usual, como la guajira, el zorongo, la rumba, el bambuco, el porro, el vallenato, la vidalita, la milonga, la colombiana o el chamamé, propios de una región y a una época. La mixtura de ritmos en el devenir de la música popular, dificulta su identificación, sobre todo diferenciarlos. Imposible tenerlos en la mente y de súbito decir es tal o cual ritmo con solo escuchar la canción. Confieso que a mí se me dificulta enormemente diferenciar un reggaetón, de un reggae, un rap o un hip hop.

La danza musicalmente echó raíces en Sinaloa, aunque tengo la percepción de que, tanto algunos músicos como clientes se encuentran con “Linda Morena”, “Paloma Azul”, “No recuerdes la tarde”, “Por tal de que seas feliz”, “Cuando dos almas”, “Me gustan todas”, “Dos con el alma”, “Hay unos ojos”, “Las adulaciones”, “El buque de más potencia” y “Los papaquis”, entre las más populares y sin mayores complicaciones para los músicos banderos, sin saber que tocan y escuchan gozosamente “danza”. Recuerdo a “Lola” de Severiano M. Moreno y “Por qué lloras” de Miguel C. Castro, sinaloenses nacidos en el siglo XIX ambos, son danzas que requieren partitura y atender rigurosamente su ortografía además y sobre todo, imprimir el sentimiento que exige tanto el ritmo y la melodía, con el fraseo que en mi opinión hace la diferencia de músico a músico. Sin que me gane el regionalismo, las bandas sinaloenses de las regiones evoriana y petatlaca, es decir, las de Mocorito, Guamúchil y Guasave, son fuertes en ese ritmo, y es archivo obligado para deleite de la clientela que gusta y disfruta de estas piezas. En la sierra de Mocorito y Badiraguato y también en la costa de Angostura, gritos echan los borrachos cuando los tromboneros casi rajan los pitos tocando pandeados las notas de “Linda Morena”, con los pasajes diatónicos y cromáticos de entrada y salida del tubero a cada frase de la melodía.

Pero ¿Qué es la danza? ¿Dónde surge? Y sobre todo ¿Cuándo? ¿Qué temas la vuelven universal? ¿Qué autores? Estas interrogantes motivo son de este texto pa´ La Voz del Norte.

Sin mayores artificios y preámbulos, danzas y entre la más reconocidas y emblemáticas históricamente son definitivamente “La paloma”, que algunos por ignorancia la nombran “La paloma habanera”, y “La golondrina”, que también la conocemos por “Las golondrinas”. Las piezas ejecutadas con cualquier fusión instrumental, que sigan el ritmo original de “La paloma” tocan danza, y lo de habanera, por ser allá en La Habana, Cuba donde empollara en algún paraje de manglares y al nacer en el ramaje del nido de la inspiración de su autor, hace 156 años, en 1855 fue estrenada mundialmente, en la voz de la tiple Marietta Alboni y bajo la dirección de su creador, el español vasco Sebastián Yradier y Salverri (1809-1865), haciéndola suya el público más culto y selecto de La Habana, que por su pegadiza tonada trascendió por el Caribe y más tarde en 1866 sería cantada en México, por la soprano cubana Concepción “Concha” Méndez en el Palacio Imperial, ante la presencia del emperador Maximiliano I y la emperatriz Carlota y su séquito.

La trascendencia de la danza “La paloma habanera”, no refleja que la mexicana “La golondrina” sea musicalmente cosa menor, pieza de gran tradición de México. Su autor musical fue Narciso Serradel Sevilla (1843-1910), nacido en Alvarado, Veracruz, de padre español y madre mexicana. Esta danza la estrenó el mismo Serradel en 1862 en la ciudad de México, siete años después del estreno en La Habana de “La paloma.” Cuando se cumplieron 101 años del natalicio de Sebastián Yradier y Salverri, Narciso Serradel Sevilla murió a la edad de 67 años. ¿Por qué el juego de fechas?, porque mientras que “La golondrina” se había estrenado en un tertulia de amigos en la ciudad de México cuando el autor tan solo frisaba los 19 años, en esta misma ciudad en 1866, para deleite del emperador y la emperatriz, Concha Méndez cantó “La paloma” en concierto en el Palacio Imperial. Es de suponerse que “La paloma” se dio a conocer en México hasta que la cantó la soprano cubana Concha Méndez, cuatro años después de que Narciso Serradel Sevilla le pusiera música a “La golondrina”, en la versión de la letra del poeta español José Zorrilla y Moral, que en su versión larga dice: A donde irá veloz y fatigada/la golondrina que de aquí se va. / No tiene cielo, se haya extraviada/buscando abrigo y no lo encontrará. La alusión y cita del ensayo José Zorrilla en el parnaso mexicano de John Dowling, ha sido obligado por tratarse del autor de la letra de “La golondrina”, sin embargo debo decir que en ningún pasaje de tan importante ensayo aparece el poema de alguna golondrina, por lo que sin remedio habremos de dar crédito al doctor Miguel Galindo, que en su Historia de la Música mexicana atribuye la autoría de la letra a Zorrilla y Moral, misma que con la melodía de Narciso Serradel Sevilla, desde hace 149 años han hecho el símbolo musical de las despedidas, de quienes quizá vuelvan y de quienes no harán.

