Era el primer disco, y lo llevaba entre mis brazos como a un niño recién nacido. Las ilusiones depositadas en ese pequeño círculo negro, eran la vida entera en ese momento… Cuánto amor puede vertirse en una grabación. Pepe me tranquilizaba, o cuando menos lo intentaba pero yo no dejaba de soñar con el material del cual iba a fabricarse la estatua que me harían en Nanchital cuando me declararan hijo pródigo y pusieran mi nombre a la calle donde había nacido… ¡Ah, la bendita inocencia! Afuera, se cocinaba la estrategia para llevarme directo a la más asquerosa borrachera que recuerdo en mi vida… Amado y Chavo, en cuanto me vieron salir de la compañía, abrieron la puerta del carro… Apenas acababa de entrar con el disco como un crío en el regazo de su madre abnegada, cuando pusieron frente a mi garganta una gigantesca botella de tequila Sauza Hornitos. No me quedó otro remedio que tomar la botella, encender el sueño y empinar el alma hacia la obnubilación del momento… Llegamos, la familia esperaba el disco curiosa, pero quizá solamente curiosa… Puse el acetato de 45 rpm… Hubo un silencio corto para dar lugar a bromas, intentos de protagonismo familiar y de pronto ahí estaba mi voz… Mi voz por primera vez en un disco… Tenía ganas inmensas de llorar, pero debía controlarme “un artista no debe mostrar sus emociones personales”… No sabía de dónde lo había sacado, pero me lo repetía insistente en ese momento… Y mi voz “Tengo de ti… La mano suave que acaricia mi piel…” y mi madre, en su tabasqueño florido: ¡cállense coño, no me dejan oír chinga’o…! de pronto, hubo un desencanto en mí interior… Desencanto que me acompañaría todo el tiempo a lo largo de mi carrera… Nunca más, podría disfrutar un disco mío sin encontrar defectos que justificaran la falta de atención que yo esperaba tendrían en mi familia para mi primer disco… Sale el nuevo… Y la emoción es distinta… La magia de España y la tauromaquia, se envuelve en las canciones de Agustín Lara, por eso la dedicatoria a mi siempre recordado y querido amigo Benjamín… ¡Para ti, Benja, que desde dónde estás sigues en barrera de primera fila!
Querido Benjamín:
Si vieras lo extraña que me parece tu muerte… A veces pienso que es la misma sensación cada vez que alguien se va… Pero cada vez que se va alguien, la muerte es una emoción diferente. Siempre, o casi siempre, pensamos en cómo será la partida de los amigos en general o de algún amigo en particular, pero nunca atinamos en la sensación exacta.
El mundo sigue, Benja… Todo sigue como lo viste antes de cerrar los ojos… Algunos siguen riendo, algunos siguen llorando, algunos continúan su inevitable descenso a la parte oscura del alma… Los políticos… ¿Te acuerdas las mentadas que les dábamos juntos para aliviar un poco la frustración? Pues siguen igual… Siguen siendo tan cínicos como cuando íbamos a los toros y me enseñabas ¡Tantas cosas…! Me enseñabas, por ejemplo, a observar cómo había toreros que torean al público y no al toro… Me enseñabas cómo se preparaban los esbirros de Eloy Cavazos para levantarlo en hombros aunque no lo mereciera… Y los políticos siguen yendo a exhibirse a los toros como siempre… ¿Te acuerdas las mentadas de madre tan sabrosas que se llevó el diputado aquel cuando toreó el Zotoluco? Te apuesto que, ni ahora que ni la muerte tiene secretos para ti, me dices cómo se llamaba… Quizá porque prefiere uno olvidar sus nombres para no ponerle en la madre a la tele cada vez que los noticiarios vomitan políticos y sus “bondades” en las encuestas Mitowsky… O quizá simplemente porque hay tanto político enmarañando las conciencias, sangrando todo lo que pueden sangrar… El caso, mi llorado Benjamín, es que la vida sigue… Nadie dejó de dar clases, o de ir a la oficina… Nadie dejó de tomar el metro, ni dejaron de viajar a Europa ni de “chingarse” una chela después de la “cascarita”… La verdad es que, nadie dejó de hacer nada por causa de tu muerte… Todo sigue igual… Los perros se siguen miando en el árbol de la puerta de tu casa cada vez que pasan por ahí… Las madres judías siguen encabronadas con los hijos que tienen novias católicas y las novias de todas las religiones siguen cogiendo a escondidas con el permiso de la sociedad… Y yo, mi buen “cuatacho”, como me decías, te prometo detener el mundo un segundo… La mitad de un segundo quizá… O la mitad de la mitad (y así sucesivamente hasta completar la secuencia de Fibonace)… Te prometo que lo haré… Detendré el mundo un día de estos cuando pasee por el Rhin y deposite cariñosamente, en ese instante, cuando el mundo se detenga en homenaje a ti, a manera de ofrenda, los recuerdos bellos de la Ópera, de la carne Koscher y de la fiesta brava…
*Cantante, compositor y escritor.