“La riqueza de un hombre está donde pone su corazón”.
La Biblia
Por Juan Diego González*
En estas fechas del calor más intenso de agosto, los hombres de mar se preparan con entusiasmo para la temporada más importante del año, en cuanto a pesca se refiere: la captura del camarón. Por lo menos ha sido así desde hace más de sesenta años, cuando la pesca del tiburón empezó a declinar y fue sustituida por el crustáceo.
En Guaymas, los preparativos inician con el arreglo de las pangas o lanchas. Primero las sacan del agua para limpiarlas del fondo. Las raspan con algún objeto de metal para quitar los sacabocados (pequeñas anémonas), caracoles, algas y otras especies marinas adheridas a la superficie de la embarcación. En caso de ser necesario, se reparan los golpes o agujeros causados por el constante trabajo de la panga. Los parches se hacen con una tela de fibra de vidrio, resina y un líquido secante. Se coloca la tela sobre el orificio y se pasa la resina con una brocha, mezclada previamente con el secante. No es tan difícil, pero esta labor es algo peligrosa porque la fibra de vidrio se incrusta en la piel o puede llegar a los ojos. Para lavarse, se requiere jabón de polvo y mucha agua. Una vez limpia y reparada, se pinta la superficie exterior, normalmente de blanco para este tipo de lanchas. El interior es limpiado y pulido igual. Como los bancos que dividen el interior son de madera, se requiere un poco de carpintería para dejarlos como nuevos. El color del interior es al gusto del dueño de la panga. Se usan colores claros como azul bajito, bech, naranja claro, el amarillo claro, o combinaciones similares. Casi todas las pangas llevan un nombre de mujer. Puede ser la hija, la nieta o la esposa. Es una manera de identificar la embarcación y es tan antigua como La Eneida, pues Virgilio, describe como los troyanos hicieron una competencia de remo, nombrando a las embarcaciones participantes de forma particular (La Eneida, Libro Quinto, versos 104-285).
Una vez en forma la lancha, viene la elaboración de los chinchorros o redes. Por medio de un préstamo, los pescadores consiguen los insumos para el artificio de sus chinchorros. La red es de nylon cristalino o de un tono lila, conocido como “pelo de ángel”. Al proceso de pegar la red a una cuerda de más de 150 brazas, es conocido como relingar. La cuerda que sostiene los plomos es de un ½ de pulgada y la que lleva los boyas como de ¼. Cada plomo lleva una separación medida y probada, de manera que garantice el perfecto funcionamiento del chinchorro. Una vez en el mar, la red debe quedar abierta y extendida como un mantel, para recoger la mayor cantidad posible de camarón. Si las boyas quedan demasiado juntas unas de otras, el chinchorro es muy liviano y flota, de manera que el camarón escapa por debajo. Para hacer la prueba, recuerdo que mis tíos y mi abuelo, amarraban dos o tres plomos a una boya, para luego colocarla en el tibor de agua, así medían la flotación y fuerza del plomo. Con esto, ya sabían cuantos plomos se usaban por boya en cada relinga.
De niño aprendí a llenar las agujas para relingar, unas de madera, de aluminio y las mejores: de carey. De adolescente, me enseñaron a relingar, pues si quería salir al camarón, necesitaba ganarme mi puesto. Una vez hecho el chinchorro, se hacían las boyas de los extremos, con una marca especial, para reconocerla en altamar y evitar confusiones de sacar el chinchorro de otra persona. Recuerdo las veces que salimos de madrugada, pasando El morrito, la playa del Cochorit, las Calaveras (llamado así porque el cerro, erosionado por tempestades ancestrales, formó la figura de una enorme calavera humana), las Guásimas, la Antena, Bahía de Lobos y diversos lugares del sur de Sonora, donde el camarón, llamado oro azul por su valor en el mercado y color azul de su carne, se reproduce y crece con las lluvias del verano.
El motor fuera de borda es otro elemento importante para el pescador ribereño. Atrás quedaron los motores de 25 HP o 45 HP. Ahora se usan de 75 HP hasta 145 HP, de diferentes fabricantes como la Mercury, la Evinrude o la popular Yamaha. Cuando se puede conseguir para invertir en un motor nuevo, los pescadores lo hacen con gusto. De otra manera, es cambiar de bujías, filtro, limpiar las partes visibles. Ahora, se usan los llamados motores ecológicos, son más seguros y económicos en cuanto al gasto de gasolina. Con panga, chinchorros y motor en buen estado, sólo queda esperar el día de la salida.
Después me di cuenta que no sólo en Guaymas trabajan el camarón, también en otros sitios de Sonora, Sinaloa y Baja Ca l i fornia. La mayoría de las personas ignoran todos los preparativos para salir a buscar en el mar este crustáceo que puede prepararse de infinidad de formas. Me tocó una época en la cual, miles de personas buscaban este animalito patudo y con una espadita en la frente. Ahora, la crisis camaronera es evidente, pocos pescadores verdaderos quedan, pero esos pocos, de seguro ya están preparando sus pangas y chinchorros, para el día que se levanta la veda, un día que pueden sonreír porque mantienen sus esperanzas de recibir la bendición del mar con una buena captura de camarón, del oro azul brillando en sus redes.
*Docente y escritor sonorense.