Así pués las golondrinas, esas incansables aves migratorias que han servido por siglos como recurso literario a tantos autores, hacen una escala en algún lugar y anidan en temporada y de ese periplo las trae a escena el poeta dando forma a hermosas metáforas de la vida, la muerte y la libertad.

La paloma de la paz, son las llamadas mensajeras. Muy domésticas, no porque lo sean sino porque desde que anidan, sienten el calor de la caricia. La paloma ha sido símbolo de la Paz desde los tiempos del “Arca de Noé”, tal como se relata en la Biblia. La paloma aquella que sale de la ventana del arca, retorna a los siete días al atardecer con una rama de olivo en su pico, seña que el diluvio había terminado y que dios y el mundo estaban en paz, que eran tiempo de pisar tierra. Dicho lo anterior, ahora diré que la “danza” es música y canción originada en Cuba a finales del siglo XIX. Su ritmo es lento y de compás binario, generalmente de dos por cuatro. La danza como otros géneros enmarca canciones de “ida y vuelta”, que tiene su origen en siglo XIX en los cantos nostálgicos por el recuerdo de sus terruños de africanos esclavos y marineros viajeros. Esas canciones van y vienen, quitando y poniendo el ingrediente de cada región, logrando identidad y pertenencia que se reclama.

En el mundo de la música, la danza más conocida es “La paloma” es grande por su melodía más que por sus versos, que dicen: Cuando salí de La Habana//Válgame dios/Nadie me ha visto salir si o fui yo/Y una linda guachinanga que me siguió que me siguió/Que se vino detrás de mí, sí mi señor.//Si a tu ventana llega una paloma/Trátala con cariño que es mi persona/Corónala de flores que es cosa mía. / En danzas, Sinaloa con orgullo puede decirse que musicalmente, “Por qué lloras” y “Recuerdos a Lola”, tiene más tinta que la mismísima “Paloma”. Sin embargo las notas de estas danzas inspiradas tal vez en las vegas y la bruma del Petatlán y del Baluarte, se quedaron en Nío, Guasave y Cacalotán, Rosario, o fueron al mar. Eran tiempos de las ciudades de México, Puebla y Querétaro que fueron virreinales, que siempre concentraron todo. De estas danzas, quedaron arrumbadas con el llanto de Miguel C. Castro y con los recuerdos del músico y maestro de escuela rural, Severiano Moreno. Aun que no son tiempos de danza, las melodías y acordes de éstas y otras que en cantinas, ranchos y en las tertulias de Pablo Gastélum de Huertos del Pedregal se aferran a morir.

Curiosamente a Narciso Serradel Sevilla, autor de “La golondrina” al salir desterrado en un vapor francés, después de haber sido apresado en la Batalla de Puebla del 5 de mayo, conducido preso junto a otros a Francia, las notas de su “Golondrina” le fueron entonadas.

A la caída del Imperio de Maximiliano, después de su muerte y partida de Carlota hacía Europa, y en consecuencia al triunfo de la República, en el mismo escenario donde poco tiempo atrás la soprano cubana Concha Méndez, había cantado “La paloma” para deleite de los emperadores, ahora frente al presidente Juárez la habría de cantar, pero la versión de la letra de Vicente Riva Palacio, que durante el Imperio el pueblo del lado de los republicanos la acomodaron a la danza favorita de la emperatriz, al final y a la partida de la emperatriz entonarían “Adiós mamá Carlota”, también del general Riva Palacio. Concha por respeto a la Emperatriz, se negó terminantemente a cantar, “La paloma” y no se diga “Adiós Mamá Carlota”.

*Agrónomo y promotor cultural.

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