Por Arturo De la Mora*
“De regreso a la escuela”
Hoy iniciamos esta nueva sección donde compartiré algunas historias sumamente interesantes de experiencias que pueden ayudar a otros a mejorar sus relaciones de pareja y que muchos pudieran pensar que es solamente para parejas, sin embargo, durante los últimos 10 años en que he estado brindando consejería familiar, me he encontrado con un fenómeno sumamente interesante: Los problemas en las familias, por muy diferentes que sean, son similares.
¿Qué quiero decir con esto? Yo me acuerdo de cuando veía las telenovelas con mi abuelita, se me hacía que los dramas de la vida familiar que presentaban en las historias eran unas exageraciones, no podían ser realidad, pero con el paso de los años, viviendo mi propia historia y la de mi familia, me di cuenta de cómo la realidad supera a la más vívida imaginación.
Cuando yo era niño, no me gustaban los problemas que se vivían en mi familia y yo pensaba que cuando yo tuviera mi familia, iba a ser muy diferente, crecí, me case, y tuve mi propia familia. Me case súper enamorado, yo y mi amada juntos contra el mundo, nada nos iba a detener, ni las críticas ni las oposiciones iban a dañar nuestra unión, y 10 años más tarde, estaba yo firmando el acta de divorcio, después de haber repetido varias de las situaciones que yo había repudiado cuando era niño, abatido y buscando rehacer mi vida.
Después de mi divorcio pasé por varias relaciones amorosas y finalmente encontré a “La mujer ideal” y me volví a casar. Al paso de unos meses ya veía yo venir nuevamente situaciones similares a las que había vivido en el pasado, pero esta vez llegaban más rápido. Mi primer matrimonio tardó cuatro o cinco años en deteriorarse, y mi segundo matrimonio, en menos de un año ya estaba tomando el mismo rumbo… ¿Qué estaba pasando? Después de una profunda reflexión llegué a la conclusión de que el problema venía de adentro de mi, y tomé la decisión de comenzar a estudiar consejería, quería yo entender qué era lo que había pasado en mi vida y poco a poco, me fui adentrando en entender los sistemas familiares, adicciones, situaciones familiares y me di cuenta de que la raíz del problema estaba muy dentro de mí.
Para explicar esto, voy a poner un ejemplo: Imagínate por un momento, mi amigo lector, que cuando tu eras pequeño, soñabas en ser un médico. Te gustaba observar a los doctores trabajando en los hospitales, leías las revistas de médicos en la sala de espera de los consultorios, y siempre pensabas que ibas a ser un gran medico. Cumpliste con tu escuela primaria, secundaria y preparatoria con excelentes notas. Y había llegado el gran momento de ir a la universidad. Estabas por iniciar una nueva etapa en tu vida, lleno de energía, con muchas ganas de ser un gran médico, apasionado por la medicina y con tus mejores intenciones. Entonces llegas a la universidad y te recibe el rector, te pide que le muestres tus papeles de estudios de tu preparatoria, te pide que llenes un formulario con todos tus datos, te toman la foto para la cédula, te lee las cartas de San Pablo y te hace repetir el juramento de Hipócrates con tu mano derecha levantada, donde juras solemnemente consagrar tu vida al ejercicio de la medicina, te da una palmadita en la espalda, coloca en tu mano un estetoscopio, firma un documento, se toman veinte fotografías con la familia y finalmente te dice: “Listo, aquí está su título, ahora vaya y sea un buen médico. Felicidades!” ¿Crees tú que lo único que bastaría serían tus ganas para salir a atender enfermos? ¿Crees que las revistas que leíste en los consultorios son suficientes? ¿Crees que haberte fijado en cómo trabajan los doctores te permitirá ser un buen médico? Lo más probable es que a las primeras de cambio le dañes la salud a alguien o inclusive pudieras cometer hasta un error fatal por qué no estás preparado para el ejercicio de la medicina por falta de conocimiento y experiencia.
Lo anterior suena completamente absurdo y ridículo, y sin embargo, precisamente de esta manera es como casi todos llegamos al matrimonio, con muchas ganas, con mucho, mucho amor, llenos de sueños e ilusiones, con grandes planes y grandes proyectos… Porque hasta ahora no he conocido a nadie que me diga: “Mira, me quiero casar para sufrir, para vivir frustrado y amargado y para soportar a ‘esa’ bruja”, sin embargo si he escuchado a muchos decirme que así es como viven años después de estar casados y que se sienten “atrapados” sin poder zafarse del tormento en que viven. ¿Cómo es que una ‘hechicera’ se convierte en ‘la bruja’? ¿Cómo es que el “príncipe azul” se convirtió en un “sapo verde”?
Traemos además con nosotros un “equipaje” con los problemas de nuestros padres y nuestras familias, nuestros propios traumas, frustraciones y errores del pasado, sumado a nuestro propio orgullo de que somos autosuficientes y de que no requerimos de la ayuda de nadie para salir adelante en nuestra relación.
Nadie nos enseña cómo ser padres, como ser esposos, como cuidar a nuestra familia, como educar a nuestros hijos y con nuestra falta de conocimiento y experiencia nos “aventamos” a la aventura del matrimonio, esperando que nos vaya bien.
Si nuestro automóvil se descompone, corremos al taller a buscar al mejor mecánico para que lo repare, si se daña un circuito eléctrico en casa, buscamos a un electricista que arregle el desperfecto, si nos enfermamos buscamos al médico, pero si nuestra relación se descompone, llamamos a nuestro mejor amigo o amiga, (Que tampoco tiene la más mínima experiencia) en búsqueda de consejo y difícilmente buscamos ayuda profesional.
Mi propósito en esta primera serie de artículos, es el de equipar a lector con herramientas básicas que le permitirán diagnosticar y aprender a identificar áreas que pueden ser mejoradas y que a mediano y largo plazo, ayuden a construir un matrimonio saludable y duradero.
Puedo decirles que cuando yo comencé a estudiar y aprender, me pude dar cuenta de muchos problemas que aparentemente eran con mi esposa y que en realidad eran conmigo mismo. Logré rescatar mi segundo matrimonio que estaba ya de picada y si bien es cierto que no existe matrimonio perfecto y sin problemas, estamos entrando en nuestro doceavo aniversario, aprendiendo cada día un poco más de cómo edificar mi matrimonio y mi familia.
Y hasta aquí el día de hoy, me despido no sin antes desearles una semana llena de amor, armonía y paz. No dejen de buscar el siguiente ejemplar con la continuación de esta interesante serie de artículos Pa’ Parejas!
*Periodista.