Por Jesús Rafael Chávez Rodríguez*
Los cambios en las actividades económicas que se dan en Sinaloa a inicios del siglo XX traen como consecuencia el desplazamiento de algunas poblaciones significativas, abandono de ciudades y construcción de nuevos centros de interacción humana, transformaciones culturales y de mentalidad, o bien simbiosis entre ambas, que permite la combinación entre lo rural y lo urbano.
En Sinaloa se produce una coyuntura, la cual consiste en el desplazamiento de la actividad minera por la agricultura. Espacios situados en la parte serrana del estado, que habían adquirido prominencia a lo largo de la colonia y después de la independencia, incluso hasta finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, experimentan efectos decadentes. El agotamiento de una actividad económica y de los recursos naturales trae consigo esta transformación regional.
En la actualidad puede verse que la alargada geografía sinaloense está inclinada, demográficamente, hacia los espacios planos y costeros del estado, y las principales ciudades son Mazatlán, Culiacán, Mochis, Guasave, Guamúchil y Navolato.
La situación de las ciudades antes mencionadas cambió a principios del siglo XX, pues estos espacios no figuraban ni política ni económicamente en el estado –salvo Mazatlán, principal puerto regional y Culiacán, capital del Estado–. Aquellos pueblos incipientes apenas si producían para un magro sostenimiento. Sin embargo, en la década de los veinte y con la economía minera en franca decadencia, la colonización de los valles del centro y norte del estado con su consabido auge agrícola marcan el ascenso de los valles costeros. Es justamente en esta época cuando languidecen los otrora pujantes centros mineros: El Fuerte, Rosario, Guadalupe de los Reyes y el legendario Mocorito.
Según datos del Instituto de Geografía de la UNAM, sobre la distribución geográfica de la población en la República Mexicana de 1962, la población de las principales localidades de Sinaloa se distribuía de manera siguiente:
En las localidades de la parte serrana del estado, dedicada principalmente a la actividad minera se percibe un leve descenso en la población y en otros aumentos mínimos: para 1900 El Fuerte tenía 2,096 habitantes y para 1930 pasa a 2,245, Guadalupe de Reyes pasa de 2,541 a 2,245, El Rosario para 1900 tenía 8,448 y para 1930 hay 7,663, en Mocorito de 1,443 pasa a 2,561 habitantes. Estas cifras no se presentan de forma tan alarmante y nos hacen concluir que la decadencia de la minería no se dio de manera abrupta.
La transformación más evidente, en este caso, se observa en las localidades costeras: en Mochis que para 1900 contaba con sólo 517 habitantes, para 1920 llega a 6,649, y para 1930 a 10,004; Guasave en 1900 eran sólo 800, para 1930 su número de habitantes llega hasta 2,802; Guamúchil que contaba con 522 habitantes a inicio de siglo, para 1930 su cifra aumenta a 3,042 y Navolato, una de las localidades de este tipo más pobladas, para 1900 contaba con 1,884, para 1930 tendría 4,875 habitantes.
Si bien es cierto, el desplazamiento de población serrana a la costa no fue tan grande en este tiempo, lo que hace ver que el grueso de la población que llega a estas formidables tierras para su explotación es de otros estados y extranjeros. Donde más se refleja este fenómeno migratorio es en Culiacán, que para 1900 había 10,380 habitantes y para 1930 aumenta a 18,202, y Mazatlán que en 1900 había 17,852 y para 1930 casi llegaba a los 30 mil habitantes.
Los Mochis, Guasave, Guamúchil y Navolato empiezan a ganar terreno y a convertirse, junto con Culiacán, en las ciudades con mayor potencial económico. En los municipios costeros del centro-norte del estado fue la agricultura comercial el motor de crecimiento económico, con cultivos como la caña de azúcar, el tomate y el garbanzo, principalmente.
El factor demográfico es sólo el reflejo de la diversidad y multiplicidad de fenómenos que subyacen en esta evidente transformación del espacio sinaloense; sin olvidar el de las comunicaciones, con la llegada del ferrocarril; la modernización de la infraestructura hidráulica, con la apertura de tierras de riego; y los diversos cambios institucionales que se dan para el fortalecimiento principalmente de la agricultura.
En la actualidad, basta con voltear la vista a las antiguas ciudades sinaloenses que se encuentran en la parte oriental del estado para darse cuenta que han quedado de cierta manera desplazadas por las ahora ciudades modernas y progresistas que han sabido explotar los valles agrícolas de El Fuerte, de Guasave, del Évora y de Culiacán.
*Historiador/UAS.